El agraciado anfitrión de huéspedes celestiales # Capítulo 19 # Segunda parte
Capítulo 19 – El agraciado anfitrión de huéspedes celestiales – Segunda parte.
Continuando donde dejamos al finalizar la primera parte, señalamos que aquí, lo que más interesa de todo, es destacar la importancia del ministerio de la hospitalidad.
La misma se recalca no sólo en el versículo de Hebreos ya citado anteriormente, sino también en Los Hechos 28:7, 1a. Timoteo 3:2 (hospedador), 1a. Timoteo 5:10 – si ha practicado la hospitalidad, Tito 1:8 – hospedador, Romanos 12:13, 1a. Pedro 4: 9 y 3a. de Juan 5-8.
Este importante servicio de acoger y reencaminar a los ministerios translocales, y a otros santos que lo necesitan, constituye un buen reflejo del amor y de la bondad de Dios, el cual siempre ha de ser premiado por el Señor con creces.
A través de nuestro padre Abraham quedamos genéticamente dispuestos para este noble y valioso servicio. Que sepamos ser consecuentes y ejercitarlo toda vez que se presente una ocasión propicia.
A continuación en el relato, después de haber comido, pasan a precisar a Abraham la proximidad del cumplimiento de la larga esperada promesa, de que a su mujer Sara le iba a nacer un hijo.
Ya no es para una fecha indefinida en el futuro, sino según “el tiempo de la vida,” que hemos de interpretar como la duración normal de un embarazo o poco más.
Esto se cumplió puntualmente, pues, como sabemos, Abraham tenía aquí 99 años años, e Isaac nació al cumplir él cien años.
Creemos oportuno comentar sobre la reacción de Sara mientras escuchaba desde el interior de la tienda, y la de Abraham anteriormente en el capítulo 17.
“Y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo mi señor también viejo? (18:11-12)
“Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón ¿a hombre de cien años ha de nacer un hijo? Y Sara, ya de 90 años, ha de concebir?
“Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti.” (17:17-18)
Esto parece estar en abierto contraste con lo que leemos en Romanos 4:18-21 y Hebreos 11:11.
“…ël creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que le había sido dicho: Así será tu descendencia.”
“ Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años) o la esterilidad de la matriz de Sara.”
“Tampoco dudó por incredulidad de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.”
“Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir, y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.”
Confiamos en que la explicación que pasamos a dar le resulte satisfactoria al lector u oyente.
Comenzamos por señalar que las dos reacciones citadas del Génesis, fueron inmediatamente después de la promesa de que Sara iba a dar a luz un hijo, dada a Abraham en Génesis 17:16 y oyéndola Sara en 18:10.
Anteriormente, la promesa se haba dado de forma general sobre su simiente o descendencia, que iba a ser tan numerosa como la arena que está a la orilla del mar, y como la estrellas del cielo.
Pero al particularizar sobre lo que humanamente hablando iba a ser un imposible – un hijo propio a edad tan avanzada de ambos – la mente natural les hizo pensar a ellos que eso era un imposible y hasta risible, y resulta significativo que la reacción de ambos fue la misma: la de reírse.
No obstante, al oír la risa de Abraham y también la de Sara, el Señor les volvió a hablar.
A Abraham le dijo: “Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo y llamarás su nombre Isaac…” 17:19.
Después de reírse Sara, el Señor le dijo a Abraham, oyéndolo Sara desde la puerta de su tienda:
“Entonces Jehová dijo a Abraham:¿Por qué se ha reído Sara diciendo Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja?”
“¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti y según el tiempo de la vida Sara tendrá un hijo.”
“Entonces Sara negó diciendo: No me reí, porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído.” 18:13-15.
Lo que se desprende claramente de esto, es que en un principio la reacción de ambos fue de duda. No obstante, al reiterarles el Señor la promesa con tanto hincapié, seguramente la misma penetró en lo hondo del espíritu de ambos, y de ahí en más creyeron con toda certeza, según lo afirman las dos citas del Nuevo Testamento que hemos consignado.
La experiencia práctica nos hace entender que, a veces, la mente y los sentidos naturales – lo que vemos, oímos y sentimos – ante lo improbable o imposible de lo que Dios nos ha dicho, tienden a dudar o cuestionarlo.
Con todo, y sin perjuicio de ello, en el hombre interior de nuestro espíritu se anida una fe basada en lo que Dios ha dicho, y no en las circunstancias o apariencias que nos rodean. Y esa fe perdura y prevalece, y a la postre se ve premiada con el cumplimiento cabal de lo que nos había prometido.
Sepamos corresponder a la genética recibida de nuestro padre Abraham, que nos predispone a ser buenos hospedadores, e hijos bien dispuestos para ir siempre de corazón al Señor, y servirle también con buen ánimo.
Y cuando las circunstancias que nos rodean se presten para la duda, que sepamos, como Abraham y Sara, atesorar en lo íntimo del ser la palabra del Señor, con las muchas promesas que en la misma – la Biblia – nos hace y reitera.
F I N