SAMUEL EL GRAN RESTAURADOR – Tercera parte
SAMUEL EL GRAN RESTAURADOR
UN GRANDE ENTRE LOS GRANDES
Tercera parte
Lo aparente y lo real, lo falso y lo genuino
Cuán maravillosa es la Biblia! Una de las muchas cosas que nos encantan de ella, es la forma en que puntualiza el contraste entre lo aparente pero irreal, y lo auténtico, sólido y verdadero Los capítulos 4 y 7 de 1ª. Samuel constituyen un buen ejemplo de esto.
Veamos primeramente el 4, en que se da lo aparente pero irreal.
Israel se posiciona en Ebe-nezer, mientras que los filisteos lo hacen en Afec, y al librarse la batalla, el pueblo de Dios es vencido y sufre considerables bajas. (4:2)
Los ancianos de Israel se preguntan ¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos? (4:3) Y en su total falta de percepción, conceptúan que deben traer el arca del pacto, la cual viniendo a estar con ellos les ha de salvar de la mano de sus enemigos.
Proceden pues a hacerlo, y al llegar el arca al campamento, todos gritan con tan gran júbilo que hacen que la tierra tiemble. Los filisteos oyen el grito de júbilo y al saber que era por la llegada del arca del pacto de Dios de Israel, hasta ellos mismos tienen miedo.
Todo apunta a una victoria aplastante. Como si dijeran los israelitas: “Ahora,, con el arca de Jehová en nuestro medio, somos invencibles. Esta vez sí que venceremos por completo a nuestros malvados enemigos.”
Qué falta absoluta de orientación y discernimiento! Estaban totalmente desubicados, apoyándose en algo ilusorio y carente de toda base sólida.
Ya en la batalla anterior podemos intuir algo de eso. Vemos en el versículo 1 que se habían situado en Ebe-nezer, posiblemente pensando en el nombre del lugar – que significa Piedra de Ayuda – como algo que les iba a valer para obtener el socorro de Dios.
Tras fallar eso, la segunda vez, como ya hemos visto, mandan traer el arca del pacto. Ésa sí que sería la solución, y así, esta vez tendrían éxito.
Peo había dos razones de fondo, fundamentales y clarísimas, por las cuales iban a ser derrotados otra vez.
La primera era que, si bien traían el arca del pacto, con su infidelidad y franca y abierta desobediencia, ellos habían ´quebrantado el pasto, descalificándose así de hecho de los beneficios del mismo, uno de los cuales, claro está, era el socorro de Dios en la lucha contra sus enemigos.
Por si eso fuera poco, tenemos una segunda razón muy contundente. “…y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, estaban allí con el arca del pacto de Dios.” (4:4)
El arca sagrada, conteniendo las tablas de la santa ley como emblema de la presencia del mismo Dios, llevada y sostenida por esos dos canallas desvergonzados!
¿Cómo podían pensar por un momento que Dios podría aprobar eso y darles el triunfo, como si todo estuviera bien y fuera de Su agrado? Antes de hacer semejante cosa, el Eterno Dios tendría que dejar de ser lo que era y es – ese Dios de majestad, justicia y gloria incorruptibles, y abandonar Su trono para siempre.
En la total insensibilidad y ceguera en que se encontraban, nada de esto parecían entender. Muy por el contrario, con el gran grito de júbilo con que recibieron la llegada del arca, presentían un éxito resonante, y sin embargo, les esperaba el gran desengaño de otra terrible derrota.
Sin querer entrar en un plano indebidamente crítico o polémico, debemos acotar sin embargo que hoy día en algunos círculos cristianos se insinúan señales de esta índole, que al parecer muchos aceptan como acertadas y de parte de Dios.
Entre otras, grandes reprensiones a los malos espíritus en lugares geográficos que se consideran estratégicos, empleando así métodos y tácticas que en verdad no encontramos en absoluto en el modelo bíblico del Nuevo Testamento.
En todo esto vemos una superficialidad que en algunos casos, aunque cueste creerlo, se acerca bastante a la superstición, desestimando los valores cardinales de la oración, la santidad, la humildad y mansedumbre del Cordero, y la fe, sólidamente apoyada en lo que Dios ha puesto en Su palabra, y no en lo que no ha puesto.
Éstas son las cosas que la palabra de Dios recalca una y mil veces, pero para algunos parece que no bastan, y hay que buscar nuevas recetas y fórmulas para tener éxito.
Sobre todo en algunas décadas del pasado no muy lejano, se han dado convocatorias de actividades en líneas que francamente no condicen con la verdad bíblica. Cosas tales como predicciones del comienzo del gran avivamiento en una ciudad importante de Europa. En otros casos, el intentar la ruptura de la fuerza diabólica de la periferia, que supuestamente impide la salvación de las almas, como si éstas no tuviesen ningún libre albedrío.
Al no cumplirse los vaticinios que se han hecho, muchos creyentes que fincaban grandes esperanzas en los mismos, quedan desorientados y desengañados, y se comprueba vez tras vez que en muchas de esas actividades ha habido derroche de dinero, tiempo y esfuerzos en cosas que han resultados no sólo estériles, sino sumamente contraproducentes.
Podríamos abundar más sobre este particular, pero como es desagradable, aunque necesario, nos damos por satisfechos y volvemos al hilo principal, para señalar por último sobre el capítulo 4 de 1a. Samuel, que en la sabia economía del Señor, era necesaria esta segunda y fuerte derrota de Israel ante los filisteos. Por una parte, sirvió para eliminar a los dos hijos de Elí y al anciano sacerdote cuya conducta era un tropiezo y estorbo muy grande y algo abominable a los ojos de Dios. Por la otra, introdujo una época de escarmiento para Israel, que lo iba a predisponer mejor para buscar y alcanzar la recuperación moral y espiritual que tanto necesitaba.
Pasamos ahora a la otra cara de la moneda – lo genuino.
1a. Samuel 7 es un capítulo verdaderamente dorado, riquísimo en verdades claras y de sumo valor, no sólo en lo que concierne a la restauración, sino también en otros aspectos de nuestra vida en y para
el Señor.
Aquí la figura de Samuel, respaldada por el favor divino, alcanza su plena dimensión en rol triple de juez, profeta y sacerdote que ya señalamos al principio.
El arca del acto, capturada por los filisteos, había sido devuelta a Israel después de los severísimos castigos que les había acarreado en sus ciudades de Asdod, Gat y Ecrón.
En Israel pasó algo semejante con los hombres de Bet-semes, por haber mirado profanamente dentro del arca sagrada. Así la enviaron a Quiriat-Jearim, situada aproximadamente a unos 14 km. al noroeste de Jerusalén. Allí recibió el trato correcto y reverente que correspondía y estuvo por mucho tiempo.
No obstante, la presencia de Dios, Su palabra y Su bendición, no estaban con el pueblo de Dios y con el correr del tiempo empezaron a añorarlo, lamentando en pos de Jehová. Eso es con frecuencia parte del trato de Dios para con el alma alejada de él. Se siente nostalgia, se echa de menos, al recordar tiempos mejores de bendición y dicha. El mismo Espíritu Santo lo refuerza con el triste silencio que guarda.
“La paloma silenciosa en paraje muy distante “ que figura como título del Salmo 56 en la revisión de 1960 de la versión de Casiodoro de Reina , en otra versión se traduce “la paloma muda de los que están lejos.” Esto sugiere algo de lo que estamos diciendo: el silencio y la tristeza de Dios, de alguna manea reflejada en el corazón alejado de Él. lo cual le hace lamentar en pos del Señor y le hace clamar ante Él
Y esto es casi siempre el primer paso del camino de retorno que se ha de emprender.
Fue entonces que Samuel se dirigió al pueblo de Dos trayendo el consejo divino. Esto no consistía en realizar una marcha a cierto lugar estratégico, ni a reprender al “hombre fuerte! de la región que, supuestamente les estaba impidiendo volver a Dios, ni nada de eso.
“Si de todo corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos …de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos.” (7:3)
Son las verdades fundamentales, antiguas, que nunca cambian, y que también son insustituibles.
Desgranemos el versículo de forma sencilla.
1) Un volverse al Señor de todo corazón, de forma íntegra, y por así decirlo, poniendo todas las cartas sobre la mesa.
2) Quitar los dioses ajenos.
Alejarse del Señor o enfriarse en la fe y el amor, siempre supone, aunque uno no se dé cuenta, dar a otros dioses, amores e intereses un lugar indebido. Esto implica desplazarlo a Él del lugar céntrico en nuestras vidas, y para volver a tenerlo en el trono del corazón como Monarca Supremo, se hace imprescindible ser implacables, destronando a esos dioses ajenos de forma resuelta e irrevocable.
3) “…preparad vuestro corazón a Jehová.” Esto significa que con una búsqueda esmerada y consecuente nos aceramos a Él, procurando con el quebrantamiento del Espíritu romper la dureza y sequedad de nuestros corazones, regándolas con las lágrimas del más profundo arrepentimiento. A esto se ha de añadir abonar la tierra con la lectura asidua y consciente de la palabra, con verdadera sed y hambre de Dios. Todo esto puede ser muy bien conocido, pero se trata no de saberlo, sino de hacerlo de verdad.
4) “Y sólo a él servid.” El resultado normal y lógico de todo lo anterior es que pasemos a servirle con amor y humildad. Inicialmente sobre todo, será en cosas pequeñas que no nos hagan figurar en primera plana ni mucho menos, pero que igualmente deberán hacerse con fidelidad, como muestra de verdadero amor y devoción a Él.
5) “Y os librará de la mano de los filisteos.” En el Antiguo Testamento los pueblos vecinos eran todos, o casi todos, enemigos declarados de Israel. Mientras había obediencia y fidelidad al Señor, nada podían hacer a Su pueblo, que merced a la protección y bendición divina, se mantenía firme ante ellos e incluso los vencía siempre en la batalla.
Por el contrario, cuando se apartaban de Jehová para darse a la idolatría y el mal, Dios les retiraba Su apoyo y favor y caían derrotados para ser oprimidos, a veces muy fuertemente por esos mismos enemigos.
Así, en la economía del Señor, estos pueblos eran instrumentos que Él usaba en tiempos de rebeldía como un castigo punitivo, pero sobre todo correctivo para Israel. Al ser vencidos y subyugados por ellos, recibían un fuerte llamado de atención, que era a la vez un escarmiento, destinado a llevarlos al arrepentimiento y al regreso a la buena senda que habían abandonado.
En el orden del Nuevo Testamento sucede algo parecido. En su trato con Sus hijos, cuando éstos se descarrían para darse al pecado y a lo mundano, el Señor también les administra un castigo que busca ser, más que punitivo, correctivo. Para ello se vale principalmente de dos cosas:
- a) Circunstancias adversas, como estrechez económica, problemas, contrariedades, etc., que se repiten casi continuamente. Éstas tienen el fin de hacerles entrar a en razón, para que comprendan que han perdido el buen rumbo y se dispongan a recobrarlo. A menudo, pero no siempre, hay una estrecha relación entre la clase de adversidad por la que hace pasar a uno, y la naturaleza de la desobediencia en que se ha incurrido.
Un ejemplo sencillo que lo ilustra con claridad es tener dificultades anormales y crónicas en la economía. Esto será, muy probablemente, debido a ser mezquino con el Señor en cuanto a los diezmos y ofrendas, o bien incorrecto y falto de rectitud en las finanzas.
- b) La operación de malos espíritus que oprimen, causando depresión, angustia, pesadillas, temores infundados t anormales, e incluso ligaduras espirituales de diversos tipos, y de mayor o menor gravedad según el caso.
También en esto suele haber una afinidad entre causa y efecto, y así por ejemplo, el que se abra a la pornografía se encontrará, aun sin saberlo, en las garras de un espíritu inmundo que le provocará serios problemas en cuanto al sexo, y así sucesivamente.
Recalcamos que esta operación de malos espíritus, salvo en casos extremos de desobediencia a ultranza, no consiste en posesión, sino en atacar desde afuera del individuo, vulnerando sus defensas a través de las grietas causadas por el pecado y la reiterada desobediencia.
La promesa que viene bajo este punto es la de ser liberados de estos “filisteos” de una u otra índole, como consecuencia lógica del arrepentimiento y haberse puesto a cuentas con el Señor a carta cabal.
Continuando con el contenido de 1a. Samuel 7, notamos que la exhortación del versículo 3 fue obedecida, y los hijos de Israel quitaron los dioses falsos y sirvieron sólo a Jehová. (v.4)
A renglón seguido, vemos que Samuel dispuso reunir a todo Israel para orar por ellos en Mizpa. (v.5) Vemos en esto y en todo el resto del capítulo, su serena pero firme autoridad, acompañada de una plena confianza de que, poniéndose las cosas en su debido lugar, su oración había de ser oída y contestada. Esto no provenía por cierto de un espíritu autoritario ni autosuficiente, sino de una vida sólidamente fundamentada en Dios, a través de la cual fluían estas virtudes y muchas más, sin ninguna necesidad de imposiciones ni esfuerzos carnales por lograrlo.
A continuación debemos tratar el tema de Mizpa, que significa atalaya, con el claro sentido de la actitud vigilante del centinela alerta y responsable. Pero además, si miramos detenidamente vemos que en la historia de Israel, en no pocas oportunidades, al presentarse una crisis o llegarse a una coyuntura importante, se convocaba a toda la nación a reunirse como un solo hombre en Mizpa, Esto, como así también todo el contexto nos hablan con toda claridad de otro aspecto importantísimo en toda auténtica vuelta a Dios: la unidad.
Ahora bien , como nos hemos propuesto que cada escrito tenga aproximadamente la misma extensión y este tema, aun sin tratarlo de forma completa, es uno del cual hay mucho que decir, suspendemos aquí para comenzar con el mismo en el siguiente escrito, el cuarto.
F I N