La grandeza inescrutable de Dios
Epílogo
Al acercarnos al final de esta obra, tratamos de pensar que podrá pensar cada lector.
Tal vez algunos puedan pensar que una exposición tan extensa sobre la grandeza inescrutable de Dios, por más verdad que contenga, se encuentre ajena al pragmatismo de la vida cotidiana, en la cual se encuentran cargados, y quizá desanimados en razón de problemas sin resolver, necesidades en la vida espiritual o laboral, y en el aspecto económico también, o un sinnúmero de posibilidades semejantes.
La respuesta para los tales es que Dios no nos ha dejado sin medios para enfrentar tales situaciones. Nos ha dado la oración como una puerta abierta al trono de la gracia día y noche; nos ha dado el Nombre sobre todo nombre para presentar nuestras plegarias y para rechazar al enemigo cuando nos acecha y trata de deprimirnos.
Nos ha dado también la sangre de Su Hijo Amado, derramada a favor nuestro, no sólo para que nos limpie de todo pecado, sino también para que se convierta en semilla de Su preciosa vida, que se ha de ir reproduciendo gradualmente en nosotros.
Nos ha dado la palabra de verdad, contenida en las Escrituras, con sus preciosas y grandísimas promesas que abarcan todos los órdenes de la vida. Y en fin, siendo un Dios y un Padre tan amante de Sus hijos como lo es, no ha escatimado nada que sea provechoso ni necesario para
a cada uno de nosotros.
Cumpla cada uno su parte de buscarlo de forma sincera, humilde y con fe, y verá y comprobará que Él es absolutamente fiel y cumple Sus promesas. Tal vez no todo se resolverá de inmediato, pero con toda seguridad Él ha de ir dando Sus alicientes y consuelos, los cuales nos harán saber que nos ha oído, que está decididamente de nuestra parte, y que Él, habiendo puesto Su mano sobre el pequeño arado de nuestras vidas, de ninguna forma se ha de volver atrás.
A otros que sin estar desanimados podrán preguntarse, no obstante, cuáles serán los beneficios de tomar conciencia de esa grandeza inescrutable, de la cual ha leído, les presentamos algunas sugerencias que estimamos podrán serles útiles.
La primera es tener en cuenta que, muchas veces, nos hemos hecho un Dios a nuestra pequeña medida, por así decirlo. Un Dios, por ejemplo, que sólo se desenvuelve dentro de la estrechez de los límites marcados por nuestra pequeña experiencia, y de nuestro pobre concepto de Él.
A veces, podemos pensar que es un Dios que necesita nuestros pobres donativos para financiar la obra Suya, ignorando que cuando verdaderamente estamos ocupados trabajando en empresas o proyectos que son auténticamente Suyos, Él se encarga de suplir todo cuanto haga falta, según Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús, (Ver Filipenses 4:19)
* Al ampliarse nuestros horizontes en cuanto a Su grandeza, riqueza, total autosuficiencia e ilimitados recursos, el resultado no podrá ser otro que el de enriquecer nuestras vidas, al par que llevarnos escalonadamente a una mayor madurez espiritual, que habrá de redundar, a la larga, en un fruto verdadero y de mayor calidad en nuestras vidas.
* También hemos escrito de la mayor necesidad de tomar conciencia de Su omnipresencia, y que la misma nos acompaña y rodea en todo momento.
* Esa presencia que nos acompaña no es por cierto la de todo Su esplendor, gloria, honra y poder. Si así fuese, sucumbiríamos en el acto.
* Es más bien tenue y suave, y se la apropia por fe, pero resulta muy real. Además, lejos de intimidarnos e infundirnos temor, siempre que andemos en la luz y en buena relación con Él, la encontraremos sumamente placentera y alentadora.
* Por otra parte, o más bien mirando las cosas desde otra perspectiva, tengamos presentes las palabras tanto de Elías como de Eliseo, dos grandes profetas del Altísimo.
* “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy”…, (1a. Reyes 17:1.
* “Vive Jehová en cuya presencia estoy…” (2a. Reyes 5:16)
* El hecho de que las repitieran siempre en tiempo presente, es una muestra de que era una realidad concreta en sus vidas, y que los convertía en santos varones de Dios.
* Quienes los veían y conocían, lo sabían muy bien! Ver 2a. Reyes 4:9.
* Y que nos nos quepe ninguna duda, de que ese tomar conciencia asidua de la presencia del Omnipotente con nosotros, tiene un evidente efecto purificador y santificador, como ya hemos señalado e ilustrado anteriormente.
* Como polo opuesto, citamos las palabras de Giezi, el criado de Eliseo en 2a. Reyes 5:20 – “Vive Jehová.” Por cierto que no agregó lo que su amo decía – “en cuya presencia estoy” – porque él no tenía ninguna conciencia de la presencia y omnisciencia del Señor, pensando que podía mentir y engañar sin que Dios ni su amo se enterasen.
* En realidad padecía en su alma de la lepra del pecado, la mentira y el engaño, y como resultado inevitable esa lepra se propagó a su cuerpo, y tristemente, también a su descendencia. (2a. Reyes 5:27)
* Pero como la nota más destacada y positiva de tomar conciencia, no sólo de la omnipresencia, sino también de una mayor medida de la inconmensurable grandeza de nuestro Dios, debemos puntualizar el enorme caudal de fe, confianza, y sano y bien fundado optimismo que nos infunde.
* Él todo lo sabe, todo lo ve, todo lo que el enemigo quiera hacer contra nosotros lo percibe de antemano – nada se le escapa, nunca se equivoca ni llega tarde, ni se precipita para
actuar demasiado pronto.
En suma, Su perfección, proyectada en cada uno de Sus innumerables atributos – Su justicia, fidelidad, santidad, sabiduría, amor, gracia y misericordia – por citar solamente siete de ellas, basta y sobra para hacernos sentir un sano orgullo de ser hijos de semejante Padre, Hermano Mayor y Espíritu Consolador.
Que esto sirva para disipar toda bruma de incertidumbre o temor que pudiera quedar, y al mismo tiempo, para llenarnos de la más íntima satisfacción y alegría.
Asimismo, que se convierta a la vez en un tónico para nuestra alma, el cual nos motive para seguir en la brecha hasta el final de la carrera que tenemos por delante, dándole lo mejor de nuestra vida, amor y devoción.
Que por la gracia de Dios, así sea en la vida de cada lector u oyente, y en la de quien esto ha escrito.

F I N