ALBAÑILERÍA ESPIRITUAL

 

“…vosotros sois…edificio de Dios.”

(1ª. Corintios 3: 9)

 

Entramos ahora en este segundo simbolismo que nos da el apóstol Pablo.

En Mateo 16: 18 leemos que Jesús dijo: “Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”

Queda bien subrayado y entendido que Él sólo edifica Su iglesia, no la de ningún otro.

En uno de los muchos simbolismos que Él empleó, en Lucas 6:48, hablando del hombre que viene a Él, oye Sus palabras y las pone por obra, afirmó: “Semejante es al hombre que al edificar una casa cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca.”

Vivimos en tiempos peligrosos, en que muchos que andaban por el camino y parecían prometer mucho, se han extraviado, o bien han quedado muy maltrechos, o hasta fuera de combate.

Corresponde, por lo tanto, que no seamos superficiales en nuestra vida cotidiana, sino que cavemos y ahondemos.

Por cierto que no se trata solamente de hacer una profesión de fe, de experimentar un cierto cambio o mejoría, pasar por las aguas del bautismo e integrarse en una iglesia como asistente y oyente.

En cambio, corresponde que tomando el pico de la oración y la búsqueda sincera de Dios, uno se ponga a cavar y desenterrar lo que yace debajo de la superficie, a saber, formas y costumbres de la pasada manera de vivir –  carnales, egoístas y mundanas – que si no se lo hace, a la larga aflorarían trayendo graves perjuicios.

A eso cabe agregar la necesidad de quitar a palada limpia todo lo desenterrado, hasta que sólo quede la roca firme, sobre la cual se podrá edificar con solidez.

Las exhortaciones de las epístolas, sobre todo las paulinas, aun  cuando sin usar el mismo simbolismo en que estamos, abundan en el mismo sentido de quitar lo viejo y carnal.

Veamos algunas como ejemplo:-

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre.” (Efesios 4: 22-24)

“Quítese de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” (Efesios 4: 31)

“ …como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que teníais antes estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.” (1a. Pedro 1:14-15)

 

En el pasaje de 1a. Corintios 3 al cual hemos aludido en el principio, Pablo habla de sobreedificar sobre el fundamento que,  como perito arquitecto, él había puesto, el cual es Jesucristo. 

 Lo hace advirtiendo que cada uno que sobreedifica mire bien cómo lo hace, ya que la obra de cada uno será probada por fuego.(Ver 3: 10-15)

Si bien esto lo relaciona con la sobreedificación de una iglesia – en este caso la de Corinto – la exhortación se hace extensiva al aspecto personal, en el cual uno sobreedifica en su propia vida sobre la base o el fundamento que es Cristo. Y además, porque la condición en que se encuentre una iglesia, está dictada por la de sus miembros.

Redondeando sobre el tema, debemos reiterar que es necesario ese cavar y ahondar que el mismo Señor Jesús señaló como imprescindible, y sobre el cual hemos comentado. De otra forma, la sobreedificación estará sobre una base precaria e inconsistente, con serio riesgo de derrumbarse eventualmente.

Al mismo tiempo la sobreedificación debe ser con material bueno y sólido. En el versículo 12 se mencionan dos clases de materiales: los buenos, a saber oro, plata y piedras preciosas, y los malos, madera, heno y hojarasca.

Lo que más los diferencia es que aquéllos resisten el fuego, éstos no.

En el pasaje en cuestión, el fuego con que serán probados se relaciona con el juicio en el más allá, pero antes de eso no cabe duda de que, en el presente, la obra de cada uno también es probada de una manera u otra, bien quedando sólidamente en pie, o bien desmoronándose.

Hoy día hay en boga muchas formas de sobreedificar que resultan interesantes, novedosas y atractivas. Con frecuencia nos encontramos con personas ya sea inmaduras o bien propensas a absorber cuanta cosa nueva oigan o vean. Sin examinarlas debidamente, las abrazan abiertamente, y poco a poco se van deslizando hacia un terreno falso, reñido con la verdad bíblica.

Es por ello que recomendamos y con todo hincapié, que cada uno cuide bien de ceñirse a las directrices bíblicas que nos han sido trazadas por nuestro Señor Jesucristo y por sus apóstoles Pablo, Pedro, Juan, y Santiago en sus respectivas epístolas.

Nehemías,-

El libro de Nehemías nos brinda un abundante caudal de enseñanza en este tema de la edificación en que estamos.

El tema del mismo es la reconstrucción del muro que rodeaba a Jerusalén, que estaba derribado y sus puertas quemadas a fuego.

Su razón de ser era la de presentar una clara demarcatoria y una firme barrera para evitar que penetrasen las costumbres y abominaciones paganas en la ciudad santa.

A lo largo del relato, Nehemías, en medio de una lucha encarnizada contra los enemigos que rodeaban la ciudad, y que veían la reedificación con muy malos ojos, se condujo como un valiente de verdad, y tras persistente y azarosa lucha logró completar la reconstrucción.  

Todo esto nos habla claramente de una aplicación neotestamentaria, sobre la cual no hace falta ampliar ni comentar.

 

El lodo suelto.-

En otro orden de cosas, en el libro de Ezequiel en más de una ocasión el profeta habla de los que recubrían la pared con lodo suelto. (Ver Ezequiel 10:13-15 y 22: 28)

Lo hace relacionándolo con los falsos que profetizaban paz, como si todo estuviera bien, aun cuando el Señor estaba muy disgustado con la persistente desobediencia e idolatría de Su pueblo.

A veces se persiguen cosas aparentes y sin sustancia ni solidez, aunque aparenten éxito y bendición, cuando el testimonio y la conducta dejan mucho que desear, o están franca y abiertamente contaminados.

Debemos cuidarnos mucho de que no se nos engañe con lodo suelto. El Señor decía por intermedio de Ezequiel que enviaría lluvia torrencial, piedras de granizo y viento tempestuoso, y no quedaría nada de la pared ni de los que la habían recubierto con lodo suelto.

Líbrenos el Señor de que nos acontezca semejante cosa!

 

La plomada.-

”Jehová entonces me dijo: ¿Qué ves, Amós? Y dije: Una plomada de albañil. Y el Señor dijo: He aquí, yo pongo una plomada de albañil en medio de mi pueblo.” (Amós 7: 8)

  La plomada es un invento muy antiguo. Creíamos que con los adelantos de la tecnología, ya no se usaría más, quedando desplazada por algún instrumento más moderno.

No obstante, un maestro aparejador nos ha asegurado que todavía se la sigue usando hasta el presente.

Como sabemos, consiste en una cuerda de la cual pende un cono de metal, que por su propia gravitación traza una línea vertical recta   con la cual se debe coincidir en la construcción del muro o la pared.

Cualquier desviación, ya sea en la parte interior o exterior de la pared o muro, queda denunciada de inmediato, y el albañil debe proceder en seguida a corregir la alineación de los ladrillos que ha ido colocando.

  Espiritualmente, la plomada nos habla de una vertical correctamente trazada, en el sentido de una relación prioritaria y correcta con el Padre Celestial. En la misma, la voluntad de Dios ha de ser lo fundamental en la vida, con una conducta limpia y transparente, una rectitud irreprochable, y un servicio esmerado y tesonero, basado en el amor a Su santa persona.

  Este juicio no debe entenderse necesariamente como la comparecencia ante el tribunal de Cristo en el más allá, si bien esta interpretación no debe quedar descartada.

  Puede también aplicarse fundadamente a un juicio dentro del ámbito de la misma iglesia, o en la vida individual, por medio del cual se desecha y quita de en medio lo que sea indigno o incorrecto, para reemplazarlo con las virtudes y cualidades contrarias.

  La plomada de la palabra de Dios, con sus múltiples advertencias, amonestaciones y exhortaciones, es el medio más indicado y eficaz. Aplicada con oración y una tierna dependencia del Espíritu, puede asegurarnos que la vertical de nuestra vida quede correctamente  trazada y establecida. 

A cordel y a nivel.-  Volvemos al capítulo 28 de Isaías, en cuyo versículo 16 encontramos una maravillosa promesa.

“He aquí que yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere no se apresure.”

Tanto Pablo en Romanos 9: 33 como Pedro en 1a. Pedro 2: 6, citan esta Escritura, relacionándola con el Señor Jesús, la roca y la piedra angular sobre la cual se edifica la verdadera iglesia.

  Piedra probada y aprobada, pues se demostró estar a prueba de todo el poder de las tinieblas; angular en el sentido de un ángulo bien recto, con la vertical fiel y firmemente trazada en una unidad perfecta con el Padre y Su voluntad para cada día y momento de Su vida; y la horizontal de amar al prójimo y a los Suyos hasta el fin con un amor perfecto; preciosa como ninguna otra y totalmente estable y fiable.

  Todo esto hace que todo aquél que en Él cree, no ha de andar a los sobresaltos ni a las corridas precipitadas de aquí para allá;

 en cambio, con serena calma, sin prisa, pero también sin pausa, habrá de andar con Él a todo lo largo del derrotero.

 Tras poner punto final al versículo, Isaías cambia súbitamente de tono. De promesa tan significativa pasa a una severísima advertencia, que aun más que eso, es una latente amenaza a los que se escudaban en el escondrijo de la mentira y la falsedad.

  “Y ajustaré el juicio a cordel y a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán el escondrijo.” (28:17)

  Como vemos, Isaías se encontraba en una situación análoga a la de Ezequiel, bien que este último profetizó un buen tiempo después.

   Aplicando el versículo recién citado a la experiencia personal y el trato de Dios con cada uno, podemos sacar algunos puntos de interés y sumo valor.

  El autor recuerda la primera y única vez que vió como un albañil empleaba el cordel. Tenía escasamente siete u ocho años de edad, y estaba mirando con curiosidad la forma en que los albañiles trabajaban dentro de una vivienda en construcción.

  En un momento determinado, uno de ellos se situó en el lugar donde, al parecer, había que colocar una puerta. Tomó una cuerda que había sumergido en polvo de ladrillo rojizo, y la ató a dos pequeñas columnas con un par de ladrillos en cada una, estirándola para que quedase bien tirante.

    A continuación, tiró de la cuerda hacia arriba, tensándola al máximo, y la soltó, con el resultado de que dio de inmediato en el suelo, marcando una línea rojiza absolutamente recta.

  Esto lo llenó de sorpresa y admiración, por ser algo tan bonito y que nunca había visto antes, pero bien pronto todo quedó sepultado en el olvido.

  Unas tres  décadas  más tarde, al leer este capítulo de Isaías, recordó vívidamente el pequeño episodio, y pudo vislumbrar una aplicación práctica muy importante.

  Vizualizando dos columnas – la de la fe en la palabra de Dios que vive y permanece para siempre por un lado – y la de la entrega total de la vida al Señor por la otra; al mismo tiempo, el Espíritu Santo motivándolo a uno a estirarse al máximo en la búsqueda de Dios.

  En una hora determinada, quizá con ayuno y dándose a todo esto con todas las fuerzas del ser, un tirón hacia arriba para tensar el cordel aun más, y de inmediato la hermosa raya recta rojiza, con el poder de la bendita sangre latente en la misma,  como prenda de que ahora se puede levantar la nueva puerta en condiciones totalmente satisfactorias.

  En más de una ocasión nos ha tocado experimentar ese precioso ajuste, o bien puesta a punto, del Espíritu a cordel, con sus felices consecuencias para el desarrollo y progreso espiritual.

  Nos consta que en la actualidad en vez del cordel se utiliza el tiralíneas, y que la raya que traza es azul, no roja. No obstante, eso no quita validez a la analogía, la cual, como dijimos y creemos, resulta plenamente aplicable.

 

  En cuanto al nivel, es otro instrumento del cual, tanto el albañil como el carpintero, se valen para muchas de sus tareas.

  Como sabemos, tiene una búrbuja que cuando está situada bien en medio de dos pequeñas rayas perpendiculares, a distancia de escasamente un centímetro la una de la otra, y sin tocar ninguna de las dos, nos hace saber que el nivel es correcto.

  Cuando hay algún desnivel, por pequeño que sea, la burbuja lo atestigua, negándose a situarse en esa posición ideal, por más que se intente que lo haga.

  El nivel no engaña ni se deja engañar!

  Lo que hemos visto en esto – las dos rayas perpendiculares – son otras dos columnas imprescindibles. Una, la de la humildad y  mansedumbre no fingidas, a las cuales el Señor nos exhorta en Mateo 11: 29 a que las aprendamos de Él; la otra, la de la santidad  y  pureza en el andar cotidiano, sin las cuales nadie verá al Señor. (Hebreos 12: 14)

  Muchos no les dan a estas dos columnas la debida importancia capital que se les debe, con el resultado de un envanecimiento, a menudo inconsciente, o bien un testimonio manchado, que termina tristemente por dejarlos heridos y descalificados.

  Repetimos: la burbuja no miente, no engaña y no puede ser engañada. Sepamos interpretar estas verdades tan prácticas – y al mismo tiempo fundamentales – y apropiarlas cabalmente, permitiendo al Señor que nos ajuste a cordel y a nivel, para que cuanto edifiquemos tenga, por Su gracia, firmeza y solidez..

F  I N