Capítulo 9.- “Juntadme mis santos”.
Primera parte
“Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con
sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el
Juez.” (Salmo 50: 5-6)
Estos dos versículos se encuentran dentro de un salmo que
empieza por proclamar la grandeza del Señor, el Dios de
dioses. Posteriormente, pasa a reprender a Su pueblo infiel, y
en particular al malo – al impío, intercalando en el versículo
catorce y en el veintitrés una exhortación a tributarle
alabanza, y ordenar correctamente el camino delante de Él.
Llama la atención que dentro de ese marco, nos
encontremos con los dos versículos citados más arriba. Los
mismos contienen un consejo y una exhortación, que podemos
interpretar con toda propiedad, como algo de relevancia
latente para cada célula local de la iglesia universal de Cristo.
En efecto, la aplicación práctica tanto vale para una iglesia
en decadencia, como para una que se halle en estado
estacionario, e igualmente para la que, estando en una etapa
de crecimiento y progreso, aspira a superarse más todavía.
Pasamos a desgranar estos dos preciosos versículos,
tomando de forma sencilla cuatro puntos.
Juntadme.-
El pronombre reflexivo me, que se añade a juntad, denota
claramente que es un juntar a Él, el Dios Supremo.
Para más abundamiento, no se trata de juntarlos en un
lugar determinado, como podría ser, por ejemplo, la Plaza
Mayor, o aun el mismo edificio en que se celebran las
reuniones, aunque de hecho esto podría ser, pero como algo
externo y necesario, nada más.
El juntarse o unirse debe ser de forma bien definida al
Señor, recordando que “el que se une al Señor, un espíritu es
con él.” (1ª. Corintios 6: 17)
Al mismo tiempo, ese juntarse de ninguna manera debe
interpretarse como un venir cada uno con su propia opinión, y
sus puntos de vista de cómo se deben, y cómo no se deben
hacer las cosas.
En 1ª. Corintios 12: 18 tenemos una afirmación de
importancia capital, a la cual, nos tememos que con frecuencia
no se le presta la debida atención.
“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos
en el cuerpo como él quiso.”
El concepto o la actitud que a veces se suele tener es que
“me gusta esta iglesia por la forma en que se lleva la
alabanza,” o “porque en ella hay una juventud muy
simpática”, por citar solamente un par de ejemplos
Digamos de la forma más tajante que esto no cuadra para
nada con el orden divinamente establecido.
Naturalmente que siendo la iglesia, entre muchas otras
cosas, un hogar espiritual, lo normal es que donde el Señor nos
coloque nos sintamos cómodos y a gusto, como estando en
nuestro propio hogar.
Sin embargo, siendo, como hemos visto, que es Dios el que
elige y nos ubica, no cabe en absoluto que de buenas a
primeras uno se marche porque algo que ha pasado no le ha
caído bien, o porque ha oído de una nueva iglesia donde
parece haber más bendición.
A veces puede haber un cambio de ubicación por razones
valederas, tales como un traslado a otro punto por razones de
trabajo, o bien porque se reciba un claro llamamiento a
desempeñar una función en un sitio distinto, como podría ser
abrir un nuevo punto de misión. Igualmente, ese llamamiento
podría ser a desempeñarse dentro del ámbito de otra iglesia,
en la cual los servicios que se prestasen podrían ser de
provecho.
En cualquier caso, la salida siempre deberá ser dentro de un
marco de corrección, con el apoyo y la bendición de la iglesia
que se deja atrás, y nunca como resultado de contenciones o
fuertes desacuerdos.
Esto último, lamentablemente sucede con bastante
frecuencia en algunas partes, y deberá tenerse muy en cuenta
que, quien se marche de esa forma, llevará una mala semilla,
que en no pocos casos habrá de reproducir según su especie y
género.
Ahora bien, ser miembro verdadero de una iglesia buena y
sana supone una serie de privilegios, los cuales de por sí, y
como no podría ser de otra forma, también conllevan una serie
de obligaciones.
En cuanto a los privilegios, pueden asistir libre y
gratuitamente a las reuniones y disfrutar del uso de todas las
instalaciones y artefactos del edificio de reuniones.
Todas esas facilidades no brotaron por cierto de la nada,
sino casi siempre, de muchos esfuerzos y aun sacrificios.
Además, recibe apoyo y consejería, consuelo y aliento, que
se les dispensan desinteresadamente y con amor y bondad.
Tiene el privilegio de diezmar y ofrendar, pero no se le
obliga a ello; es algo puramente voluntario, aunque debe
hacerse la salvedad de que si no lo hace, será él mismo el más
perjudicado, al perderse la bendición que reciben todos los
que dan al Señor y a Su obra de buen grado.
Considerando todo ello, y teniendo bien presente que es el
mismo Señor Quien lo ha colocado en ese lugar – en esa célula
local de Su iglesia universal – corresponde desde todo punto de
vista razonable y de la lógica más elemental, que se brinde con
lo mejor de sus fuerzas y posibilidades.
Así, ha de ofrecerse para servir de acuerdo con sus talentos
y capacidades, y ha de orar por su iglesia y procurar constituir
un aporte favorable, cuidando bien de no enredarse en
chismes o críticas; antes bien, su hablar ha de ser de estímulo y
de apoyo franco y leal al pastor o el liderazgo, y todo el resto
de sus hermanos.
En cuanto a este último particular – el de hablar para bien y
no quejarse ni criticar – hemos de decir que una de las armas
más poderosas que ha usado el enemigo a través de los siglos
para causar estragos en la iglesias, ha sido y sigue siendo la
lengua larga, descontrolada y criticona.
Hace poco nos llegó de la Argentina una anécdota anónima,
imaginaria, pero impregnada de gran verdad.
La misma cuenta que en una determinada carpintería había
un fuerte malestar, por estar las distintas herramientas
frontalmente enfrentadas entre sí, criticando y acusándose
mutuamente.
Así las cosas, decidieron celebrar una asamblea para buscar
una solución. Los cargos que se formularon en la misma eran
bastante fuertes y muy variados.
Del martillo, por ejemplo, se dijo que no hacia más que dar
golpes por todas partes con su PIN PAN tan desagradable. Del
tornillo, que había que presionarlo mucho y creaba problemas
“por tener muchas vueltas.” Del papel de lija, que era áspero y
causaba mucha fricción, echando además un polvillo que a
menudo entraba en las fosas nasales, y hasta causaba muchos
estornudos.
El metro no quedó exento, siendo fustigado por medir y
catalogar a los demás, y contarse él mismo como el único
perfecto. La sierra por su parte disgustaba de tal forma que se
la tildó de “carnicero de madera”, cortando a trocha y mocha
con un ruido muy chocante, y dejando un tendal de aserrín
que luego otros tenían que barrer.
Y así sucesivamente, a su tiempo le tocó el turno al
atornillador, las tenazas, los alicates, etc.
De repente se oyó un ruido; era el maestro carpintero que
abrió la puerta y entró para comenzar su tarea diaria.
La asamblea quedó interrumpida, y en medio de un silencio
absoluto, se le vio quitarse la chaqueta y colocarse el mono.
En seguida empezó por tomar unos listones, medirlos,
cortarlos, cepillarlos, lijarlos y pulirlos.
Después, con su habitual destreza se dispuso a unirlos en
una sola pieza, encolándolos debidamente, y finalmente,
después de varias horas de ardua labor, procedió a barnizar,
quedando por fin un mueble hermoso y de muy buena calidad.
Como la jornada ya llegaba a su fin, secándose el sudor de
la frente se quitó el mono, y con una mirada de satisfacción
reflejada en el rostro se puso la chaqueta, y tras echar llave a
la puerta, se marchó.
Al quedar otra vez a solas, las herramientas reanudaron la
asamblea, y el nivel tomó la palabra.
“El Maestro, sin palabras, nos ha dado a todos una
soberana lección, que nos debe dejar avergonzados. Tomando
a cada una, y haciendo caso omiso de sus fallos y defectos, se
ha valido de las cualidades que ha visto en unas y otras, para
lograr, al final del día, esta hermosa pieza que tenemos por
delante.”
“Por lo tanto, propongo que desde hoy aquí quede
totalmente desterrado el fijarse en los defectos y fallos ajenos y
hablar de ellos; por el contrario, que sólo habremos de ver y
apreciar las cualidades y virtudes de cada una, y así el
Maestro podrá lograr resultados aun mucho mejores que el
que ha conseguido hoy.”
La propuesta del nivel fue aceptada por unanimidad, y
desde ese día la transformación operada en la carpintería fue
sorprendente.
A buen entendedor…
Interrumpimos aquí para continuar en la segunda parte.
FIN