Conocer su verdadero lugar y función – Peldaños – Capítulo 12
Peldaños – Capítulo 12
Conocer su verdadero lugar y función
En el deporte muchas veces sucede que un buen
jugador no rinde todo su potencial, a la postre no
da la talla, y aun termina por malograrse. por no
estar en su verdadero puesto.
En la visión de Ezequiel 37, en el versículo 7,
leemos que “…los huesos se juntaron cada hueso
con su hueso.”
Muchas veces hemos señalado como una
ilustración, que si un hueso correspondiente a la
rodilla, por ejemplo, se uniese a otro que pertenece
al tobillo, por más buenos y sanos que fuesen
ambos, nunca podrían encajar debidamente. La
razón básica y fundamental es que no están
colocados en su debido lugar.
Apenas si hace falta señalar que esto sucede, con
demasiada frecuencia además, en la vida práctica
de la iglesia en general, y también en la esfera del
campo misionero.
Esta desubicación puede relacionarse con el rol o
los roles que se están desempeñando, o bien con el
lugar (país, ciudad o población en que se está
trabajando,) o en la iglesia en que se está
congregando.
1) Desde luego, hay una gran variedad de casos en
todo esto. Nos limitamos a puntualizar los que
hemos visto con más frecuencia.
Un siervo con el don del evangelismo, dedicado al
pastoreo de la grey, cuando en realidad no tiene la
gracia ni la preparación espiritual para
desempeñar esta segunda función.
Esto podrá darse por circunstancias forzadas,
pero lo sensato será siempre buscar la
colaboración, o mejor el reemplazo de otros siervos
idóneos para el pastoreo.
2) Un creyente que por razones de trabajo se
traslada a otra ciudad.
Allí, por precipitarse y no saber esperar
debidamente en el Señor, se empieza a congregar
en una iglesia en que cree que tendrá amplio
campo de acción.
No obstante, al poco tiempo descubre que su
formación distinta le impide sentirse a gusto. Tal
vez hasta trata de introducir cambios, ya sea en la
forma de llevar la alabanza, en las pautas de la
predicación y enseñanza, o bien en otros aspectos.
Esto en casi todos los casos traerá problemas y
fricciones, que generalmente desembocarán en una
salida poco feliz, quizá quedándose “a la
intemperie” con peligro de graves perjuicios.
El camino correcto debe ser esperar en Dios, de
forma muy consciente y sin prisa. Si no encuentra
una iglesia de la misma línea o vertiente de la que
proviene, lo mejor será ubicarse en la más
aproximada.
Pero en ésta, no se deberá buscar cambiarla al
estilo y la modalidad a la cual está acostumbrado.
Por lo contrario, se deberá tener una actitud
sumisa y receptiva, reconociendo las virtudes de la
nueva iglesia, procurando desechar las reservas
que se tengan, y adaptarse a la nueva situación.
3) Personas que acometen empresas en el ámbito
eclesial del ministerio, pero sin un verdadero don y
llamamiento.
Entre algunos casos concretos, podemos citar el
de abrir una iglesia en un salón de la vivienda
propia, o en un local alquilado para tal fin.
4) También el de quienes, al ver que otros han
comprado una finca con terrenos, y abierto con
éxito un centro para rehabilitación de toxicómanos
o marginados, o un orfanatorio o internado para
niños, deciden ellos hacer lo mismo.
Naturalmente que no estamos facultados para
prohibirle a nadie que lo haga.
Sin embargo, para evitar desengaños o grandes
fracasos, nos hacemos un deber aconsejar la
conveniencia de que cuando se dispongan a
empresas de esta índole, sometan sus planes a un
examen a fondo, incluso buscando el asesoramiento
de hermanos maduros y experimentados en el
terreno en que piensan desenvolverse.
Y sobre todo, que tengan un testimonio claro del
Espíritu Santo que el Señor los ha llamado a eso, y
que también los ha estado preparando para eso.
En cuanto a estar desubicados en el lugar
geográfico, a través de los años hemos visto casos
de matrimonios y siervos y siervas solteros que se
han ido a otros países para desarrollar una labor
misionera, y tristemente no han prosperado.
A veces hemos notado una marcada falta de
adaptación a la cultura del país y grandes
dificultades con el idioma.
En otros casos, el fallo ha estado en llegar con un
espíritu triunfalista, por las bendiciones recibidas
en el país de origen, dando por sentado que en su
nueva esfera será lo mismo.
5) Todavía otros casos – hemos visto humildad y
una buena disposición, pero una falta evidente del
don de lo alto que les abra el camino para llegar al
corazón de la gente.
O bien la carencia de esa fuerza espiritual para
levantar algo sólido, o bien sobreedificar
provechosa y armoniosamente sobre lo ya
levantado por otros.
El resultado, en algunas ocasiones, ha sido un
retorno con un sentir de fracaso y hondas huellas y
heridas, que lleva mucho tiempo sanar.
6) En otros casos han perseverado, aun después
de muchos años, sin ver ningún fruto concreto, en
la esperanza de que algún día habría de llegar.
Quizá medie en algunos de éstos, el no querer
retornar a su tierra como derrotados, buscando un
trabajo para ganarse la vida.
Todo esto es triste y lamentable, pero lo
consignamos con el ánimo de evitar, por lo menos
en alguna medida, que se siga repitiendo.
Añadimos también que, a veces, nos hemos
quedado con la impresión de que, por lo menos
algunos habrían sido más eficaces y fructíferos, de
haberse quedado a trabajar para el Señor en su
propio entorno.
En lo que se refiere específicamente al discípulo,
dentro del marco de la iglesia en que está siendo
tutelado, será bueno que se le ayude a comprender
bien, no sólo su lugar, sino también su medida.
El discipulador capaz no tendrá dificultad en
darse cuenta de las áreas en que el discípulo
muestra tener un buen potencial, y por lo
contrario, aquéllas en que no da señales de tenerlo.
No sólo se trata de hacer aquello a lo cual hemos
sido llamados, sino también de no hacer aquello
a lo cual no hemos sido llamados.
Extralimitarnos, yendo más allá, siempre habrá
de traer contrariedades y problemas, que incluso
pueden afectar a otros.
En cuanto a la medida, debemos recordar que al
darle el Señor a Moisés las directivas para el
tabernáculo, como al recibir Ezequiel la visión del
templo, (Cap. 40 al 46) nos encontramos con un
gran número de medidas, dadas para cada una de
las distintas partes de forma muy minuciosa.
Lo mismo sucedió con el templo edificado por
Salomón varios siglos más tarde.
Recordamos un caso risueño de un señor que se
iba a alojar con su familia, en un edificio que se
estaba construyendo para una escuela de
evangelismo. Su habitación matrimonial lindaba
con el cuarto de baño.
En conversación con el constructor que tenía los
planes en la mano, con una sonrisa más bien
lisonjera, le pidió que hiciese su habitación un
metro o dos más grande, robando del espacio del
cuarto de baño contiguo.
Desde luego que la respuesta que recibió fue
totalmente negativa. En su deseo egoísta de sacar
ventaja para sí, había dejado de tener en cuenta las
repercusiones que eso tendría – lugares reservados
para la tubería, la ducha y la bañera, el lavamanos,
etc., quedarían afectados e imposibilitados de
construirse.
Los planos – creemos que ya estaban aprobados –
deberían recomponerse, y en fin se presentaría una
serie inadmisible de trastornos y problemas, y todo
esto por querer excederse de la medida asignada.
Pablo nos exhorta en Romanos 12:6 a hacer uso
de los dones, según la gracia que nos ha sido dada,
conforme a la medida de la fe, algo de mucha
importancia.
“Dí poco de lo que sabes y nada de lo que no
sabes” es u adagio muy acertado.
Aunque un buen número de veces la primera
parte, para un siervo del Señor no tendrá
aplicación alguna, por cierto que la segunda es
válida siempre, y de mucha relevancia.
Aquello que no es nuestro don ni nuestra función,
entra claramente en esa categoría.
En ciertos círculos del Cuerpo de Cristo en que
nos hemos desenvuelto, los siervos más destacados
predicaban normalmente por una hora más o
menos. A veces hemos visto a jóvenes con buen
potencial tratar de emularlos.
Así, al compartir lo que habían recibido del Señor,
que bien podría haberse dicho en unos cinco
minutos, o diez como máximo, no pocas veces se
han extendido con agregados muy poco vivos ni
muy provechosos.
Sin llegar a la hora, han pensado sin embargo que
como cinco o diez minutos tiene poco peso, que
tenían que continuar por más tiempo – tal vez
media hora o cuarenta minutos.
El resultado siempre ha sido, como no podría
ser de otra forma, absolutamente negativo.
En cambio, otros con mas tino, se han ceñido a
dar lo que tenían, lo cual podían hacer en unos
pocos minutos, sin ningún añadido innecesario.
Esto ha sido siempre muy provechoso, y una buena
ejemplificación de otro dicho muy sabio y cuerdo.
“Lo bueno, si breve, dos veces bueno.”
En conclusión, por cierto que no debemos
quedarnos cortos, sino prodigarnos sabia y
generosamente, a fin de alcanzar el más alto
propósito de Dios para nuestra vida.
Pero al mismo tiempo, tengamos bien presente
que querer hacernos más grandes de lo que Dios
nos ha hecho, es algo que está muy fuera de lugar.
Imaginemos uno cuya función en el Cuerpo de
Cristo es el olfato, representado por la nariz. (1a.
Corintios 12:17)
En caso de agrandarse más allá de la dimensión
natural resultará un narigudo – es decir una cara
con un aspecto muy desagradable, casi
monstruoso!
En definitiva, que cada uno sepa su lugar y su
medida. Así se evitarán trastornos y fricciones, y el
rodaje de todos será armonioso y de real provecho.
Preguntas.-
1) ¿Piensa Usted que está ubicado en el Cuerpo de
Cristo en el lugar de la voluntad de Dios para Usted?¿ o
tiene dudas al respecto?
En caso de tenerlas, consulte a su pastor o
discipulador.
2) ¿En qué funciones se está desempeñando?
3) ¿Considera que es verdaderamente la que le
corresponde? ¿ o se siente frustrado e insatisfecho en
algunas de ellas?
4) ¿Recuerda haber trabajado fuera de su lugar? ¿o de
haber tratado de excederse en su medida?
En caso afirmativo,explique cómo fue y qué enseñanza
le dejó.
Oración.-
Padre Celestial, comprendo ahora con más claridad,
mi necesidad de estar cada día en el lugar preciso donde
Tú quieres que esté, y haciendo lo que Tú quieres que
haga.
Perdóname por las mucha veces en que he estado
donde no debía estar, y haciendo lo que no debía hacer.
Me doy bien cuenta ahora de que siempre me ha traído
frustración y dificultades.
Por eso te pido que me ayudes a madurar de tal forma,
que no vuelva a caer en ese error. Por lo contrario, que
dentro de mi medida actual, Tú me encuentres siempre
prudente, discreto y fiel, para poder crecer sólida y
progresivamente, y así alcanzar Tu pleno propósito para
mi vida. FIN