Zorobabel y Josué, el retorno después de 70 años

Quinta parte

 

Continuamos ahora considerando La ministración a Zorobabel el gobernador. La encontramos en el capítulo 4.

Después de ser despertado por un ángel, Zacarías ve un candelero todo de oro con un depósito encima y sus siete lámparas.

En el orden neotestamentario, el candelero significa la iglesia, según vemos en Apocalipsis 1: 20. Este aspecto ya lo hemos tratado detenidamente con anterioridad, al comentar las cartas a las 7 iglesias del Asia, que se encuentran en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis.

Lo único que ponemos de relieve aquí es que era todo de oro, que representa lo divino, es decir lo que viene de Dios y es verdaderamente Su obra,  y no la humana. Además, con un depósito encima se denota que su fuente de suministro estaba en lo alto.

Al pasar a la tan bien conocida promesa del versículo 6 “No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” dirigida a Zorobabel, es muy importante entender que la misma se encuentra directamente relacionada con el antecedente del candelabro.

“¿No sabes qué es esto?” (refiriéndose al candelabro que acababa de ver)

  “Y dije: No Señor mío. Entonces respondió y me habló diciendo: Ésta es palabra de Jehová a Zorobabel” (4:5-6)

De esto se desprende con toda claridad que esta promesa no puede aplicarse de forma arbitraria y  para cualquier situación. Si ha de tener solvencia tendrá que apoyarse en un orden de Dios, en el cual se le busca y se le permite establecer el oro de lo divino, y ser Él y no ninguna otra cosa la fuente que suple lo necesario.

Planteándolo de una forma más  general, Dios necesita para la operación sin estorbos de Su Espíritu, una tierra bien preparada, aun cuando no podamos precisar aquí los requisitos específicos, que podrán variar de un caso a otro.

De todas maneras, para lo que nos ocupa debemos entender que Dios mismo había preparado el terreno y establecido Su orden, representado figurativamente por el candelero, el número siete de las lámparas hablándonos, claro está, de algo completo y perfecto puesto por él y no por el hombre.

¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura.”(4:7a)

Ese monte de la imposibilidad que se erguía orgulloso y soberbio delante del pueblo de Dios, era muy probablemente la prohibición de edificar de parte de Artajerjes, consignada en Esdras 4:17-24 y que ya hemos comentado con anterioridad.

Al ponerse Zorobabel delante de él y enfrentarlo, el Espíritu Santo lo iba a reducir a llanura, del mismo modo que al acercarse al Jordán los sacerdotes que llevaban el arca, al punto de mojarse los pies, el río que se desbordaba por sus orillas tuvo que abrirse para ceder paso a todo el pueblo de Israel. (Josué 3: 15-17)

Nuestro Dios, a través de la historia, tanto antigua como moderna y contemporánea, vez tras vez se ha demostrado como el Gigante Todopoderoso, para el cual no hay imposibles. Loado sea Su Nombre!

 

Aun hay más promesas de estímulo para Zorobabel.

“…él sacará la primera piedra con aclamaciones (gritos o clamores, según otras versiones) de Gracia, gracia.” (4: 7b)

Qué bendita palabra! La primera piedra, la piedra fundamental, él la iba a hacer colocar, mientras el pueblo entero iba a prorrumpir en exclamaciones jubilosas de gracia, gracia.

Desde luego que el paralelo espiritual no es menos hermoso. La principal piedra del ángulo, como la llama Pablo en Efesios 2: 20, y también la cabeza del ángulo como se la distingue en el Salmo 118:22 y en Lucas 20:17, – Jesucristo que es eso y mucho más para Su iglesia universal –  colocada con precisión por el Espíritu Santo en la base y corazón de la iglesia local y la vida del verdadero cristiano, dando apoyo sólido y sostén absoluto a todo lo que se sobreedifica.

Bien podemos visualizar las expresiones de regocijo por este bien sin par!

Que en nuestra iglesia y vida personal esto sea verdaderamente así!

Y a esas a¡aclamaciones de gracia, gracia a ella, bien podemos agregar las respuestas de gracia de Su parte: gracia para vencer en la lid; gracia para que el pecado no se enseñoree más sobre nosotros (Romanos 6:14); gracia para servirle con total fidelidad tanto en las buenas como en las malas, gracia para llegar a ser todo lo que Dios ha querido que seamos  – en fin gracia que sobreabunda en todo y para todo.

Gloria a Él, el Dios de toda gracia (1a. Pedro 5:10); al Espíritu de gracia y súplica (Zacarías 12:10)  y a Jesucristo, de cuya plenitud tomamos todos gracia sobre gracia (Juan 1:16)

 

Todavía continúa Zacarías, bajo la inspiración divina, añadiendo a lo ya dicho para fortalecer y confirmar más a aun a su siervo. Sus manos echarían ( o habían echado, según otras versiones) el cimiento de la casa, y sus mismas manos la acabarían. (4:9)

Él es el Dios cuyos dones y llamamientos son irrevocables. Sin duda, al poner Su mano sobre el arado de nuestras vidas, Él nunca mira hacia atrás.

Había entre el pueblo los que menospreciaban “el día de las pequeñeces” y no se les recrimina por ello. Probablemente eran algunos de los ancianos a los cuales ya nos hemos referido anteriormente, que habían visto el templo anterior y encontraban que lo que tenían delante de sus ojos era tan pequeño. Pero ahora ellos también se alegrarían, viendo a ese varón Zorobabel tender la plomada con pericia para comprobar la perfecta alineación de cada parte de la estructura y llevar la edificación a buen fin. (4:10)

En la obra de Dios no ha de ser necesariamente la grandeza externa o visible, ni el factor numérico lo más importante, sino que lo que está en Sus propósitos se logre cumplidamente y lleve el sello de calidad digno de Su maravillosa persona.

 

La plomada.-

La plomada se menciona sólo unas pocas veces en la Biblia. Su aplicación aquí es muy clara. En efecto: del símil del uso sencillo que le da el albañil – verificar que la pared esté derecha y sin desviaciones  – podemos pasar sin temor a equivocarnos, al lugar y la capacidad que el Señor da en el mismo sentido a siervos que Él ha levantado para la edificación de la iglesia, Con su palabra limpia y clara, establecen una correcta verticalidad en la iglesia, tanto en la canalización debida de lo que viene en verdad de lo alto, como en lo que sube desde abajo hacia los cielos. Para ello, así como la cuerda está tirante y en vertical recta por el peso del plomo en su extremo inferior, así la línea directriz para la iglesia lo estará por la buena palabra, consejo y testimonio de vida de quien o quienes estén al frente de la obra.

A veces, al oír el hablar de quienes, en vez de esas cualidades, por más buenas intenciones que tengan, ostentan falta de peso, madurez y autoridad espiritual, se le ha deslizado a uno por la mente otra comparación. Ésta es la de ponerle a la cuerda, en vez del cono de plomo que es típico y corresponde, o bien un rastrojo de paja o las plumas de un loro!  La cuerda así queda floja y suelta, y uno suspira por oír en vez de lo descrito la voz de un varón que sabe lo que dice, porque vive verdaderamente cerca de Dios, y ha sido levantado, enseñado y equipado por Él.

En muchas partes de la iglesia de hoy día vemos una creciente necesidad, crítica diríamos, de que surjan hombres de esos quilates.

 

La obra se reanuda y llega a feliz término.-

No hemos agotado la aportación de Hageo y Zacarías, pero sí abordado las partes que consideramos más importantes. Corresponde ahora volver al texto de Esdras.

“Profetizaron Hageo y Zacarías…ambos profetas.”

  “Entonces se levantaron Zorobabel y Josué..y comenzaron a reedificar la casa de Dios;…y con ellos los profetas de Dios que los ayudaban.” (5:1 y 2)

En esta forma sumamente breve se resume la aportación de estos dos siervos, algo que para comentarlo tan sólo en parte nos ha llevado varias páginas!

Pero lo que resalta aquí es el resultado contundente de sus palabras y exhortaciones: de inmediato – ésa es la impresión que da – el trabajo se reanuda.

Es digno de mencionarse que en la lista de los que volvieron del cautiverio que figura en el capítulo 2 de Esdras, aun cuando se mencionan los nombres de varios varones y luego se da el número de los hijos de cada lugar, como así también de los sacerdotes y levitas, sirvientes del templo, cantores, siervos y siervas, en cambio no se menciona en absoluto el hecho importantísimo de que entre ellos también había dos profetas.

Probablemente, al confeccionarse esa lista eran desconocidos como tales, siendo nada más que otras dos personas de entre las 42,360 que regresaron de Babilonia. Durante el tiempo transcurrido desde el regreso a Jerusalén hasta el punto en que emergen en la situación – que se estima en aproximadamente dieciocho años – no cabe duda de que estuvo la mano de Dios preparando y adiestrándolos para recibir Su palabra y transmitirla con solvencia espiritual y esa autoridad inconfundible que viene de lo alto.

Un lector cándido, al leer la lista de Esdras 2 podría comentar:

  “Caramba! Parece que les falta un profeta.”

Pero el Dios meticuloso y fiel, que no se olvida de nada, se había encargado, sin que nadie lo  supiese y menos todavía que lo profetizase por anticipado, de que en ese contingente hubiera dos varones anónimos, que en el momento crucial, iban a irrumpir en Jerusalén como profetas de verdadera talla y agallas.

Así son los caminos del Señor –  desechando la publicidad y el pantallazo y a menudo trabajando en la quietud y el secreto del anonimato – va forjando vasos preciosos para llevar adelante Sus propósitos,

En la situación en que intervinieron estaba de por medio la orden de Artajerjes, rey de Persia, prohibiendo que se continuase la edificación. Pero Hageo y Zacarías, en representación de una autoridad mucho más alta – la del Soberano Eterno y Supremo – vienen con una contraorden: La edificación debía continuar!

Sin pérdida de tiempo,  Zorobabel, Josué y todo el resto del pueblo, según ya hemos visto en Hageo 1: 13, vinieron y volvieron a trabajar en la casa.

Esdras 5: 2 nos da el siguiente agregado:

  “Y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban.”

Tal vez la ayuda pudo llegar hasta el punto de trabajar con la cuchara de albañil y el nivel, o acarrear material o quitar escombros, o bien pudo ser con su sola presencia que denotaba su total identificación con la obra, a lo cual agregarían sus palabras de ánimo y apoyo. En suma, que no eran profetas “a distancia” que sólo aparecen a la hora de profetizar, sino varones que estaban profundamente involucrados con las responsabilidades y demandas de la hora.

Desde luego que los enemigos, representados por Tatnai, el gobernador del otro lado del río como se lo llamaba, Setar-Boznai y sus compañeros, no tardaron en venir para cuestionar y hostigarlos.

“Mas los ojos de Jehová estaban sobre los ancianos de los judíos y no les hicieron cesar.”(5:5)

Otra vez recurrieron entonces los enemigos al arbitrio del rey, pensando seguramente que al igual que en la ocasión anterior vendría como respuesta una orden de paralizar la obra. No obstante, esta vez las cosas siguieron un  curso muy distinto, pues Darío, el rey de Persia de ese entonces –  reconocido generalmente como hemos dicho como Hystapsis, y por cierto no el Darío de Media de Daniel 5: 31 – dispuso una investigación imparcial y consciente del caso.

El resultado de la misma fue que se halló en la casa de los archivos una memoria, en la cual constaba la orden dada por Ciro en el primer año de su reinado de que se reedificase el templo de Jerusalén, dando su apoyo total y toda clase de facilidades.

Por consiguiente Darío dio una respuesta  que echó completamente por tierra las intenciones de los enemigos de Judá, y la situación tuvo así un vuelco absoluto a favor del pueblo de Dios.

Por una parte venía la orden para Tatnai, Setar-Boznai y sus compañeros de alejarse del lugar y dejar  que la reedificación continuase. Al mismo tiempo, establecía que de la hacienda del rey emanada de los tributos de la región se diese puntualmente lo necesario para sufragar los gastos para que la obra pudiese continuar. Además, debían darse carneros y corderos para sacrificar en holocausto al Dios del cielo, y toas las provisiones de trigo, sal vino y aceite según dijeren los sacerdotes de los judíos, a diario y sin ningún obstáculo. Y como si esto no fuera bastante, se añadió finalmente la advertencia de que nadie se atreviera a alterar el decreto, so pena de muerte y destrucción de su casa, sino que fuese cumplido con toda prontitud.

Después de tanta oposición y contrariedades, bien podemos imaginar el tremendo incentivo que habrá traído esto a los judíos. Digamos de paso que es casi típico y una norma que en nuestra vida y en el servicio al Señor, seamos primeramente probados por una gran diversidad de dificultades y problemas, algunos de los cuales tal vez derivados de nuestros propios fallos y debilidades, otros no. Si afrontamos esas pruebas con entereza y un espíritu sano de ser corregidos por el Señor, el resultado será una purificación y maduración progresiva, que a su tiempo traerá una etapa de sosiego y paz, junto con el apetecible fruto de algo que irá siendo cada vez mas dulce y deleitoso. 

La orden de Darío fue tan terminante, que muy a su pesar y contra su voluntad desde luego, los enemigos la cumplieron al pie de la letra. Así el pueblo de Dios pudo continuar la obra sin ser hostigado más por nadie, y con la plena provisión para todas las necesidades derivadas de la edificación.

Desde que Hageo y Zacarías empezaron a profetizar les llevó unos cuatro años para terminar, teniendo en cuenta la fecha de la terminación del trabajo que se nos da en Esdras 6:15.

La culminación feliz de todo esto fue la dedicación de la casa, hecha con mucho gozo y con las ofrendas prescritas por la ley de Moisés, y que incluían doce machos cabríos por expiación por Israel, conforme al número de las tribus. Debemos recordar que los que volvieron eran, por lo menos en su gran mayoría, de Judá y Benjamín solamente, lo que hace pensar en su identificación y solidaridad con las otras  tribus que seguían en el cautiverio.

Cuando uno ha vuelto del exilio espiritual a su verdadero hogar en Dios y en la iglesia, siempre resulta lógico y natural que se preocupe por los que todavía no han regresado y ore por ellos y anhele ardientemente que ellos también retornen.

La dedicación fue seguida por la celebración de la pascua y la fiesta solemne de los panes sin levadura. Para ello los sacerdotes y levitas se habían purificado a una. Se nos recalca que todos estaban limpios y se sacrificó la pascua y la comieron los que habían vuelto con todos los que se habían apartado de las inmundicias de las gentes de la tierra para buscar a Jehová Dios de Israel. Esto nos da a entender que entre los que no habían marchado al cautiverio, sino que habían quedado en la tierra, hubo un buen número que se sumó al contingente que retornó, para  retomar también ellos la senda de la fidelidad y obediencia al Señor.

Como correspondía, la pascua fue seguida como ya dijimos por los siete días de los panes sin levadura. Disipadas ya la tristeza y las nostalgias del pasado, la guardaron con júbilo. El Señor mismo había alegrado sus corazones con Su intervención maravillosa, que había quitado de en medio todos los obstáculos, y fortalecido sus manos para llevar a feliz término la gran empresa de reedificar la casa de Dios.

Recogiendo esta última parte del relato para reflejar lo que en figura representa en cuanto a la restauración espiritual, diremos escuetamente lo siguiente.

Con la gracia y el apoyo de lo alto, victoria obre los muchos problemas y obstáculos que surgieron.

Trabajo fiel y perseverante para lograr lo que supone la meta y propósito divinos para nuestra vida y no detenernos hasta haberlo logrado.

Purificación de nuestras vidas, apartándonos de toda inmundicia y pecado a fin de evitar toda posibilidad de volver a descarriarnos.

Una sana y loable inquietud  por quienes aún continúan en el cautiverio.

El regocijo y la alegría de que la noche oscura de nuestro alejamiento de Aquél que es la Luz Eterna se ha terminado, para convertirse en un nuevo día de sol radiante y sin nubes.

Alabanza, adoración y reconsagración absoluta al Dios que con tanta bondad y paciencia nos ha hecho volver a Su regazo de amor, del cual ya nunca más nos volveremos a alejar.

Al leer, o cantar u oír cosas semejantes a éstas, cuando todavía era joven y no estaba bien formado en Cristo, algo en mi interior se enternecía y tenía anhelos de que mi vida estuviese totalmente en fidelidad y armonía. Con un gran deseo de que así fuese, iba a mi habitación a entendérmelas a solas con mi Señor.

¿Cuál es tu reacción, querido lector u oyente, al llegar al final de este capítulo?  ¿No querrás tú también hacer lo mismo?   

 

F I N