EZEQUÍAS – Un retorno ejemplar

Tercera parte

 

                                  En continuación, otra secuela de la apostasía en los tiempos inmediatamente anteriores al reinado de Ezequías, fue el abandono total en cuanto a honrar al Señor  con las primicias, los diezmos y las ofrendas. Esto hizo que los sacerdotes y levitas, que debían ser sostenidos con los mismos, quedasen desamparados y sin sostén, lo cual presentaba un cuadro desolador, que deshonraba grandemente al Señor.

                                  Plenamente consciente de la necesidad y urgencia de remediar tal situación, Ezequías no tardó en actuar. Y lo hizo como se debe hacer: primero con su propio ejemplo, y después con la exhortación a los demás, que así tenía real solvencia.

Empezó por contribuir generosamente de su propia hacienda y a continuación mandó al pueblo que diese las porciones correspondientes para los sacerdotes y levitas, para que ellos pudiesen así desempeñar su cometido según lo prescrito por la ley de Jehová dada por intermedio de Moisés.

Con el respaldo de su ejemplo, esto surtió tal efecto, que tanto en Jerusalén como en las ciudades de Judá, adonde había venido un buen número de hijos de otras tribus, el pueblo dio de forma generosa y abundante las primicias, ofrendas y los diezmos.

Así el sumo sacerdote Azarías, del linaje de Sadoc, dio este testimonio:

“Desde que comenzaron a traer las ofrendas a la casa de Jehová, hemos comido y nos hemos saciado, y nos ha sobrado mucho, porque Jehová ha bendecido a su pueblo y ha quedado esta abundancia de provisiones.” (2a. Crónicas 31: 10)

Al decir esta abundancia de provisiones, se estaba refiriendo a los  montones acumulado, y acerca de los cuales Ezequías les había preguntado a los sacerdotes.

Como muestra de una sabia mayordomía, Ezequías dispuso que se preparasen cámaras dentro del templo, y en las mismas depositaron todo ese excedente de primicias, ofrendas y cosas consagradas. Además se dio el cargo de toda esta abundancia a levitas fieles y responsables, para que velasen porque se diese a cada uno puntualmente su porción, tanto al mayor como al menor.

Y con esta meta de fidelidad, honradez y generosidad en las cosas materiales, la restauración alcanzó la hermosa meta de un cumplimiento total, que comenzó en los corazones y se propagó por todas las esferas de la vivencia, individual y comunitaria del pueblo de Dios.

Como comentario final de esta sección, el relato inspirado de 2a. Crónicas consigna lo siguiente:

“De esta manera hizo Ezequías en todo Judá, y ejecutó lo bueno, recto y verdadero delante de Jehová su Dios.”

“En todo cuanto emprendió en el servicio a la casa de Dios, de acuerdo con la ley y los mandamientos,  buscó a su Dios, lo hizo de todo corazón y fue prosperado,” (31:20.21)

Aunque volveremos más adelante sobre el aspecto personal de la trayectoria de Ezequías, aquí no podemos menos que rendir tributo a u ejemplo, tan inspirador y edificante. Recibiendo el reino virtualmente en ruinas, como ya hemos visto, con su denuedo, rectitud e integridad de propósito, con la gracia de Dios supo transformar la situación de la forma más absoluta. Así las tinieblas dieron paso a la luz, y el pueblo sobre el cual le tocó reinar pasó a vivir en fidelidad al Señor con paz, armonía, abundancia y gozo.

Bien podríamos orar:

“Señor, danos gobernantes y reyes de esta estirpe en estos tiempos de tanta decadencia.” Amén.

 

La invasión de Senaquerib y los embajadores babilónicos.

Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib, rey de  los asirios, e invadió a Judá.” (2a. Crónicas 3:1)

Sucede a veces que precisamente después de mostrarse obediencia y fidelidad al Señor, Él permite fuertes pruebas, como ésta que le tocó  enfrentar a Ezequías ante la invasión del formidable ejército del emperador asirio.

Si las enfrentamos  con fe y entereza, Dios siempre dará la salida, y al final de cuentas resultarán de un positivo enriquecimiento en todos los niveles.

En esta crisis Ezequías obró con mucho temple y sabiduría. En la parte práctica, hizo cortar los suministros de agua que estaban fuera de Jerusalén, y que habrían sido tan útiles y bien aprovechados por el enemigo invasor. Además, edificó los muros caídos  fortificó la ciudad, haciendo alzar las torres y levantando otro muro por fuera, aparte de pertrechar también a su ejército con mucho armamento,

     También se cuidó de no dar ninguna muestra de temor o desaliento que pudiera desanimar al pueblo, sino que por el contrario, les habló palabras de ánimo y de fe en el poder de Dios, Quien estaba a favor de Su pueblo Israel.

Así el pueblo tuvo confianza en su rey, que en esta coyuntura demostró ser muy valiente y aguerrido.

              Pero, más importante que todo esto, puso su confianza él mismo en el Dios de Israel y no en los recursos materiales que tenía a su disposición, que en realidad eran casi insignificantes ante el poderoso potencial bélico de los asirios. Y en esa confianza oró clamando junto con el profeta Isaías con todo fervor para que el Dios de su pueblo los liberase y les diese la victoria.

           Su oración fue oída y como repuesta el Señor dio una liberación asombrosa. El enorme ejército asirio fue destruido por el Ángel del Señor sin que Judá tuviese que pelear para nada, y el rey Senaquerib, que había declarado con toda arrogancia que Dios, de ninguna manera los podría librar, se retiró a su tierra  avergonzado, y en el mismo templo de su dios tuvo un fin trágico al se asesinado por sus propios hijos,

        En suma, un milagro grandísimo del Señor, digno de figurar entre los mayores de la historia de Su pueblo. Y entrelazado en la narración, el contraste absoluto entre el que teme y honra a Dios, y quien se rebela con altivez contra Él. Bien se nos condensa esto en el último versículo del Salmo 1:- “Porque Jehová conoce el camino de los justos; mas la senda de los malos perecerá.”  

                 

Los mensajeros de Babilonia.-

Otro acontecimiento de importancia en su reino fue la visita de los mensajeros de Babilonia, en parte con cartas y presentes con motivo de haber sanado de su enfermedad. (Isaías  39:1) pero también para ver y enterarse bien de la gran prosperidad y riqueza imperantes en Judá. (2a. Crónicas 32:27-31)

Regocijándose con ellos, cometió la indiscreción de mostrarles todos los tesoros de su casa y de sus dominios, no contando con que en una fecha futura las huestes del imperio babilónico vendrían a destruir, saquear y llevarse cuanto objeto valioso encontrasen.

Cuando se nos honra con bendiciones ya sea materiales o espirituales, como norma general no es sabio desplegarlas ni darles publicidad. Hacerlo muy bien puede ser un indicio de vanidad y puede traer malas consecuencias.

 

Evaluación de la vida de Ezequías

La narración d 2a. Reyes contiene estas palabras en cuanto a él:-”En Jehová DIos de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová y no se apartó de él.” (18: 5-6)

Esto lo coloca entre los verdaderamente grandes, y sin embargo en 2a. Crónicas 32: 25 hallamos algo extraño e inesperado, que no aparece ni en 2a. Reyes ni en Isaías, y que sucedió después de haber sido sanado de su enfermedad.

“Mas Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se enalteció su corazón, y vino la ira contra él, y contra Judá y Jerusalén.”

Aunque no se conocen detalles, cabe suponer que ocurrió como consecuencia de las riquezas y gloria que tuvo “muchas en gran manera” (2a. Crónicas 32: 27) y de haber sido engrandecido delante de todas las naciones (32:23) Afortunadamente, se humilló en arrepentimiento y la ira de Dios fue postergada.

Conviene señalar aquí dos sencillas pero importantes conclusiones: la una es saberse cuidad y andar en humildad  más que nunca en la época del éxito y la bendición, sin permitir para nada que se nos infiltre un espíritu triunfalista y vanidoso.

La otra es saber cultivar un correcto sentido de autocrítica, que nos permita advertir y admitir nuestros errores y desviaciones con prontitud y volvernos arrepentidos al Señor. Ezequías, al igual que David, tuvo esta virtud que le valió de mucho; por lo contrario, Salomón, Uzías, Asa, Saúl y otros no la tuvieron, y les costó muy caro y los llevó a un mal fin.

Interrumpimos a esta altura para concluir sobre el tema en la cuarta parte.

F I N