Capítulo 7
La oración – Segunda Parte
Dejando de lado las anécdotas, pasamos ahora a agregar que
la oración, también constituye una actitud de tierna y confiada
dependencia del Señor en todos los aspectos de la vida.
En lo material como en lo espiritual, en lo grande como en lo
pequeño, en lo que es público como en lo que es privado e
íntimo – nos sirve como vía de comunicación.
Así podemos compartir nuestras necesidades y aspiraciones,
nuestros éxitos y fracasos, nuestras tristezas o alegrías, en fin,
todo lo que hace a la vida, con el Ser de Quién somos, al cual
amamos, servimos y honramos por encima de todo lo demás.
Como en todas las demás facetas de la vida cristiana, en la
oración, el Señor Jesús es nuestro modelo perfecto en el más
amplio sentido de la palabra.
Esto se comprueba en los cuatro evangelios, todos los cuales
dan muchas muestras del lugar fundamental que ocupaba la
oración en toda Su vida.
De los cuatro es quizá Lucas el que más lo hace resaltar. El
discípulo estudioso, y con verdadero deseo de progresar y
ahondar, podrá estudiar este evangelio con mucho provecho
desde este punto de vista – el de la oración en la vida del
Maestro y Su enseñanza sobre el tema.
Aquí va una lista de algunas formas que aparecen en Lucas,
en las cuales nos enseñó que se debe orar, ya sea por Su
prédica o por Su ejemplo.
1) El Padre Nuestro.
2) Siempre y no desmayar.
3) Con perseverancia.
4) Con importunidad.
5) Con fe.
6) Sin rencor contra nadie.
7) De forma prolongada, especialmente antes de decisiones
importantes.
8) Al ser bautizados.
9) Con intensidad, sobre todo en la prueba.
10) Para que el Espíritu Santo nos sea dado (en primera
instancia) y posteriormente, para cada tarea que tengamos
que acometer.
11) Velando y nos descuidándonos.
12) Con contrición y reconocimiento de nuestro pecado, y no
aduciendo méritos propios.
Adicionalmente, en el pasaje de la transfiguración (9:26-28)
vemos, entre otras cosas, dos de suma importancia.
La primera es que al subir al monte con Pedro, Juan y
Jacobo, lo hizo con el fin de orar ahí.
Esto echa de ver que hay ocasiones en que es aconsejable
apartarse por completo del bullicio y el ajetreo, para darse a la
oración en las condiciones más propicias.
En segundo lugar, y siempre en el relato de Lucas, vemos que
la transfiguración fue el resultado que en ese caso se derivó de
la oración.
Es decir, que no subió al monte para transfigurarse, sino
para orar, y así la transfiguración fue una consecuencia de Su
oración.
De esto, podemos afirmar como un principio vivo, que la
oración real y ferviente, siempre acarrea beneficios inmediatos
para el que la practica, aun cuando ore por otros y no por sí
mismo.
Notemos lo que nos dice el texto:
“Y entretanto que oraba, la apariencia de Su rostro se hizo
otra, y su vestido blanco y resplandeciente.” (9:29)
Vemos aquí el poder transformador de la oración. En la
práctica, cuántas veces la oración nos cambia la apariencia del
rostro!
Vamos a orar muy preocupados, y abrumados o tristes y
llenos de ansiedad – con caras que lo están reflejando a las
claras.
Pero al ponernos a derramar el alma en oración, se pone en
funcionamiento ese poder liberador y transformador, y esas
cargas, cualesquiera sea su índole, desaparecen por completo.
Como corolario, nuestros semblantes pasan a reflejar la paz,
confianza y alegría que la oración nos ha otorgado, y esto, por
supuesto, por la virtud del Espíritu Santo.
En cuanto a lo del vestido blanco y resplandeciente, es
evidente que denota el poder que hermosea y santifica,
virtudes éstas propias de la auténtica oración.
Como no podría ser de otra forma, al tocar al Dios santo y
glorioso, y tocarnos Él a nosotros, algo de Su santidad y gloria
se nos va impartiendo.
Todo esto, necesariamente tiene que ser un incentivo
poderoso, para que nos demos a la oración cada día con amor
y perseverancia. Así, y sólo así, seremos auténticos discípulos –
de los buenos de verdad.
Preguntas.
1) ¿Encuentra Usted que la oración es una necesidad diaria en
su vida, o puede pasar unos días y no orar mayormente, y no
notar gran diferencia?
2) ¿Cree que ha llegado al punto de que no puede vivir sin
orar y buscar a diario la comunión con el Señor?
3) Cuando se presentan problemas agudos y escabrosos
¿prefiere Usted enfrentarlos frontalmente para darles
solución?¿o encomendarlos al Señor para que Él madure y
resuelva las cosas?
4) ¿Cuándo le parece que hay que aplicar el primer criterio, y
cuándo el segundo?
5) Identifique el versículo o pasaje en Lucas que corresponde a
cada una de las doce formas listadas en este capítulo, en las
cuales el Señor Jesús nos enseñó que se debe orar.
Oración.
Querido Señor, te confieso que a veces he sido remiso a
buscarte en oración como debiera, y que también me
encuentro muy torpe en la oración cuando la practico.
Por eso te suplico con toda sinceridad, que Tu Espíritu ponga
en mí un anhelo santo de buscarte cada día, y de empapar mi
ser interior en Tu presencia.
Gracias por las veces que ya lo he experimentado en alguna
medida, pero quiero vivirlo mucho más que hasta ahora.
Sé que sólo así podré irradiar a otros una mayor dimensión
de Tu gracia y amor.
Espero y confío en Ti, amado Señor. Amén.
F I N