Capítulo 9

Primera parte

El Bautismo en el Espíritu Santo

“´-el os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” (Mateo 3:11 y Luca 3:16)

El bautismo en el Espíritu Santo ha sido un tema que, por mucho tiempo, ha dado lugar a no poca controversia en el ámbito de la iglesia de Cristo.
Debemos reconocer, por empezar, que es una promesa para los hijos de Dios, que aparece tanto en los cuatro evangelios como en el libro de Los Hechos.
La postura de que esa promesa tan reiterada fue algo con miras al día de Pentecostés solamente, y que en esa ocasión sucedió de una vez para siempre para toda la iglesia de todos los tiempos, no nos parece convincente.
Por una parte, tenemos una ocasión posterior en el libro de Los Hechos. Efectivamente, al explicar Pedro en Jerusalén a los ancianos y demás reunidos lo que había acaecido en la casa de Cornelio, diciendo que el Espíritu Santo había caído sobre los que oían su discurso, y esto de la misma manera que en Pentecostés al principio, agregó:
“Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.” (Los Hechos 11:16)
Es decir, que él identificaba lo que allí había acontecido, como otro cumplimiento de la misma promesa, y además atestiguaba que había sido exactamente igual a lo experimentado por él y los demás apóstoles en Jerusalén el día de Pentecostés.
Por otra arte, está el hecho incontrovertible de los muchos siervos y siervas e hijos e hijas de Dios a lo largo de la historia, que han tenido esa misma experiencia, aunque con matices distintos.
Quizá lo que más ha contribuido a convertirlo en un tema polémico, haya sido la insistencia por parte de algunas vertientes del cuerpo de Cristo, de que es una experiencia que necesariamente debe darse con el sello de un determinado don – concretamente el de lenguas.
Es harto sabido y comprobado que muchos siervos muy dignos y que incuestionablemente han sido muy usados por el Señor, han tenido la experiencia del bautismo del Espíritu Santo, pero sin que se manifestase ese don.
Adicionalmente, no siempre los que han manifestado haber experimentado el bautismo de esa forma, han ostentado el testimonio ni la calidad de vida que sería dable esperar, lo que ha movido a no pocos a ver las cosas con cierto escepticismo.
No obstante, para se justos también debemos señalar que, como no podría ser de otro modo, hermanos y hermanas en Cristo que han recibido el auténtico bautismo en el Espíritu Santo, han visto sus vidas espirituales revolucionadas y revitalizadas ricamente en una gran variedad de sentidos.
Nos proponemos tratar el tema de una forma inusual, viendo en el bautismo siete facetas distintas. Todas ellas están claramente enmarcadas en el Nuevo Testamento, y nos permitirán verlo en una proyección mucho mayor, como, lo que nos atrevemos a llamar, el bautismo séptuplo, o más sencillamente el siete en uno.
No se asuste el lector u oyente, que esto no es una doctrina estrafalaria, sino, como irá viendo, sera tomar la visión de este tema en la panorámica total que nos brinda el Nuevo Testamento.
Para apoyar lo que pasaremos a presentar , haremos una breve introducción explicativa.
Entre las siete columnas de la unidad que Pablo nos presenta en Efesios 4:5-6, figura un bautismo en el singular.º
Por otra parte, en Hebreos 6:2 lo encontramos en el plural: “la doctrina de bautismos”. La sugerencia que alguien ha hecho de que la palabra aquí podría ser ablusiones no tiene consistencia, pues cualquiera puede verificar que el vocablo empleado en el original griego es incuestionablemente bautismos.
Paralelamente, en el mismo pasaje de Efesios 4 Pablo pone un Espírituen singular, mientras que en Apocalipsis 1:4, 3:1, 4:5 y 5:6 figura “los siete espíritus.”
Desde luego que la interpretación literal de que se trata de siete Espíritu Santos distintos resulta totalmente inadmisible, y en su lugar se debe interpretar de que se trata del un Espíritu de Dios, en su aspecto completo, teniendo en cuenta que en las Escrituras el número 7 siempre, o casi siempre, nos habla de algo completo y perfecto.
Para mayor abundamiento, esto lo tenemos reflejado en Isaías 11:2, que citamos a continuación:
“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová (1) Espíritu de sabiduría (2) y de inteligencia (3)Espíritu de consejo (4) y de poder (5) Espíritu de conocimiento (6) y de temor de Jehová.(7)”
Siguiendo este paralelo, nos proponemos presentar el bautismo en siete dimensiones o facetas, todas ellas parte de un todo completo que encontramos en el Nuevo Testamento.
En estas siete facetas o dimensiones, desde luego que no se entra todo de golpe y de un principio. Normalmente es después de algún tiempo de crecimiento y maduración, y también debemos puntualizar que no todos ni mucho menos llegan a absorber y apropiar la totalidad, y vivir en la esfera de sus muchos beneficios.
También anticipamos que, por pertenecer al título del presente capítulo y a las palabras de Juan Bautista a las cuales corresponde, nos hemos de centrar con mayor amplitud en la tercera y cuarta faceta – “en Espíritu Santo y fuego.”
No obstante, comenzamos por el bautismo en agua.

1) Bautismo en agua.-
Como ya señalamos, debemos aceptar que el mismo sea por inmersión, entre otras razones por corresponder mejor a lo que en verdad simboliza, y que iremos viendo más adelante.
Fue claramente establecido por el Señor Jesús según consta en Mateo 28:19 y Marcos 16:16, y es un testimonio público de dejar atrás la vieja vida y emprender un camino nuevo, amando, obedeciendo y sirviendo al Señor.
En los muchos casos que se nos consignan en el Nuevo Testamento, se lo administraba casi inmediatamente después de la conversión o profesión de fe.
Sin embargo, algunos que en los últimos tiempos, y quizá antes también, para ceñirse estrictamente a las Escrituras lo han practicado de esta manera, se han encontrado en general con resultados desfavorables. En efecto, los bautizados con tanta prontitud no han dado posteriormente señales de un verdadero renacimiento.
El bautismo de Saulo de Tarso, como todavía se lo llamaba, nos da claros indicios de la solemnidad con que debe tomarse. Después de tres días sin comer ni beber, se encontraba muy debilitado físicamente. No obstante, una vez recobrada la vista por la oración de Ananías, quiso proceder primeramente a ser bautizado, y solamente después de haberlo hecho pasó a comer y beber.
Además, el vio en el bautismo un profundo sentido que más tarde explicó en sus escritos – mayormente en Romanos 6 – y que más adelante examinaremos más detalladamente.
¿El bautismo en sí tiene una virtud especial, o imparte una gracia particular?
La respuesta es no en un sentido, pero sí en otro.
Si se lo administra esperando que, como consecuencia, se podrá superar algún problema pendiente, o que se logrará una mayor medida de fe o espiritualidad, generalmente se verá que eso no sucede.
El bautismo es, entre otras cosas, un testimonio externo de una transformación interna, y quien no ha experimentado esta última, creemos que no debe ser bautizado.
Ahora bien, en la parte positiva tenemos los casos de quienes, por la fe en Jesucristo, han experimentado un cambio claro y visible, el cual refleja la nueva vida en Cristo.
Quienes en estas condiciones dan el paso de bautizarse, seguramente que habrán de recibir la bendición que siempre resulta de la obediencia. Por el contrario, quienes lo postergan sin razón valedera – como podría ser, por ejemplo, un problema de salud – se verán retardados en su crecimiento espiritual.
El padre de quien esto escribe, que hace unos años partió a estar con el Señor, desde la temprana edad de unos doce años fue cautivo del vicio de fumar. Por años luchó contra el mismo, en algunos caos incluso con consejería y prescripción médica.
No obstante, todo eso resultó en vano. Con todo, leyendo a diario la palabra y seguramente merced a las insistentes oraciones a su favor de su esposa – mi difunta madre – y otros familiares, se fue despertando en su ánimo un deseo muy grande de convertirse y pertenecer al Señor.
Poco antes de Semana Santa del año 1960, se presentó ante los dos jóvenes que como ancianos, presidían una pequeña congregación en la población de su residencia, con el fin de solicitar el bautismo.
Ellos sabían que todavía no había podido dejar de fumar. La norma en eso casos era postergar el bautismo, pero su sinceridad y deseo de ponerse a cuentas con el Señor eran tan claras, que sintieron que debían acceder.
Por lo tanto, ese mismo Domingo de Pascua procedieron a bautizarlo. Para él era un paso muy grande, pues en esa pequeña localidad en que residía era muy bien conocido y respetado, e identificarse públicamente con el pequeño núcleo de evangélicos, significaba exponerse a la crítica y la burla de vecinos y conocidos.
No obstante, su determinación era bien clara y firme, y, después de salir de las aguas, nunca más en su vida volvió a fumar, y ni siguiera tuvo el menor deseo de hacerlo.
En esto vemos que recibió una gracia especial por su bautismo, pero la misma se debió a su sinceridad y el firme propósito con que quería obedecer al Señor, y poner su vida totalmente en las manos de Dios.
A pesar de este caso, tan favorable e instructivo a la vez, hemos de decir que, en la gran mayoría de los casos, quienes se han bautizado antes de dejar de fumar, posteriormente tampoco han podido dejar de hacerlo.
Y esto demuestra que en la administración del bautismo, como así también desde luego en toda la gama de la vida cristiana y del ministerio, se debe ser guiado por el Espíritu Santo en cada caso particular. Él es de los siete ojos, que todo lo escudriña, y Él conoce mejor que todos nosotros los verdaderos deseos y las intenciones y motivaciones del corazón.
Un último punto sobre el bautismo en agua. El Señor Jesús, a continuación de Su bautismo, fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, donde fue tentado por Satanás, aunque en vano. (Lucas 4:1-2)
A través de los años, hemos observado que muchos creyentes, sin ser necesariamente ser llevados expresamente para ello por el Espíritu Santo, han sido atacados por el enemigo muy poco después de haber sido bautizados.
La principal razón estriba en el hecho de que, con el bautismo uno asume una postura de identificación con Cristo ante el mundo que nos rodea. Satanás desde luego que odia semejante testimonio, y junto con sus huestes demoníacas se empeña en combatirlo y tratar de frustrarlo con cuanto sutil y malvado recurso pueda.
Por esa razón, resulta muy aconsejable instruir y fortalecer a quienes han de bautizarse, incluso advirtiéndoles que a breve plazo, podrían tener que enfrentar serias tentaciones y ataques del enemigo.
Fraccionamos aquí para continuar en la segunda parte.

FIN