Los cuatro capítulos dorados de Jeremías

 

Segunda parte

 

Según lo anticipamos al concluir la primera parte, pasamos ahora a considerar dos cosas más de suma importancia y verdaderamente de fondo.

El Nuevo Pacto.-

El mismo está claramente predicho y puntualizado en el capítulo 31, versículos 31 al 34.

La esencia de esto es que la ley de Dios, como principio vivo que expresa Su carácter – amor, verdad, justicia – por decirlo en tres palabras – va a estar dada en nuestras mentes y escrita en nuestros corazones.

Aquí tenemos una diferencia fundamental en cuanto al Antiguo Pacto, toda vez que en este último la ley estaba escrita en las dos tablas de piedra que recibió Moisés en el Monte Sinaí, y posteriormente en las Escrituras del Antiguo Testamento, concretamente en Éxodo 20 y Deuteronomio 5, pero no en el corazón del pueblo de Dios.

Esto explica, por lo menos en parte, el fracaso de Israel en cuanto a observar y guardar los mandamientos – no los llevaban escritos en el corazón – del cual, como tantas veces hemos señalado, mana la vida y proviene todo cuanto somos, hacemos, decimos y pensamos.

En este nuevo régimen que aquí se les promete, al igual que a todos los verdaderamente renacidos por el Espíritu en la dispensación actual, Dios les ha de dar Su ley en la mente y escribirla en el corazón.

Esto ha de cambiar las cosas sustancialmente – esa senda marcada por la ley moral – la ley de Dios que es la expresión de Su carácter – les ha de brotar de adentro, casi diríamos espontáneamente. La han de comprender con claridad con la mente y desear con naturalidad con el corazón, lo cual los pondrá en una correcta relación con el Señor, al cual le conocerán todos, del menor al mayor.

Aparte de esto, claro está, les serán perdonados todos sus pecados, los cuales, más aun serán completamente olvidados por Dios, de tal modo que se sentirán como que nunca los han cometido. Y todo esto ha de resultar que sean el pueblo que Él siempre ha anhelado que sean.

 

Un corazón y un camino.-

“Y les daré un corazón y un camino para que me teman perpetuamente.” (32:39)

Esto se superpone y se complementa estrechamente con  lo anterior. En realidad es la misma verdad expresada en términos distintos, y en cierta manera, ampliada también.

Representa el remedio divino, y por cierto el único para un mal tan general en el pueblo de Israel, y también en no pocos creyentes cristianos: el corazón dividido.

Santiago lo llama el doble ánimo y exhorta a quienes lo tengan a purificar  sus corazones. (Santiago 4: 8)  Asimismo, en su primer capítulo, versículo 8, afirma la contundente verdad que  “el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.”

Esto, contundente como hemos dicho, constituye además una sentencia muy acertada. Efectivamente, al tener en el corazón más de un amor y de una inclinación o tendencia, inevitablemente no podrá haber una constante en la vida, sino que por el contrario habrá siempre una evidente falta de ella.

Esto se reflejará en una variedad de formas: a veces perseverando en el bien, para más tarde ceder y ante la tentación y caer en el mal; a veces en obediencia y fidelidad, para luego, atraído por otros intereses o amores, ir en sentido contrario; a menudo declarándose en victoria, pero posteriormente al venir la prueba o la tormenta, claudicar y “tirar la toalla”como se suele decir; seguir por un  tiempo con aparente firmeza, para después volverse atrás ; amar y honrar a Dios, y más tarde honrar a otros dioses e ídolos.

Esto es lo que le pasaba a Israel a lo largo de su historia y el Señor les reprochaba la inconstancia de su corazón.

Al darle a Israel un corazón y un camino esa doblez y contradicción se terminará para siempre: “para que me teman perpetuamente” y además:

“Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos para que no se aparten de mí.” (32:39-40)

En las anteriores restauraciones de su historia, por más arrepentimiento,recuperación y bendiciones que hubo, siempre con el correr del tiempo volvió a repetirse el ciclo, y otra vez vino el alejamiento de Dios y de Sus caminos.

En esta restauración final de Israel no será así:  nunca mas volverán a apartarse y caer en la apostasía.

¿Por qué?

Por las dos razones de fondo que ya hemos dado.

1) La obra consumada y perfecta del Mesías, al cual habrán de reconocer, recibir y honrar.

2) La obra hecha en ellos, dándoles la ley en la mente y escribiéndola en sus corazones, con la expresión adicional de darles un corazón y un camino para que le teman perpetuamente.

Esto le dará a la restauración final que nos ocupa la consistencia, solidez, y sobre todo durabilidad que ninguna de ellas anteriores pudo alcanzar Todas ellas estaban bajo el régimen del antiguo pacto, abrogado a causa de su debilidad e ineficacia. (Hebreos 7:18)

Esta última en cambio estará basada y sustentada en el nuevo pacto, basado en el mejor ministerio de Cristo, sobre mejores promesas, y que desde luego es superior, y además absolutamente eficaz. (Hebreos 8:6)

Aunque lo que acabamos de decir es sencillo y claro, recomendamos al lector u oyente que tenga verdaderos deseos de progresar y ahondar, que lo vuelva a leer detenidamente y con mucha atención a partir de Bases firmes y sólidas. Estamos aquí en algo importantísimo y es muy fácil dale un asentimiento mental, pero sin asimilarlo debidamente ni comprender bien el mensaje fundamental que nos trae.

Este mensaje es por cierto totalmente aplicable a la vida cristiana en la actualidad. Lo definiremos así:

Se puede trabajar trayendo almas a la salvación o bien restaurando descarriados o maltrechos en dos formas:

La primera, rompiendo sus yugos y coyundas, sanando sus heridas y llevándolos a disfrutar de los consuelos y las bendiciones del Señor – de ahí en más, dejándolos que se integren en una iglesia y sirvan al Señor.

La segunda, haciendo todo lo antedicho, pero llevándolos a ese lugar en que la ley está escrita en sus corazones y la doblez se termina, para pasar a tener un corazón y un camino.

La primera opción seguramente en algunas ocasiones ha de traer a la postre desengaños y fracasos, así como sucedía con Israel tantas veces. La segunda, necesariamente habrá de dar resultados satisfactorios y duraderos, si bien con la salvedad de que siempre estará presente el factor de la falibilidad propia de seres humanos finitos y falibles.

La diferencia básica estriba en que en un caso se está trabajando dentro del orden y los límites del antiguo testamento. En el otro – el de la segunda opción – se está operando en el orden del nuevo, que, como ya dijimos, genera un ministerio mejor y más eficaz.

 

Tributo a Jeremías y rúbrica final.-

 

Aun cuando en estos capítulos queda todavía bastante más, nos limitamos a concluir con los dos puntos señalados en el subtítulo.

El ministerio de Jeremías fue por una parte muy ingrato, pues al estar orientado hacia un pueblo muy rebelde y contumaz, el fruto que pudo cosechar fue muy magro por cierto. Además de ello, tuvo que pagar un alto precio por el honor de poder llevar la auténtica palabra profética de Dios en medio de tantos falsos que pretendían tenerla.

Además de ser incomprendido, rechazado, calumniado y ser amenazado de muerte por los sacerdotes, “profetas,” en una ocasión fue echado en una cisterna, de la cual fue rescatado providencialmente cuando sus pies se hundían en el cieno. Los capítulos 32 y 33 los escribió estando preso en el patio de la cárcel, mientras el ejército de Babilonia sitiaba a Jerusalén y el hambre y temor cundían por todas partes. Y como si todo eso fuera poco, le tocó acompañar al remanente ultra rebelde en su emigración a Egipto, para llevarles la palabra reprobatoria del Señor.

Resulta casi típico de parte del Señor, el aprovechar circunstancias extremas y oscuras como ésa para forjar las joyas y alhajas más brillantes. Este caso de Jeremías no ha sido ninguna excepción a lo que decimos, pues de su vida, ejemplo y escritos ha quedado para los fieles de todos los tiempos un legado muy fecundo y aleccionador.

Si semejantes cosas se permiten en el más allá, sin dejar de dar toda la gloria al Dios de Jeremías, a quien esto escribe le agradaría poder darle a este gran siervo de tantas lágrimas un largo y emocionado abrazo de gratitud, por tanta luz, verdad y gloria recibidas a través de su noble y sacrificado ministerio.

 

Ahora sí a la rúbrica final!

Resulta de mucho interés y a la vez muy edificante, comprobar que en no pocas ocasiones o pasajes sobresalientes de la Biblia, el Espíritu Santo que la ha inspirado, las hecho resaltar o culminar ya sea con hechos solemnes o sorprendentes, o bien con expresiones de la más acabada aprobación.

Así, después de ofrecer Abraham a su amado y único hijo Isaac en aquella memorable ocasión en el Monte Moriah, el  Señor formuló un grandioso y solemne juramento de bendecirlo a él y a su simiente de manera superlativa, multiplicándola en grado sumo y dándole la victoria sobre sus enemigos.

Inmediatamente de consumar nuestro Señor Jesucristo Su sacrificio expiatorio en el Calvario, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, la tierra tembló y las rocas se partieron y se abrieron los sepulcros.

Asimismo el día de Su resurrección hubo un gran terremoto y un ángel del Señor, descendiendo del cielo removió la gran piedra que estaba a la entrada del sepulcro y se sentó sobre ella. Tenía el aspecto de un relámpago y su vestido era blanco como la nieve, de tal manera que los que guardaban la tumba temblaron de miedo y quedaron como muertos.

Al llegar a su fin el Apocalipsis, después de la sublime visión de las bodas del Cordero y de la Nueva Jerusalén, viene el sello final de la solemne advertencia de no añadir ni quitar de las palabras del libro. Es como si el Señor dijera:

  “He concluido mu libro sagrado. Que nadie se atreva a cambiarlo en lo más mínimo.  Quien quite de él se le quitará su parte del libro de la vida; a quien le agregue le vendrán las plagas que están escritas en este libro.”

En la sección de los cuatro capítulos de Jeremías que hemos estado examinando, como hemos visto, el Señor se ha desbordado en formular las más magníficas promesas en cuanto a la grandiosa restauración de Su amado pueblo en el final de los tiempos. Y para certificar y corroborar la seguridad de su cumplimiento, cerca del final del capítulo 31 y también del 33, encontramos la rúbrica  final y el sello de oro digno de un pasaje que describe un acontecimiento tan estupendo.

 “Así ha dicho Jehová que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y las estrellas…si faltaren éstas delante de mí…” (31:35-36)

  “ Así ha dicho Jehová: si pudiereis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manea que no haya día ni noche a su tiempo, podrá también invalidarse mi pacto con mi siervo David.” (33:20-21)

El Eterno Dios está tan empeñado y comprometido a que todo esto se cumpla de forma cabal y absoluta, que lo reafirma con este gran hincapié para disipar toda duda que pudiera haber.

Podríamos parafrasearlo así:

  “Antes que esto que he prometido no se cumpla, el sol, la luna y las estrellas tendrían que abandonar las órbitas que les he trazado desde su creación y precipitarse en un gigantesco cataclismo. Los horarios del día y la noche que he establecido desde un principio se tendrían que truncar y desaparecer. Si estos dos imposibles aconteciesen, entonces y sólo entonces mis promesas para mi amado pueblo de Israel podrían invalidarse.

Lo cual nos hace inclinar, por su peso aplastante, en la más reverente y profunda admiración y adoración al majestuoso, insondable y eterno  Jehová, Dios de Israel.

Reflexiones finales.-

Hemos llegado así al final de este hilo sobre el tema de la  restauración, que hemos estado trazando dentro del marco del Antiguo Testamento. Comenzamos, como se recordará, con algunos matices sobre la vida de Abraham en ese sentido, para concluir en esta parte con la restauración masiva preanunciada para Israel en el final de los  tiempos.

El lector u oyente se podrá percatar de que en el trayecto hemos omitido también muchas partes que se relacionan con el tema. La principal de ellas es la que corresponde al libro de los Jueces, en el cual se nos dan ciclos de decadencia y marcada idolatría que conducían a etapas de fuerte opresión por parte de los enemigos que rodeaban a Israel. Como resultado de ello, clamaban fuertemente al Señor y Él en Su misericordia levantaba varones como Otoniel, Gedeón, Jefté y otros para liberarlos.

Sin duda, de esta etapa de la historia de Israel y de varias más que no hemos tratado se podrían extraer más puntos de interés y de aplicación para nuestro tema. No obstante, no los hemos tomado en primer lugar para no ser demasiado extensos, y en segundo porque estimamos que los pasajes y eventos que hemos seleccionado son los más destacados y los que aportan en mayor medida y con más sustancia sobre nuestro tema.

En los tres casos de restauración personal que hemos tomado – Abraham, Noemí y David – debemos señalar que los beneficios de la misma perduraron hasta el final de sus vidas, sin que se volviesen más a descarriar.

En cuanto a las restauraciones masivas en Israel y Judá, en general tuvieron la duración del tiempo en que vivieron el o los siervos que las encabezaron. Pronto después de su muerte, salvo en los casos en que fueron sucedidos por reyes o siervos también temerosos de Dios, se volvió a presentar una nueva declinación, que desembocó en todavía otro apartamiento del camino de la fidelidad.

Finalmente, la restauración futura prometida para Israel al final de los tiempos, no será así, pues como hemos visto, tras ella Israel no se apartará más de su Dios. Esto, como ya se ha  recalcado reiteradamente, se deberá a que tendrá las bases sólidas y firmes del Nuevo Pacto que ya hemos comentado.

Esto último lo hemos vuelto a señalar  por ser algo de fundamental importancia – muy aplicable también en la actualidad – y a lo cual se puede muy fácilmente dejar de prestar la debida importancia.

Así hemos llegado, caro lector u oyente, al fin de esta primera parte. Aún queda mucho que es muy sustancioso y de sumo provecho, contenida en la segunda parte que ha de seguir a continuación, basada en el Nuevo Testamento.

Pero a esta altura tal vez podrías hacer una pausa dejando pasar unos días. Recuerda el buen consejo de volver sobre lo que más te ha hablado, y reflexiona, ora y echa mano firme de todo ello por la fe.

Confiamos en que ya estarás sintiendo un beneficio bien concreto. Absórbelo, deja que penetre profundamente, y se asiente y arraigue en tus entrañas – abrázalo cada día y cada hora.

Así, seguro que te sabrás y sentirás muy restaurado y madurado en tu vida espiritual.

Y mientras el reloj del programa divino avanza vertiginosamente;

Cuando la noche en que ya no se puede trabajar se avecina a pasos agigantados,

Y mientras el Padre todavía aguarda con los brazos abiertos el retorno del descarriado; sí, mientras todo eso todavía late y vibra, ponte en las manos del Maestro. Deja que te guíe y te envíe a otros con este mensaje urgente y bendito – y diles, con acentos entrañables de amor y misericordia, que para ellos también es 

HORA DE VOLVER A DIOS

Nota aclaratoria

Estas palabras finales se deben a que éste, y muchos más de los escritos que he estado enviando, han sido seleccionados y extraídos de mi segundo libro que lleva ese nombre.