El olivo, la higuera, la vid
la zarza, el cuervo, la paloma
y Cristo en nosotros.
2a. parte
Continuamos con la zarza.
Ya que no les quedaba otro remedio, optaron por extenderle el ofrecimiento a la zarza. Ésta ¿cómo no? lo aceptó de buen grado, pero por la forma en que se desarrolla el relato en todo el resto del largo capítulo nueve de Jueces, vemos los resultados caóticos y desastrosos que produjo.
La zarza es silvestre, y si bien tiene hojas grandes y llamativas, no sirve como alimento, sobre todo por las muchas espinas que tiene.
Se puede hacer una  tortilla de espinaca o de acelgas, pero hay de quién intente hacerlo con zarza!
De aquí pasamos al relato de Génesis 8:6-12.
El cuervo.-
“Sucedió que al cabo de cuarenta días Noé abrió la ventana del arca que había hecho, y envió un cuervo, el cual salió y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron sobre la tierra.”(8:6-7)
Es bien sabido que el cuervo es un ave de presa, al igual que el águila y otras similares, que van en busca de carne de cadáveres para devorarlos. (Ver Job 39:27-30 y Lucas 17:37)
Ese yendo y viniendo del cuervo nos hace pensar en vidas de creyentes carnales, que muchas veces se ven afectados por poderes diabólicos, con síntomas de pesadillas, temores anormales, ligaduras de distintas clases, etc. y sin que se den cuenta del por qué.
Casi siempre la razón no es otra que su carnalidad, que de por sí atrae a esos pajarracos espirituales, los cuales a menudo, con picotazos crueles, los tienen a mal traer.
No moran dentro de ellos de forma permanente, sino que vienen y van, haciendo de las suyas.
Más de una vez hemos sabido de casos de quienes, para      solucionar el problema, proceden a reprender y supuestamente expulsar esas fuerzas demoníacas. 
Como resultado, se experimenta un cierto alivio, pero más tarde se advierte que el mismo es transitorio, y a poco se repite el problema.
La causa de que así sea estriba en el hecho de que no se ha procedido a tratar con la raíz,  sino más bien con las consecuencias, es decir, no con las causa, sino con los efectos.
Para ilustrarlo mejor, en nuestra prédica oral en varias ocasiones hemos utilizado un sencillo ejemplo aclaratorio.
Hace un buen número de décadas, en una de nuestras primeras visitas a España, nos alojamos en La Línea de la Concepción (Cádiz).
En aquel entonces, la basura, sobras de comida, etc., se solían colocar por la noche en bolsos de plástico sobre la acera para que el camión recolector se las llevase.
Sentados a la mesa disfrutando de una agradable tertulia,  descubríamos, no obstante, que los gatos del entorno bien pronto se acercaban, oliendo las sobras de comida, rompían los bolsos y devoraban cuánto pudieran, dejando un tendal muy desagradable.
Recordando esto, hemos dicho que, en tales casos, reprender y gritarle a los gatos para que se marchasen, no habría sido el remedio eficaz, toda vez que, al rato, volverían para seguir causando estragos en la acera.
Resulta harto evidente que lo único sensato habría sido quitar esa basura y esas sobras de la acera, y dejarla bien limpia, de forma que  los gatos no encontrasen en ella nada que los atrajese.
Esto va en consonancia con Efesios 4:27 – “…ni deis lugar al diablo.”
A pesar de ser todo esto tan sencillo y elemental, llama la atención que algunos no lo entiendan,y, en vez de aconsejar que se ponga la casa en orden, quitando cuanto sea de la carne, se lanzan a la agotadora y estéril tarea de reprender a los demonios y mandarles que se vayan.
Haciéndonos eco de las palabras de Pablo en 2a. Timoteo 2:7, consideremos bien lo antedicho, y el Señor nos dé entendimiento en todo.
La paloma.-
El resto del pasaje de Génesis en que estamos, tiene que ver con la paloma ante el descenso gradual de las aguas.
Al permitir Noé que saliese a volar, la primera vez, después de revolotear bastante, regresó al arca, seguramente bastante cansada, no habiendo hallado dónde sentar su pie.
Fue entonces que Noé hizo algo muy sencillo y lógico, pero al mismo tiempo muy significativo.    
  “Entonces él extendió su mano, y tomándola, la hizo entrar consigo en el arca.” (8:9b)                                                                                                                                                                       
Simbólicamente, vemos en esto el mundo hostil y pecaminoso en que nos encontramos, y en el cual no hay ningún lugar para el Espíritu Santo de Dios.
Sin embargo, en la verdadera iglesia de Cristo – no los edificios de ladrillos y hormigón, sino en las vidas de hombres y mujeres realmente renacidos – representada en este caso por el arca,  por cierto que hay lugar para Él, y como Noé en aquel entonces, le damos la más sentida y cálida acogida, diciendo:
Bienvenida bendita Paloma de Jehová!   
Siete días más tarde Noé volvió a enviar la paloma fuera del arca. 
  “Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde, y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico.”
Vemos un progreso y algo que parece un detalle sin ninguna importancia, pero que sin embargo no deja de ser significativo.
El olivo no es de los árboles más altos; el eucalipto, el roble, el cedro y muchos más tienen mucha más altura.                                                                                                                                La paloma bien podría haberse traído en el pico una hoja de cualquiera de ellos. No obstante, al traer una del olivo le daba a entender a Noé que las aguas ya habían descendido considerablemente. Noé, claro está, lo entendió así.
Además, hay un fino detalle adicional: la paloma no trajo una hoja de algarrobo, ni siquiera la de un peral o un manzano, sino con la del olivo, en estrecha relación con el aceite de la unción.
Esto constituye un oportuno recordatorio de que cuanto hagamos, de palabra o de hecho, para que tenga validez a los fines eternos, deberá imprescindiblemente estar ungido con ese aceite fresco y santo de la unción. Busquemos que ella esté presente en todas nuestras labores para el Señor.
Pasaron otros siete días y Noé volvió a enviar la paloma. Nuestra mente, que como ya habrá advertido el lector, a veces tiende a ser algo ocurrente, se pregunta si ¿tal vez de este relato tan interesante haya surgido la inspiración de la suelta de palomas, que las entidades colombófilas suelen efectuar regularmente para el recreo y la satisfacción de sus aficionados?
Lo cierto es que la paloma esta vez no volvió al arca. Por fin encontró dónde posarse, y  esto, insensible pero inevitablemente, nos lleva al punto siguiente y final.
Cristo.
Juan el Bautista, al anunciar a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, declaró que él anteriormente no lo había conocido, pero que el que lo había enviado le había dado una clara señal.
No tenía que preocuparse por el color del cabello, si era de poca o gran estatura, delgado o de peso normal. Lo único que tenía que hacer era esperar el momento en que apareciese un hombre sobre el cual descendía el Espíritu y permanecía sobre Él. (Juan 1:33) Ése sería el que él esperaba.
Este descenso del Espíritu fue  de forma corporal, como paloma, según se nos dice en Lucas 3:22. De ahí la relación que estamos trazando,  en la cual resulta el hecho de que permaneció sobre Él.
Fue en la ocasión de Su bautismo en agua, y como sello de Su ungimiento para toda la magna obra que tenía por delante.
Resulta maravilloso pensar que ese mismo Espíritu Santo del Dios viviente, pudo reposar sobre la persona del Hijo Amado, y permanecer en Él de ahí en más por todo el resto de Su trayectoria terrenal.
Nunca una hora de apatía o desgano, nunca un deseo de tomarse un día libre para andar a Su antojo, nunca una palabra fuera de lugar de la cual tuviera que arrepentirse más tarde, y pedir disculpas a alguien por haberlo ofendido.
En fin, en todo y por todo, una vida de la más acabada perfección – una vida como ninguna otra se ha visto jamás, ni se volverá a ver en el planeta en que estamos.
Es una parte importante de la obra del Espíritu Santo el revelar la hombría perfecta y gloriosa de Cristo a los Suyos. Lo hace con el doble fin de que, por una parte lo admiremos y amemos más, y por la otra, que sintamos un anhelo noble y santo de ser como Él.
Cuando lo contemplamos por el Espíritu Santo en Su gracia y hermosura, insensiblemente algo de Su persona maravillosa se va plasmando gota agota, hora a hora, día a día, en nuestro carácter y disposición.
Pablo escribió bastante en ese sentido.
  “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2a. Corintios 3:18)
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.” (Gálatas 2:20)
“…para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Efesios 3:17)
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.”(1a. Corintios 11:1)
Son varias formas distintas de enfocar el mismo tema de que la semejanza de Cristo se plasme en nuestras vidas, que, como hemos puntualizado en reiteradas oportunidades, es el fin primordial para el cual hemos sido creados y redimidos.
Sólo una vida como la de Él, el varón perfecto, nos puede llevar a sentirnos y sabernos plenamente realizados.
Toda vez que por nuestros hechos o palabras distemos de serlo, supondrá desde luego una buena dosis de frustración, desánimo, y aun desengaño.
No obstante, si nos reponemos y perseveramos con fe y firmeza, comprobaremos la fidelidad del Espíritu Santo, Quien nos alentará, y seguirá llevando adelante, gradualmente, Su obra para ese fin primordial de que seamos conforme a la imagen de Cristo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos.”(Romanos 8:29)
Al acercarnos al final de esta segunda parte, experimentamos la osada satisfacción de haber logrado en ella, como así también en la primera, nuestra pieza más reñida con los dictados de la homilética normal y corriente, tal como se la inculca en los institutos de enseñanza bíblica. 
Hace algo más de ocho decenios también la aprendimos nosotros, pero también hace ya unos buenos años aprendimos a no atarnos a ella.
Sepa perdonarnos el lector que pudiera ser muy allegado a ella!
Concluimos con una oración telegrama:-
Padre Celestial, zarza y cuervo NO; olivo, higuera y vid SÍ, Paloma también, y sobre todo CRISTO EN MÍ. Amén.
F I N