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Un querido consiervo residente en el país vasco nos preguntó en el mes de Marzo pasado si estábamos considerando escribir otro libro. La respuesta fue que nada de eso teníamos previsto. Casi irónicamente diríamos, al día siguiente comenzó a bullir en nuestra mente la palabra inescrutable, y de las cuatro veces que aparece en las Escrituras, empezaron a brotar en abundancia cosas que nos movieron a comenzar los manuscritos de éste, nuestro
decimocuarto libro.

En primer lugar pasamos a citar los cuatro versículos en que aparece la palabra. En el Salmo 145: 3 se declara del Señor Jehová que Su grandeza es inescrutable. Lo mismo se afirma en cuanto a Sus obras en Job 5:9, a Sus caminos en Romanos 11:33 y a las riquezas del evangelio de Cristo en Efesios 3:8.
Nos tememos que muchas veces se tiene una idea aproximada del significado de una palabra determinada, pero no se la comprende en todo su sentido y alcance. En un tomo que contiene antónimos y sinónimos hemos 11 encontrado los siguientes vocablos presentados como del mismo significado: incognoscible, impenetrable, indescifrable e insondable.

Con todo, al tratar de explicar y definir lo que resulta inescrutable, nos tomamos un atrevimiento muy grande: el de prescindir de toda explicación y definición dada por los diccionarios. Antes de dar el por qué nos apresuramos a aclarar que a lo largo de nuestra vida hemos hecho un buen uso de
varios diccionarios, entre ellos el ilustrado de Sopena, en su cuarta edición de 1930, el Usual de la lengua española de
Larousse, y en alguna menor medida el de María Moliner y el de la Real Academia Española. En inglés nos hemos valido del ChambersTwentieth Century Dictionary y el combinado de Collins y Thesaurus entre otros, todos los cuales nos han servido de forma inestimable en nuestra modesta formación, tanto para la prédica oral como para las obras que llevamos escritas.

Pero en el terreno particular que nos ocupa – lo inescrutable de un Dios, un Cristo y un Espíritu Santo de infinitud absoluta y eterna – se hace necesario echar mano de lo que nos dice y enseña la Biblia – el sagrado libro que se nos ha legado – y examinar en ella Sus obras portentosas y maravillosas, Sus caminos insondables, Sus riquezas inescrutables, y asimismo la fuente de la cual brotan todos ellos, es decir Su grandeza, también inescrutable, e increíble, esto último como a su debido tiempo veremos ampliamente ejemplificado.

Desde luego que no pretendemos hacerle plena justicia a toda esa grandeza. El mero hecho de que somos finitos y 12 de recursos limitados, hace que nos resulte imposible describir cabalmente lo que es infinito e ilimitado. Con todo, buscando humildemente la guía e inspiración de lo alto, procuraremos ir plasmando lo que hemos ido aprendiendo en el correr de no pocas décadas, para presentar nuestro pequeño cuadro – digámoslo así – de la grandeza y gloria sublime de nuestro incomparable Trino Dios, y de Sus obras, caminos y riquezas.
El mismo se asemejará a una pequeña piedra o roca, en comparación y contraste con una gran montaña cuyo pico elevadísimo apenas se logra divisar. No obstante confiamos que el Señor, en Su condescendiente gracia y caridad, se digne valer del mismo para nutrir, edificar y enriquecer la vida de aquéllos a cuyas manos haya de llegar el libro.

Como hasta el presente seguiremos tratando de que se lo ofrezca a un precio tan módico, que prácticamente lo ponga al alcance de todo bolsillo. Y también como hasta el presente seguiremos destinando lo que se recaude de la venta para donar a la obra del Señor, según Él nos vaya indicando.
Finalmente, antes de adentrarnos en el vasto e inagotable tema que nos hemos propuesto, queremos dar un pequeño testimonio de lo bien que personalmente nos ha hecho y nos sigue haciendo, el saber que tenemos un Dios de semejante grandeza y perfección. Además de sentirnos altamente agraciados y llenarnos de gozo, nos comunica una seguridad y confianza absoluta de manera que podemos hacernos pleno eco de las palabras de Pablo en Filipenses 1:6 “estando persuadido de esto, que el que 13 comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” De un Dios como el nuestro, no podemos ni debemos esperar nada menos que eso: un final precioso y perfecto.