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Nuestro anhelo de seguir en la brecha mientras contemos con salud razonable y las fuerzas necesarias, nos impulsa a acometer la empresa de lanzar este nuevo libro, y esto no sin una buena dosis de íntima satisfacción.
La lectura del libro de Proverbios hace no mucho tiempo, nos impactó de una manera viva y fresca. Desde luego que lo habíamos leído anteriormente muchísimas veces, pero la palabra de Dios tiene esa preciosa virtud de brindarnos, por la inspiración del Espíritu Santo que es su verdadero autor, perlas, alhajas y piedras preciosas nuevas y de las más variadas, que lo bendicen y satisfacen a uno profundamente en su fuero interno.
Nos impresionó otra vez el ingenio, el acierto, la gracia, y a menudo la elegancia con que se afirman cosas de muchísimo peso e importancia, que abarcan todo el vasto espectro de la vida cristiana. Si eso es verdad en la versión en castellano a que estamos habituados, nos imaginamos que ha de ser lo propio en por lo menos la misma medida en el original hebreo en que se escribieron.
Como debe ser bien sabido por todo estudioso de la Biblia, en los primeros nueve capítulos, más allá de la sabiduría en sí, la tónica general apunta a una persona – a Cristo, la sabiduría personificada. Y todo el inmenso caudal que contienen, con muchos agregados importantes en el resto del libro, nos impresionaron de tal forma, que lo  tuvimos muy claro que ése debía ser el tema de nuestra siguiente obra.
Así, invocando la inspiración del Espíritu de vida para un trazado certero y correcto de tantas verdades y principios que se nos presentan, como así también para un desgranar claro y limpio de amonestaciones y advertencias, y de fieles y preciosas promesas, nos damos con gusto a esta nueva tarea.
Lo hacemos con profunda gratitud y temor reverencial, acompañando nuestras labores con la habitual oración de que, por la providencia divina, el libro caiga en las manos de lectores ávidos de progreso espiritual, y les sea de verdadero provecho y estímulo.
Sólo cabe agregar que, de ser así, al igual que los anteriores, habrá de ofrecerse a un precio mínimo, que lo ponga prácticamente al alcance de todo bolsillo. Con la aclaración de que, por la venta del mismo, no derivamos ningún beneficio personal, sino que cuanto se recaude se habrá de destinar a la obra del Señor, según Él nos indique.