Peldaños del Discipulado – Capítulo 19 # Discernimiento espiritual
Capítulo 19
Discernimiento espiritual.-
Debemos empezar por decir que el discernimiento espiritual
necesita como una base importante, aunque no sea la única,
que tengamos una aguda sensibilidad.
El discernimiento de espíritus es uno de los nueve dones que
figuran en 1a. Corintios 12: 8-10. Es en verdad un don muy
importante, que en la experiencia práctica, y como algo
genuinamente de Dios, sólo aparece de tanto en tanto.
Francamente quisiéramos verlo manifestarse mucho más.
En cuanto al discernimiento en sí, visto en forma general, es
indudable que es algo que se adquiere y desarrolla con la
madurez, y la experiencia en los caminos del Señor a través de
no pocos años.
“…pero el alimento sólido es para los que han alcanzado
madurez, para con los que por el uso tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos
5:14)
Cuando se está en un estado de infancia o niñez espiritual,
corresponde que el alimento sea el que Pablo y Pedro llaman
leche espiritual en 1a. Corintios 3:2 y 1a. Pedro 2:2
respectivamente.
Por lo contrario, la vianda o el manjar sólido, es propio del
creyente adulto, que, por así decirlo, ha alcanzado mayoría de
edad en Cristo.
Notemos que el uso, es decir la experiencia práctica
adquirida con el tiempo, es lo que agudiza los sentidos, para
así poder sopesar y comprender debidamente el verdadero
valor de las cosas.
Naturalmente que esa experiencia práctica, debe ir
acompañada de todas las cualidades que hacen a una vida
cristiana sana y bien encaminada y enfocada.
Decimos esto porque, evidentemente, puede haber una
persona envanecida y que no anda ordenadamente en la fe, y
por más experiencia práctica que tenga, nunca alcanzará,
mientras siga de esa forma, un discernimiento correcto y
acertado.
También debemos puntualizar que, lo que se ha de discernir,
entra en la sencillez de dos campos bien definidos, a saber, el
del bien, que es el terreno de Dios y Su reino, y el del mal, que
pertenece a Satanás.
A diferencia de otras tantas esferas, las cosas espirituales sólo
tienen esas dos posibilidades, que expresadas de otra manera,
o bien provienen de lo alto, del Espíritu de Dios, o bien a lo
que brota de otra fuente.
Bajo el paraguas de esta segunda posibilidad, naturalmente
podemos ubicar un sinnúmero de variantes. Enumeramos a
continuación algunas de ellas.
Lo que planifica el hombre, aun con buena intención, pero sin
que esa planificación sea inspirada por el Espíritu Santo.
Razonamientos y argumentos nacidos del humanismo, y que
buscan, por ejemplo, que la prosperidad reemplace a la pobreza,
pensando que así desaparecerán, sino todos, la mayoría de los
males que afectan a la sociedad.
La proclamación de un evangelio pervertido, que no expone la
verdad básica de que uno reconozca su pecado y se arrepienta de
verdad, para así acogerse a la obra mediadora del Señor Jesús
en el Calvario.
En lugar de esto, a menudo se presentan ofertas tales, como la
sanidad física o emocional, la prosperidad material, el poder
vencer a la soledad y la tristeza, o bien emanciparse de las
injusticias de la sociedad, todas por medio de aceptar a Cristo.
De paso digamos que este vocablo “aceptar” a Cristo, no
figura en absoluto en las Escrituras. El más aproximado es
“recibirlo” (Juan 1:12) pero que tiene una acepción muy
distinta – reverencial y respetuosa.
En fin, nos limitamos a puntualizar que de todas estas cosas,
presentadas como ofertas, las sanas y buenas, normalmente
muy bien pueden, y aun deben cristalizarse en la vida de quien
genuinamente se convierte a Cristo.
No obstante, eso sólo se logrará si se edifica de una manera
correcta y duradera, sobre la base claramente establecida por
Dios en Su palabra, es decir la de un verdadero
arrepentimiento y abandono del pecado.
Si no se pone a su tiempo esa base indispensable, a la larga
los resultados serán insatisfactorios y decepcionantes.
Seguimos con más variantes.
Pseudo profecías o revelaciones, declarando a personas (de su
amistad y “conveniencia”) que tendrán una función o
ministerio de gran envergadura, y que, sencillamente no se
cumplen, y así causan estragos y confusión.
Para ser más concretos, en este último aspecto de pseudo
profecías, citamos dos casos que entre muchos otros se han
dado o se están dando.
Uno de ellos, es el de una mujer que recibe en Israel la
imposición de manos de un supuesto siervo de Dios, junto con
una predicción de que el Señor la llama y la manda a otro país,
donde la iglesia está muy corrompida, con el fin de que ella la
sane.
El otro, el de un hombre que recibe una revelación de que los
pastores están muy mal en determinado país, y el Señor lo
llama a ir y corregir y mejorar las cosas.
En el primer caso, la mujer se introduce en una iglesia sana y
buena, y comienza a proferir profecías condenatorias,
afirmando además que personas con cargo de enseñar etc.,
están poseídas por demonios, y que otras están en abierto
pecado.
Afortunadamente, el liderazgo de la iglesia le ordenó
marcharse, al negarse ella a obedecer y dejar de profetizar y
enjuiciar a los demás.
No obstante, el mal causado subsiste para algunos hasta
ahora, y no resulta nada fácil de sanar por completo.
En el segundo caso, el implicado se instala en el país en
cuestión, y empieza a operar sin contar para nada con los
siervos de las distintas iglesias.
Así, emplea tácticas sutiles para captar miembros de las
iglesias, y luego pasa a llevarlos a pactos que los condicionan
fuertemente, interiorizándose de sus ingresos para verificar
que están diezmando y ofrendando debidamente (a su nueva
iglesia, por supuesto.)
En un caso particular, uno de estos pactos dio como resultado
la ruptura de un matrimonio, aunque felizmente, se abriga la
esperanza de que pueda ser restaurado eventualmente.
Naturalmente que estos dos casos, graves por cierto, y que
han acarreado terribles consecuencias, son fáciles de discernir
como rematadamente malos, y por cierto no de Dios ni mucho
menos.
Sin embargo, es doloroso ver como muchos incautos caen en
esas redes, con consecuencias funestas que resultan a la postre
difíciles de sanar.
En muchos otros casos, los síntomas y resultados no son tan
graves ni evidentes, y en un principio, puede haber la
apariencia de un cierto crecimiento y progreso.
Sin embargo, con el correr del tiempo, comienzan a surgir
dificultades y problemas, y se ve a las claras que no eran en
verdad saludables ni provechosos, y por tanto se decide
desecharlos. Con todo, en algunas o muchas vidas, el daño
estará hecho, y no será fácil ni sencillo superarlo.
Cómo evitar caer en el engaño.-
En el Nuevo Testamento tenemos indicios claros, de cómo
tendencias nocivas se iban introduciendo en las iglesias
primitivas del primer siglo.
Entre otras, podemos citar la de los judaizantes, que
afectaron a las iglesias de Galacia, y posteriormente también a
la iglesia madre de Jerusalén.
Al escribir a los Colosenses, Pablo les señala el error de
enseñanzas equivocadas que les estaban afectando, a saber – el
cosmoteísmo, que ve a la naturaleza en su totalidad como el
dios que nos gobierna; el judaísmo ortodoxo, el cual buscaba
supeditarlos a guardar fiestas y otras prácticas externas; el
judaísmo heterodoxo, que introducía herejías tales como el
culto a los ángeles, y el ascetismo, que equivocadamente
enseñaba privarse de ciertas cosas absolutamente legítimas y
correctas, junto con el duro trato del cuerpo, en busca de
superar los apetitos carnales.
Asimismo, en las cartas a las siete iglesias contenidas en los
capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, el Señor Jesús denuncia a los
nicolaítas y a los balaamitas, sobre cuyas enseñanzas
perniciosas escribimos comentándolas detalladamente en
nuestra obra anterior, titulada “Hora de volver a Dios”
capítulos 11 y 12.
Muy pocas de esa herejías están en boga en estos días, si bien
alguna aparecen aquí y allá, aunque con una presentación y
unos matices muy distintos de los de ese entonces.
En cambio, comúnmente van surgiendo corrientes nuevas,
que se presentan de forma muy hábil y sofisticada, incluso
esgrimiendo argumentos bíblicos, con el fin de procurar que
sean aceptadas en las iglesias.
No queremos dar un listado completo y concreto de esas
corrientes novedosas e insanas, pues sería entrar abiertamente
en el terreno de la polémica y la controversia, lo cual no nos
parece indicada.
En lugar de ello, puntualizamos algunos consejos que pueden
ayudar al discípulo – y aun al discipulador – para detectar lo
que no es de verdad bueno y saludable, y puede terminar por
ser muy perjudicial, a pesar de presentar en un principio una
apariencia favorable.
“..y no asiéndose de la Cabeza…”
Estas palabras de Pablo en Colosenses 2:19, dentro del pasaje
en que refuta las herejías que se estaban introduciendo, nos
dan una clave muy importante.
En efecto, las corrientes novedosas que se van introduciendo,
muchas veces producen un desequilibrio en la visión.
Se presentan tan atractivas y seductoras, que insensiblemente
hacen que el apoyo, la mirada y la atención se fijen en ellas, en
lugar de estar firmemente ubicadas en Cristo, Quien debe ser
el punto central e importante.
“…para que en todo Él (Cristo) tenga la preeminencia.”
(Colosenses 1:18b)
Quien tenga olfato espiritual, detectará que los que vienen
con esas corrientes novedosas y malsanas, generalmente tienen
vanidad, a menudo acompañada de un sentir de superioridad.
Con frecuencia, eso se verá sutilmente encubierto o
enmascarado, y no todos lo podrán advertir – tal vez unos
pocos que cuentan con un cierto grado de madurez y buena
percepción espiritual.
Es posible que en muchas, o casi todas las oportunidades, los
mismos que padezcan de estas dos cosas, no lo sepan, ni lo
crean si se les dice, pues la vanidad y el engreimiento son muy
engañosos, así como lo es la serpiente, de la cual en realidad
proceden.
No estará mal preguntarnos cómo uno puede saber que no
está afectado por esas dos cosas, y además cómo poder
discernirlas en otros.
Aparte de vivir cerca de Dios, a la luz de la palabra de Dios y
procurando aprender del Señor Jesús que es manso y humilde
de corazón, resulta un factor decisivo haber experimentado un
trato de Dios en ese sentido.
Efectivamente, todo ser humano lleva por naturaleza estos
dos males en su organismo, en una mayor o menor medida,
aunque casi siempre sea poco consciente de ello, por lo ya
indicado.
Mientras no logre mayores éxitos, popularidad y fama,,
pueden yacer debajo de la superficie, y sin ponerse de
manifiesto.
Ahora bien, parte de la labor preparatoria previa de Dios
para Su servicio, lo constituye llevarnos a un lugar en que
sabemos a ciencia cierta, y sin ninguna duda, que en nosotros
mismos no somos nada, y que no valemos ni podemos nada,
absolutamente nada, aparte de la gracia de Dios operando a
través nuestro.
Esto, a nivel mental es aceptado y a menudo aun proclamado
por muchos, sino todos sin excepción alguna.
Sin embargo, con una buena dosis de percepción, se puede
captar que a veces son meras palabras, pero escondidos debajo
se encuentran la vanidad y el engreimiento.
Y generalmente, resulta que es sólo cuando con un trato
personal, sabio y severo, el Señor le hace a uno, por así decirlo,
“lamer el polvo.”
Así, profundamente humillado, uno se da cuenta de que no
era lo que antes se había creído ser, y así aprende a andar en
algo que comienza a asemejarse a la genuina humildad y
mansedumbre del Cordero de Dios.
El apóstol Pablo seguramente experimentó ese trato de Dios,
y así pudo escribir con todo peso:-
“Y si alguno se imagina que sabe algo, no sabe nada como debe
saberlo.” 1a. Corintios 8:2.
Aun nuestro propio bagaje de experiencias y conocimientos,
sin el soplo divino y vivificante del Espíritu, de poco sirve, y en
ese sentido no debemos pensar que sabemos algo.
Como un sabio filósofo dijo con mucha razón hace
muchísimos años, “Sólo sé que no sé nada.”
También escribió Pablo:-
“Porque el que se cree ser algo no siendo nada, a sí mimo se
engaña.” Gálatas 6:3.
A veces, por tener altas aspiraciones en cuanto al futuro, o
bien por alguna pseudo predictiva que se le ha dado a alguien,
el mismo se puede llegar a imaginarse “un grande,” llamado a
hacer cosas maravillosas, pero sin tener ninguna base sólida
para ello.
Eso Pablo lo define como estar en el tan triste estado de uno
que se engaña a sí mismo.
Con el correr de los años, hemos tenido comunión con
preciosos consiervos que han experimentado de una forma u
otra ese trato de Dios.
Las dos conclusiones alcanzadas, han sido el poder reconocer
a quienes lo han tenido en sus vidas, y por otra parte, el
desarrollo de una capacidad para detectar los dos males a que
nos hemos estado refiriendo, cuando se encuentran en otros,
los cuales, sin embargo, no son conscientes de ello.
Esto último mayormente sucede cuando, siguiendo el sabio
consejo de Santiago 1:19, se es “pronto para oír, tardo para
hablar.”
Escuchando con atención a otros, aun sin ningún espíritu de
enjuiciamiento, quien ha alcanzado el discernimiento que
hemos señalado, podrá fácilmente advertir esos dos males, y la
ausencia de ellos, pues como nos dijo Jesús, “…de la
abundancia del corazón habla la boca.”
No obstante, en esto debemos de reconocer el grado de
falibilidad qe siempre se encuentra en el ser humano, y aun
dándose esas condiciones que hemos esbozado, podrá haber un
margen de error, y llegarse en alguna ocasión a lo que bien
podría ser una conclusión errónea.
Finalizamos con uno consejos, a tenerse en cuenta cuando se
nos presenta algo nuevo y que promete ser de mucho
provecho.
Como primera medida, claro está, debemos examinarlo a la
luz de las Sagradas Escrituras. Además, debemos cerciorarnos
de lo siguiente: Si es algo adecuado y en sazón para la línea
que está siguiendo la iglesia, y si procede del extranjero, si se
presta para la cultura y el estilo local.
Juzgar o discernir si ese espíritu de superioridad o bien de
vanidad, está latente, teniendo en cuenta que algunas veces se
lo disimula hábilmente.
Asegurarse de que detrás de lo que trae no haya una segunda
intención, como de “cobertura” o crear una dependencia,
(generalmente del extranjero) que virtualmente equivalga a
plantar la bandera de un imperialismo espiritual.
Debemos tener en cuenta que, segundas intenciones como
esas, muchas veces vienen muy sutilmente disfrazadas.
No dejarse impresionar porque en otros lados funciona, o por
una aparente bendición inicial en quienes ya lo están
ensayando.
Eso no es necesariamente una garantía de que resultará
provechoso y con beneficios duraderos.
Tener la humildad de consultar a siervos maduros y
experimentados que pueden asesorar debidamente.
Preguntas.-
1) ¿Cuáles son las cosas que ha encontrado que reducen su
sensibilidad espiritual?
2) ¿Cuáles son las que la favorecen?
3) ¿Cree Usted que al identificar ambas con claridad le pueden
ayudar a desechar las primeras y abrazar las últimas?
4) ¿En qué aspectos considera que su discernimiento es
certero?
5) ¿Ha aprendido alguna lección valiosa como resultado de
haber errado en el discernimiento de algo que parecía “muy
de Dios,” pero al final no resultó serlo?
Oración.-
Querido Señor, te ruego que me perdones por las veces que
he permitido que cosas perjudiciales para mi relación contigo,
afectasen mi sensibilidad ante las cosas sagradas. Con el sostén
de Tu gracia, me propongo desde hoy ser muy celoso, para
evitar que eso vuelva a ocurrir.
Asimismo te pido que me ayudes a agudizar mi
discernimiento, aplicando bien los consejos que acabo de leer.
Por sobre todas las cosas, guárdame de caer en la peligrosa
trampa del envanecimiento, o de creerme más de lo pequeño
que en realidad soy. Amén.
F I N