EZEQUÍAS

 Un retorno modelo y la masa de higos  (Primera parte)

 

Históricamente estamos ahora a varios siglos desde la implantación de la monarquía en Israel. La triste apostasía de Salomón en su vejez ha traído la división en dos reinos: el del Norte, comúnmente conocido por Israel, y el del Sur, llamado Judá, con Jerusalén como capital, e integrado por dos de las doce tribus: Judá y Benjamín, a las que hay que agregar la de los sacerdotes y levitas, de la tribu de Leví, que servían en el templo edificado por Salomón.

La decadencia y corrupción fueron más pronunciadas en el reino del Norte. De los muchos reyes que tuvo, las crónicas bíblicas sólo consignan aprobación y elogios del Señor para Jehú, hijo de Nimsi, por su valentía y fidelidad al mandato que recibió de exterminar totalmente el culto a Baal, por lo cual se le prometió que sus hijos reinarían hasta la cuarta generación, con lo cual su dinastía alcanzó un total de 101 años y 6 meses.

Todos los demás reyes son objeto de abierta censura, algunos de ellos en los términos más recriminatorios que se puedan concebir.

A estas alturas, si bien en Judá ya había habido malos reyes, no es menos cierto que también había habido muy buenos, entre ellos Josafat y Jotam.

Ezequías tuvo como padre y antecesor en el reino a Acaz, que fue un pésimo rey y del cual, para valorar y comprender mejor la naturaleza y el alcance de la recuperación bajo Exequias, se darán referencias más explícitas más adelante.

Un punto muy significativo es que en varios versículos (2a. Reyes 18:3, 2a Crónicas 29: 2 e Isaías 38: 5) a pesar de haber sido hijo carnal de Acaz, se menciona a David como su padre. Esto puntualiza de forma inequívoca que en el orden de Dios, ya en el Antiguo Testamento hay no sólo una estirpe natural y de sangre, sino también de espíritu – la simiente real y santa.

En el régimen del Nuevo Pacto esto es más marcado aun, y está expresado con plena propiedad, como es sabido, por el nuevo nacimiento, del cual Jesús le testimonió a Nicodemo, a diferencia del primer nacimiento. Esto nos constituye nada menos que en hijos de Dios, y no por creación, sino por el engendro del renacimiento espiritual.

Resulta de mucha edificación y muy alentador, el comprobar que el vínculo de nuestro renacimiento por el Espíritu, es mucho mayor y más fuerte que el del nacimiento natural o de carne y sangre.

En efecto, vez tras vez lo vemos cuando una persona inconversa, cuyos familiares también lo son, conoce el evangelio y entra en una nueva dimensión de vida en Cristo Jesús. Su relación con los padres, demás familiares y aun amigos, también inconversos, generalmente queda muy afectada. En efecto, todos ellos perciben que algo que tal vez consideren extraño le ha pasado; que ya no es la misma persona, y que en un sentido lo han perdido, pues ya no comparte con ellos como antes, e incluso ahora tiene unos nuevos amigos con quienes intima mucho más que con ellos.

Lo que ha pasado que por su renacimiento por el Espíritu, un nuevo vínculo se ha creado con los hermanos                          en Cristo que ahora se relacionan con él o ella.

Este vínculo es más fuerte y profundo que el anterior de sangre con sus familiares, y aunque los sigue apreciando, respetando y aun amando, sus verdaderos hermanos, de la familia real a que ahora pertenece, son los hijos de Dios, con quienes ha comenzado a tener una nueva y entrañable relación. Dios mismo es ahora el Padre celestial, tanto de él como de ella –la persona recién convertida – como de ellos, sus nuevos hermanos en Cristo.

 

Retomando el hilo, Ezequías, de la estirpe de David, como ya se ha dicho, sucedió a su padre Acaz en el trono de Judá, el reino del Sur, estando éste totalmente en ruinas.

La desobediencia, rebeldía e idolatría de su padre carnal antecesor fueron tales, que provocaron un fuerte y severísimo castigo por parte de Jehová. Esto se tradujo en invasiones de los sirios, del propio Israel, de los edomitas y los filisteos, todos los cuales se llevaron muchos cautivos, y algunos los desposeyeron de importantes ciudades, quedando el reino totalmente empobrecido y maltrecho.

Además de muchas otras maldades, Acaz quitó los utensilios del templo de Jehová, hizo apagar las lámparas y cesar los sacrificios, cerrando las puertas para dejarlo así clausurado, a oscuras, y para colmo lleno de inmundicias – un panorama absolutamente desolador.   

Tener que enfrentar una situación como esa sería suficiente para desanimar y hacer desfallecer al más fuerte y valiente. Sin embargo, Ezequías, que al comenzar a reinar sólo tenía veinticinco años de edad, asumió la tremenda responsabilidad con temple y tesón, y además sin demora, poniendo manos a la obra  el día primero del primer mes del año primero de su reinado. Esto es sin duda darle a Dios lo que es de Dios: el primer lugar en forma absoluta.

 

El templo con las puertas cerradas y las lámparas apagadas.

 

El estado lamentable en que se encontraba el templo y la formidable labor efectuada para ponerlo en condiciones y habilitarlo otra vez, nos brinda una rica y acertada comparación con la vida de un cristiano en profunda decadencia espiritual, y la obra de restauración y rehabilitación que será necesario acometer.

Las puertas cerradas denotan la falta total de comunicación con el Señor, y las de la fe, la esperanza y el amor, todas herméticamente cerradas. Al apagarse las lámparas, todo en el interior quedaba a oscuras, y ya no había sacrificios ni holocaustos sobre el altar, ni cánticos, trompetas, instrumentos musicales, ni adoración. Para completar el cuadro sombrío y tristísimo, los utensilios quitados y algunos quebrados, estando el lugar en cambio lleno de inmundicias.

Así de horroroso es el estado al que se puede llegar cuando uno se aparta de forma franca y crónica del Señor.

Veamos ahora las principales medidas tomadas para remediar esa situación.

En primer lugar Ezequías hizo abrir las puertas y repararlas. (2a, Crónicas 28:3) Sobre todo la puerta ya citada de la comunicación con el Señor, absolutamente prioritaria, junto con las demás que también deben volver a abrirse y repararse en todo cuanto hayan sido dañadas. Una ardua tarea sin duda, que exige arrepentimiento, búsqueda de Dios y ponerse a cuentas con Él en muchas cosas en que se ha sido infiel y se le ha ofendido. A veces será sabio y provechoso buscar la consejería de alguien capacitado para ello.

A renglón seguido, hizo llamar a los sacerdotes y levitas, dándoles la consigna de que se santificasen a sí mismos, y a la casa de Jehová, y sacasen toda la inmundicia del santuario. (2a. Crónicas 29. 4 Y 5)

Además les instó a tomar conciencia de que Dios los había elegido para conferirles el alto honor y privilegio de estar delante de Él y servirle y ser sus ministros. (29:11)

Esto es algo que puede y debe ser muy determinante: conocer nuestro alto llamamiento.

Antes de continuar, exhortamos a cualquier lector u oyente que haya estado dando su vida, tiempo y fuerzas a usos indignos, viles o meramente materialistas, a que reflexione sobre la gran verdad de que Dios no lo ha creado y redimido para algo tan bajo y sin sentido, sino para darle un destino mucho más alto y honroso. Tome conciencia de ello y que sea un fuerte estímulo para ponerse en marcha en sentido opuesto al que ha estado llevando.

La exhortación del rey surtió efecto en forma inmediata, y un buen número de varones levitas se levantaron y reunieron a sus hermanos y se santificaron y entraron para limpiar la casa del Señor.

Si bien estamos dirigiendo o enfocando lo anterior en cierto modo a nivel individual, debemos tener en cuenta, por supuesto, que muchas veces toda esta labor de restauración debe hacerse de forma colectiva, dentro del marco de una congregación.                                                                                                 

Pero es muy importante tener en cuenta que la labor conjunta sólo será efectiva y tendrá solidez, si la parte individual es debidamente acometida por cada uno en forma personal. 

Limpiar la casa! Quitar toda la inmundicia! (capítulo 29:16) Cuánta verdad práctica y de la máxima importancia hay en esto!

Lo que había hecho el anterior monarca Acaz, resulta típico de lo que procura hacer el enemigo declarado de nuestras almas, juntamente con sus huestes de maldad, en su odio dirigido contra nosotros como pueblo de Dios.

Por una parte, incitando a prácticas mundanas y a la idolatría. Esa última Acaz la llevó a extremos abominables, propios de un corazón lleno de odio a Dios y dispuesto a hacerle ver que a cualquier imagen de un dios falso se inclinaría debajo de un árbol frondoso, pero a Él, el único Dios verdadero, no se lo haría de ninguna manera, y esto, a pesar de que a ese Dios único le debía el hálito de sus narices y el latir de su corazón!   Casi increíble, pero verdad auténtica que nos da a entender claramente el relato de 2a. Crónicas en que estamos. 

De una forma mas sofisticada, según la sabiduría pervertida de estos tiempos, así trabajan Satanás y sus secuaces.  Rara vez con imágenes e ídolos, como los de antaño, por lo menos en sus ataques contra cristianos en nuestro mundo occidental. En cambio, royendo por donde puedan encontrar huecos, grietas o puntos déblles, para invadir con costumbres mundanas y formas de vida que atentan contra el espíritu y la vida interior. Al mismo tiempo, buscando atraer hacia dioses ajenos y pasiones desordenadas, en toda la variada y sutil gama en que se presentan en los tiempos actuales. 

Paralelamente a todo esto, y como resultado directo de ello, la casa de Dios, que en esta era o época está constituida por la iglesia local o universal, en forma corporativa, y por cada creyente a nivel individual, cerrada y clausurada, como ya dijimos, a oscuras y llena de suciedad y basura.  

Cuando un creyente se abre al mal, la estrategia del enemigo se centra en llenar su alma y su vida toda, que debería estar llena del Espíritu de Dios y de todas las virtudes de Cristo, llena en cambio de cosas que son todo lo contrario. Así, atacando con saña y astucia malvadas, busca colmar el corazón, la mente y cuanto pueda del ser entero, de toda clase de inmundicia, maldad y perversión.

La lista completa sería muy extensa, de manea que solamente se mencionan algunas: pornografía, videos o películas por televisión que resultan sucias, o bien de crimen y terror, o de prácticas ocultistas, estas últimas generalmente disfrazadas con mucha habilidad, el amor al dinero y las cosas materiales, el cultivo de amistades íntimas con quienes no aman a Dios, la lectura de libros, revistas y periódicos de mala categoría, que en muchos casos están cargados de veneno para el alma.

Reconocemos, y  claro está, que hay libros, tal vez revistas y partes o porciones de  periódicos que pueden ser edificantes y de interés. No obstante, debemos agregar que a veces, en cambio, tanto en los unos como en los otros, puede haber tal medida de amargura, rencor, escepticismo, odio y afines como para hundir cualquier alma que se abra a esas cosas en las más densas tinieblas.

También podemos citar compromisos de negocios que hipotecan la vida y la anulan en cuanto a Dios y los verdaderos valores eternos; música de rock y otras afines en sus más crudas expresiones, habladurías y críticas agrias, especialmente de hermanos en Cristo y de siervos del Señor también, asistencia a discotecas y otros lugares peores aun,  y en suma, todo ese sinnúmero de obras de la carne que manchan y corrompen a la persona y la inutilizan para el Reino de Dios.    

En cuanto a la música mundana pervertida, se debe tener muy presente que puede ser usada por malos espíritus para causar daños incalculables.

Hace unos años, un joven que se estaba recuperando de un período de estar apartado del Señor,  fue invitado a un fin de semana con un conjunto “cristiano” de música de rock.

Una persona que lo aconsejaba espiritualmente, pero lamentablemente sin discernir el peligro, cándidamente le expresó su agrado por la invitación, pensando que le sería beneficioso relacionarse con jóvenes cristianos – que ella suponía – por su deseo de cantar himnos y canciones de alabanza, que serían fieles al Señor. 

Pero el resultado de ese fin de semana y su “comunión” con esos jóvenes fue realmente funesto; el joven en cuestión de ahí en más se alejó por completo, dejando totalmente las cosas de Dios.

Por cierto que se nos advierte en 2a. Corintios 11:14 que Satanás se disfraza como ángel de luz, y a veces música realmente diabólica, revestida de letra cristiana, puede causar muchísimo daño al que se abre a ella y la absorbe.

Por eso, en estos tiempos tan difíciles, es necesario tener los sentidos espirituales bien agudizados y ejercitados en el discernimiento del bien y el mal. 

 

Continuando ahora, la tarea de sacar toda la inmundicia del templo fue muy ardua. Uno podría pensar que trabajando en ella un buen número de sacerdotes y levitas, se podría haber acabado en un sólo día, o tal vez en unas pocas horas.  Nada de eso – les llevó ocho días! (2a. Crónicas 29. 17)  

En este sentido es preciso comprender que en situaciones de esta índole en el orden espiritual,  una mera confesión de pecado y una expresión de arrepentimiento, acompañadas de una actitud procurando “mejorar  la conducta,” de muy poco podrá valer.

Toda esa acumulación de pecado y mundanalidad, inevitablemente deja fuertes secuelas, que se traducen generalmente en ligaduras espirituales y dejan en lo hondo de la personalidad lo que podríamos llamar  “células” de maldad, odio y rencor. Por ello, se hace imprescindible un  tratamiento a fondo, basado en un profundo arrepentimiento con ese quebranto que produce el Espíritu Santo, que libera y limpia por dentro con sucesivos lavajes internos.

Reiteramos que es menester tenerlo bien claro que un trabajo ligero y superficial no vale. Debe hacerse muy a conciencia y a fondo, procurando como meta llegar a odiar, detestar y aborrecer el pecado, que tanto ofende al Señor y tanto mal le ha hecho a uno.

Interrumpimos aquí para continuar en la segunda parte.                                                                                                                                                                                                  

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