Del Antiguo al Nuevo
Capítulo 7
Segunda Parte

En continuación desde donde dejamos al terminar la primera parte, y a la vez retomando el hilo central, volvemos a subrayar cuán privilegiados somos, por estar dentro del régimen actual de la gracia, el cual nos ha legado el Señor Jesús en el nuevo pacto.
No por méritos propios, ni por metas alcanzadas en nuestra trayectoria, sino por pura gracia somos depositarios de un tesoro inmensamente superior al que acordaba la ley mosaica, y se lo debemos al Señor Jesús, Quien tiene tanto mejor ministerio, como mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. (Hebreos 8:6)
Volviendo ahora al encuentro de Jesús con Nicodemo, éste, al dirigirse al Señor, lo reconoció como uno que había venido de Dios como maestro.
Cuánta razón tenía, y que Maestro maravilloso es Él en verdad!
Su elección del símil del nacimiento natural para hacerle entender que, espiritualmente, eso le debía pasar de nuevo a uno para poder ver el reino de Dios, encierra un rico paralelismo que es muy aleccionador y de mucha inspiración.
Miremos los puntos más importantes del mismo:-
1) Antes de nacer, la criatura en la matriz de la madre está completamente a oscuras. Al nacer, irrumpe en un lugar inundado de luz, donde nunca había estado.
De ahí la expresión dar a luz o alumbrar a un niño.
“…para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz…” (Los Hechos 26:18)
2) Mientras está en la matriz, si bien el corazón de la criatura late, todavía no respira, y apenas se percibe un vestigio muy leve de aliento. Al nacer, lo primero que se hace es comprobar si respira, y en caso negativo la partera suele darle unas suaves cachetadas en las nalgas. Esto hace que al llorar se le destaponen y abran las vías respiratorias, y así puede aspirar el aliento de vida.
Qué analogía preciosa! Es sólo cuando se llega al punto del nacimiento que el alma recibe el soplo de vida del Espíritu de Dios, y así como en lo natural de ahí en adelante se ha de vivir merced a ese aliento de las narices, en lo espiritual se ha de vivir y andar por el Espíritu de vida, del cual se ha nacido y ha penetrado a morar en las entrañas.
3) Cuando se avecina el parto, es importante que la posición de la cabeza de la criatura sea la correcta. Si no está inclinada y hacia abajo, para un parto satisfactorio se hace necesario un manipuleo que la ubique correctamente.
La cabeza inclinada o gacha nos habla de un estado de contrición que nos hace comprender nuestra gran necesidad de la misericordia de Dios, a la par que nos hace sentir totalmente indignos e inmerecidos de ella.
Quien tal vez por considerarse menos pecador que la mayoría, o que los más necesitados, no ha alcanzado ese estado de humillación, difícilmente podrá llegar a un genuino renacimiento.
4) Durante el embarazo, la criatura se encuentra rodeada de lo que podemos llamar un colchón de agua, que tiene la importante función de protegerla contra cualquier golpe imprevisto o accidental que la pudiera dañar.
Hacia el final del embarazo, ese colchón se rompe y las aguas se derraman, lo cual normalmente da una clara señal de que el alumbramiento es inminente.
El agua representa la palabra de Dios – ver por ejemplo Efesios 5:25-26:- “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.”
En casi todos los casos, ha sido sembrada en un alma, u oída por ella. Aun cuando a esta altura no ha llegado a la conversión, la misma le sigue y persigue en su camino. Mas llega un punto en que, al igual que las aguas de la madre se derraman, esa palabra corre a raudales y le habla abundantemente y con gran urgencia.
“Ésta es la hora. No puedes postergar más tu respuesta. Tal vez no tengas otra oportunidad como ésta. No puedes seguir sintiéndote neutral. Hoy debes decidirte de una buena vez. Seguir demorando podría ser fatal. Ahora – ya – debes dar tu vida a Cristo. El te aguarda ansioso para darte el perdón y la nueva vida en Él que tanto necesitas. No te detengas – no esperes más.”
Cuando se llega a ese punto, es señal inequívoca de que el nuevo nacimiento está a punto de acontecer.

5) Las contracciones que experimentan las madres, comúnmente llamadas dolores de parto, tienen el fin de enanchar el conducto a través del cual ha de irrumpir el bebé. Cuando esto se aproxima, la partera suele, con el propósito de ayudar a la madre a dar a luz, exhortarla con palabras como éstas:
“Empuja, mujer, empuja y tendrás la criatura.”
Es claro que empujar cuando el dolor es tan intenso no es nada fácil, pero a pesar de ello, la madre debe alinearse con el poder y principio de vida que desde adentro pugna por salir, empujando con las dos manos a la criatura para que salga. Esto va en contra de su deseo normal, debido a que aumenta el dolor, pero es la forma más expeditiva de lograr el tan deseado alumbramiento.
No son pocas las veces que a un alma, por su propia estrechez, le cuesta llegar al punto de renacer. En esa situación, aunque su orgullo, amor propio, y posibles complejos se resistan y le duela, deberá “empujar” para que la nueva vida pueda abrirse paso y se pueda llegar a un feliz renacimiento.

6) Al nacer la criatura, lo más normal es que casi en seguida se le oiga llorar. Uno que no sepa el por qué podría comentar:
“Vaya manera de comenzar la vida! Si ya empiezas llorando, qué sera cuando tengas veinte años!”
Pero hay una razón muy importante para ese llorar. Como anticipamos bajo el segundo punto, tiene el propósito de abrir las vías espiratorias, que generalmente se encuentran contraídas al nacer.
Apenas hace falta que acotemos que esto nos habla del corazón contrito, el cual irrumpe en ese llorar de arrepentimiento, el cual, por así decirlo, descongestiona el conducto espiritual, permitiendo así que la nueva vida en el Espíritu comience a manifestarse.
Aunque este puto guarda una relación estrecha con el segundo, nos presenta otro aspecto del mismo – el arrepentimiento, que nunca ha de faltar en una conversión genuina.

7) Este último punto es uno de contraste. En efecto, en el nacimiento natural no hemos tenido voz ni voto. Ninguno de nosotros ha podido hacer de antemano una elección, optando por nacer y venir a ese mundo. En cambio, ha sido por disposición divina del Supremo Creador, valiéndose de la unión y el amor matrimonial de nuestros padres, que nos ha dado la vida, junto con el privilegio y la responsabilidad que ello conlleva.
En el segundo nacimiento no es así. Ante la invitación del amor y la gracia del evangelio de Cristo, tenemos la opción de aceptarlo de buen grado y entrar en vida nueva y la salvación eterna, o bien rechazarlo, y permanecer así en tinieblas, y seguir muertos en delitos y pecados.
Que ningún lector u oyente que no haya renacido opte por esta segunda alternativa. Y que tampoco haya quien ha estado vacilando por bastante tiempo, de modo que coincida con lo que se dice de Efraín en Oseas 13:13:-
“…es un hijo no sabio, porque ya hace tiempo que no debiera detenerse al punto mismo de nacer.”

F I N