Capítulo  13
Palabras de ánimo
El gran escudo y galardón
Parece que recién hemos comenzado!
Nos queda mucho todavía que recorrer en este tema en que estamos –  el de desgranar los episodios que se nos van presentando en la trayectoria tan insigne de Abraham – y en sus muchas aplicaciones prácticas a nuestra vida cotidiana.
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram in visión diciendo: “No temas Abram, yo so tu escudo y tu galardón será grande sobremanera.”(15:1)
A esta altura, el Señor considera necesario y oportuno dirigir una palabra de ánimo y confianza a Su siervo y amigo.
Es posible, y aun muy probable, que en las vigilias de la noche, rodeado por un entorno tan extraño, en tierra ajena y a veces tal vez en una atmósfera hostil, Abraham sintiese temor, y hasta se dijese: “En buena me he metido yo. No sé a dónde voy, y a dónde va a parar todo esto.”   
Lleno de comprensión y verdad, el Eterno le habla con palabras que disipan el temor, le infunden ánimo, y le renuevan la confianza. Veámoslas brevemente en cada una de sus tres partes.
a) “No temas, Abram.”
Como recordaremos, el miedo fue una de las primeras consecuencias del pecado, con el cual Adán y Eva se encontraron en un principio, a muy poco de desobedecer el mandato divino.
Desde entonces, el temor ha sido uno de los flagelos más terribles que ha padecido el género humano, con sus numerosísimas ramificaciones: temo a la oscuridad, a la tormenta y a los truenos, al desempleo, a la enfermedad, al hambre, la pobreza, etc., hasta desembocar en el mayor de todos – la muerte. Ver Hebreos 2:15. 
A todo lo largo del hilo histórico de las Escrituras, y también con posterioridad al mismo, Dios se ha dirigido a los Suyos, con las preciosas palabras “No temas” o “No temáis.”
Las encontramos muchísimas veces en las Escrituras, y qué dulce bálsamo, qué tierno consuelo y qué renovada confianza nos imparten!
En esta ocasión, Dios añade el nombre de Su siervo a quien se dirige, como muestra de Su conocimiento y preocupación personal por él.
Sin necesariamente llamarnos por nuestro nombre, cada vez que nos habla de esta forma, nos hace bien conscientes de Su preocupación personal por la situación en que nos encontramos, con sus problemas, interrogantes, presiones y dificultades.
Él lo ve todo, lo sabe todo, lo comprende todo. Y en medio de todo lo incierto y azaroso que nos pudiera rodear, nos hace oír Su voz tranquilizante, la cual nos comunica nuevo aliento, aplomo y seguridad.
b) “Yo soy tu escudo.
Esto es muy sencillo, pero también es categórico y definitivo.
El escudo se coloca delante, para que no nos dé ningún dardo o disparo, sino que rebote y caiga al suelo sin causarnos ningún daño.
Naturalmente que hay algunos dardos o disparos que son tan fuertes que no hay escudo que pueda contra ellos.
El Señor le hace saber a Su siervo que Él mismo es su escudo. El mismo lo cubre, no sólo por delante, sino por detrás, por diestra y siniestra, por arriba de su cabeza y aun por debajo de sus pies.
Para que cualquier arma con que se le atacase le pudiese alcanzar, tendría que atravesar primero esa protección tan formidable del Dios Omnipotente que le rodeaba por completo – un verdadero imposible.
¿Podría estar Abraham, y podríamos estar nosotros sus hijos en un lugar de mayor seguridad que ése?
Por cierto que no!
“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mi vendrá, dice Jehová.” (Isaías 54:17)
c)“…y tu galardón será sobremanera grande.”
“…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1a. Corintios 2:9)
El precio que Abraham estaba pagando era muy alto. No había sido algo sin importancia, por cierto, el dejar su tierra natal y el mundo que conocía, y en el cual se desenvolvía, para lanzarse a lo que al sentido común y toda lógica parecería una aventura loca y descabellada.
Por todas partes estaba rodeado por gente extraña, si bien tenía algunos aliados, como Mamre, Escol y Aner, como se nos consigna en Génesis 14:13.
No contaba en esa tierra con ninguna parcela de su propiedad, “ni aun para sentar su pie,” como dijo Esteban en su discurso que se nos narra en Los Hechos 7.
Además, en el largo camino que todavía tenía que recorrer, le quedaban las muchas luchas y sacrificios que iremos viendo más adelante.
Pero el Señor se adelanta a los acontecimientos, haciéndole saber que todo eso bien valdría la pena, por el inmenso bien del maravilloso galardón que le tenía preparado.
Ese galardón, que se lo había anticipado en un principio de forma global, ahora se lo iría haciendo conocer con más detalle, poco a poco, y a medida que él escalase posiciones en ese camino de la fe y absoluta obediencia que había emprendido. 
De paso, digamos que debemos diferenciar entre estas sólidas promesas que el Señor hace a Su siervo escogido, y muchas pseudo profecías predictivas, que en algunas partes están a la orden del día, y anuncian cosas bonitas y aun grandiosas, que habrán de tocarles a creyentes y a siervos de Dios. 
Los mismos, comparados en el nivel espiritual con nuestro gran padre Abraham, son como la expresión más minúscula que se pueda concebir.
No queremos insistir en detalle sobre eso, pues ya lo hemos tocado con anterioridad. No obstante, en el caso de Abraham en que estamos, se trataba de un personaje con un llamamiento auténtico e incuestionable, y que ya estaba andando en el sendero de la fe, la plena obediencia y el  sacrificio.
Nos tememos que en muchos casos, las personas a las cuales van dirigidas esas predicciones, distan mucho de reunir esos dos requisitos indispensables.
Resumiendo las tres partes de esta palabra de ánimo y promesa a Abraham, redondeamos la reflexión final así:
La genética que estamos privilegiados de poseer, nos da la seguridad de que en momentos o tiempos de necesidad o crisis, la palabra tranquilizante y reconfortante de nuestro Padre Celestial nos ha de llegar, para disipar temores o dudas y reanimar y fortalecernos.
Manteniéndonos en el lugar de la voluntad divina y la plena obediencia, Él también nos habrá de escudar totalmente, de modo que ninguna arma forjada contra nosotros prospere. Y al terminar nuestra carrera, de seguro que premiará nuestra fidelidad con Su maravilloso galardón.
F I N