El evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo # 2ª Parte

El evangelio de las inescrutables
riquezas de Cristo (II)

El cuarto punto se deriva del versículo 5. 4) La comunión del evangelio.
El vocablo comunión está formado por la contracción de común y unión. Al tener algo en común con otros de la misma fe, y compartirlo en algún o alguno de sus muchos aspectos, esto nos unifica, al mismo tiempo que nos edifica y enriquece.
En Efesios 5:16 se nos exhorta a aprovechar el tiempo.
Como habitantes de este mundo, aun cuando de paso y encaminados hacia nuestra morada eterna, no podemos ni debemos desentendernos de todo de lo que está aconteciendo en el planeta tierra.
No obstante, es fácil que uno se deslice en la conversación hacia lo terrenal, de tal manera, que prácticamente no quede lugar para lo espiritual y celestial.
Hace unos buenos años, una querida hermana nos invitó a mi esposa y a mí, junto con varios más, a una comida para el día de Año Nuevo.
En total éramos como unos doce, y después de comer opíparamente pasamos a la sala contigua, y allí, varios grupos de dos o tres cada uno comenzaron a hablar de temas variados, pero que me parecían más bien de orden social.
Entendiendo que había una mejor forma de pasar el tiempo, sugerí que del caudal de experiencia propia en las cosas del Señor, aportáramos algo cada uno.
Esto permitió que en vez de varias conversaciones de grupitos pequeños, hubiese una general en que participásemos todos.
Con una sola excepción, cada uno aportó lo suyo, y el resultado fue que, al final, todos nos sintiésemos edificados y bendecidos con cosas de sustancia para nuestra vida espiritual.
En una ocasión más reciente, hospedado en casa de un querido matrimonio, me encontré con una situación, que, aunque distinta, era análoga en un sentido, aunque esto parezca una contradicción.
Estábamos tratando de mantener una conversación, pero un programa de televisión que se estaba escuchando al mismo tiempo entorpecía las cosas. Felizmente, al pasarse a la publicidad se bajó el volumen, y se me ocurrió pedir a mis anfitriones que me contaran dónde, cuándo y cómo habían llegado a conocer al Señor.
Esto provocó que uno de los dos decidiera, con todo acierto, apagar la televisión, y la comunión cobró un tono muy edificante y provechoso, desembocando en un rato de oración juntos. Esto nos dejó a los tres muy satisfechos en el fuero interno.
Además, también por la noche tomábamos un capítulo de Proverbios, y cada cual elegía su versículo favorito del mismo, explicando el por qué.
Quien esto escribe reconoce que no siempre ha actuado con la misma sabiduría, pero se ha propuesto que en el futuro, las oportunidades que se le presenten sean bien aprovechadas siempre que sea posible.
En conclusión, que sin dejar de lado completamente lo que nos concierne en cuanto a lo terrenal, nos cuidemos de que lo celestial y eterno sea el tema preferente en nuestras conversaciones y tertulias.

5.-El testimonio del evangelio.­
“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo:” (1:27)
Esto es algo de tanta importancia, que el enemigo trata siempre, con saña y malicia, que de una forma u otra los creyentes no se cuiden de darle la debida atención.
El comportamiento como es digno a que se refiere Pablo en el versículo arriba citado, abarca en realidad todo aspecto imaginable de nuestra vida y conducta.
Empezando por el dinero, lo ideal es que seamos siempre irreprochables. Si un creyente no cumple debidamente con un compromiso económico que ha contraído – ya sea de alquiler, una compra o por la reparación del coche – inevitablemente la parte afectada por el incumplimiento lo ha de mirar con malos ojos, y no ha de ser por cierto algo que lo motive a abrazar la fe del evangelio.
Con cierta tristeza consigno lo que un precioso hermano y consiervo, que se ocupa en refacciones y reformas de viviendas y edificios, me compartió hace ya un buen tiempo.
Aunque cueste creerlo, no está dispuesto a aceptar ningún trabajo para una iglesia evangélica, en razón de su dolorosa experiencia en el pasado.
En efecto, después de acordar con ellas un presupuesto determinado, al terminar los trabajos se ha encontrado con que nunca le han llegado a pagar lo acordado en un principio, quizá por el razonamiento deshonesto de que, por ser ellos evangélicos, él debía cobrarles menos o no cobrarles nada.
No obstante, en Su gran fidelidad, el Señor ha bendecido a este siervo ostensiblemente. De los trabajos efectuados para personas inconversas o para empresas normales y corrientes, en general casi siempre ha podido cobrar lo presupuestado, y se encuentra que aun estando en tiempo de crisis económica, está ganando más que nunca, y pagando a sus obreros también más que nunca.
Sin embargo, el hecho de que las cosas estén invertidas tan lamentablemente, siendo morosos los creyentes y cumplidores los inconversos, nos da mucho, muchísimo que pensar.
¿Dónde están los verdaderos siervos del Señor, que debieran estar proclamando a viva voz, que esto no puede ni debe seguir así? -que por representar a un Dios y a un Cristo como el nuestro, los creyentes debemos dar el buen ejemplo, siendo honrados y cumplidores a carta cabal.
Al escribir esto nos damos cuenta de que pueda haber algún lector u oyente, que en estos tiempos de crisis está atravesando por dificultades en la economía.
Que lo antedicho no le resulte acusatorio ni condenatorio. Sólo podemos recomendarle que en la medida en que le sea posible, le dé al Señor y siempre que pueda, sin que su siniestra se entera de lo que hace la diestra.
Al mismo tiempo, que prescinda de cuanto no sea estrictamente indispensable, y procure con prioridad máxima y urgente, cancelar toda deuda que tenga.
Así se encontrará con la dicha de cumplir el mandato de Romanos 13:8a: “No debáis a nadie nada” y podrá dormir tranquilo y sentirse mucho mejor.
Bajo este mismo encabezamiento del testimonio, nos ocupamos ahora de obscenidades y cosas afines, tales como los llamados “chistes verdes”, en cuanto a los cuales, lamentablemente, muchos no adoptan la postura de rechazo total que debieran.
Cuando en un programa de televisión, por ejemplo, aparece algo de esa índole, lo que corresponde es cambiar el programa de inmediato, o mejor aun, apagar el televisor.
Acude a la mente del autor algo acontecido hace muchos años, cuando se desempeñaba como funcionario de la entonces empresa estatal Aerolíneas Argentinas. Había la costumbre mensual del almuerzo de gerentes, que se convocaba en la ciudad de Manchester en forma rotativa, y por orden alfabético.
La segunda vez que le tocó hacerlo hizo una oración especial al Señor. Sabedor de que en los mismos, hacia los postres y el café, empezaban los chistes sucios y de mal gusto, oró pidiendo que en esa ocasión no fuera así, en atención a que él, que era el que convocaba el almuerzo, era un siervo de Dios.
Pero el Señor tenía otro plan muy distinto – esa ocasión iba a suponer una prueba importante a la cual debía ser sometido.
Los chistes sucios y de mal gusto abundaron más que otras veces. En total éramos como unos 20 comensales, incluyendo mi jefe inmediato que había viajado de Londres para acompañarme en el almuerzo. Después de cada chiste había diecinueve que se reían a carcajadas, mientras que un servidor hacía el papel que, para los demás, parecía el de un pobre estúpido.
Pero no podía reírme como los demás. Por una parte, los chistes me eran muy desagradables, casi asquerosos y nada risueños. Pero por la otra, sabía muy bien que reírme como los demás habría sido una traición al Señor. Habría supuesto celebrar las suciedades de Satanás para quedar bien con los demás.
Le agradezco mucho al Señor que me dio la gracia de mantenerme bien firme en esa ocasión tan especial.
Lo normal hubiera sido que bien pronto se me trasladara a un cargo de menor importancia, sin roce con los demás, pues en esa labor de relación pública que tenía, lo corriente era y es, beber bebidas alcohólicas con los demás, convidar con cigarros o cigarrillos, y tener el chiste indicado para cada ocasión, no importa si es o no de humor limpio y sano.
Mi labor la desarrollada de otra forma muy distinta, basándome en la amistad y el buen servicio.
Pero lo cierto es que no se tomó ninguna medida y seguí en el mismo cargo.
Poco después vino un evento deportivo muy importante – se trataba de la final mundial a nivel de club, que debían disputar los equipos de Manchester United y Estudiantes de la Plata, de la Argentina.
Sería largo entrar en todos los detalles, pero resumiendo, me tocó a mí viajar con el Presidente del Manchester United, y el famoso entrenador Matt Busby, como traductor y guía en un ambiente que conocía bastante bien.
Esto fue para concretar con anticipación todos los detalles de hospedaje etc. en Buenos Aires, para cuando llegara el equipo para disputar la final.
Apenas hace falta decir que todos los demás gerentes de empresas habrían anhelado sobremanera un viaje como ése, que para ellos habría significado un altísimo privilegio.
Cuando se acercaba el tiempo del viaje de los jugadores y periodistas, todas las demás empresas agotaron cuanto medio tenían a su alcance para que fuese por sus servicios.
No obstante, con la ayuda del Señor y la colaboración eficaz de la Sucursal Londres, logramos que viajaran por los servicios de Aerolíneas Argentinas, a la cual yo representaba, y lo que supuso un tremendo campanazo publicitario, además de considerables ingresos económicos.
Posteriormente, la agencia Manchester de la cual yo era gerente, por varios meses batió todos los records de ingresos.
Entiendo que era imprescindible que de esa prueba saliese aprobado, pues de otra forma habría quedado, si no eliminado, por lo menos postergado, en cuanto al llamamiento del Señor para mi vida.
Le vuelvo a agradecer al Señor, por Su gran bondad en ayudarme con Su gracia, para serle fiel en toda esa ocasión.
Aparte del primer viaje a Manchester, hubo el segundo de la revancha en Buenos Aires, y al llegar la delegación del Manchester United con periodistas y demás acompañantes, me tocó actuar de intérprete en varias ocasiones, algunas de ellas televisadas, y creo que también compartir almuerzos y una barbacoa, etc.
Mis amigos de las distintas empresas de turismo que yo visitaba en mis labores, al verme tan a menudo en televisión, pasaron a decirme, “Vaya, te has hecho un astro de la televisión!”
Pero claro está, eso a mí poco me importaba. Lo más
importante era que, por Su infinita bondad, el Señor me

permitió mantenerme limpio y fiel delante de Él y ante todos los demás.
Se podría seguir por largo rato sobre el tema del testimonio, pero para no ser demasiado extensos nos limitamos a agregar, advirtiendo que quien no se guarda celosamente en su conducta en todos los órdenes, no sólo le estando pagando con muy mala moneda al Señor por Su amor tan sacrificado y noble, sino que corre peligro de encontrarse en el más allá con una sorpresa muy desagradable, y más que eso, un fin nefasto e irreversible.

“Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:14)
Que no nos tenga que decir a ninguno de nosotros en aquel día las palabras de Lucas 13:27 “Apartaos de mí hacedores de maldad.”

6.- La fe del evangelio. (1:27b)
Para explicar bien a lo que vamos en cuanto a este punto, es necesario volver a lo ocurrido en un principio con Adán y Eva, usualmente conocidos como nuestros primeros padres.
Si preguntásemos ¿cuál fue el primer pecado? la respuesta de la mayoría sería la desobediencia.
No obstante, debemos ahondar un poco para llegar a la raíz de lo que provocó esa desobediencia. Al dirigirse la serpiente a Eva, diciéndole que aunque comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal no iban a morir, sino por lo contrario se les abrirían los ojos y serían como Dios, sabiendo el bien y el mal, le estaba lanzando una doble dosis de ponzoña absolutamente infernal: que Dios les estaba mintiendo, y además engañando, privándoles de algo fenomenal, por así decirlo.
Al aceptar Eva eso, y de hecho Adán también, esa mentira tan horrorosa e infame, la comunión con el Señor Dios Creador al cual le debían todo, quedó rota.
Eso los dejó en un estado deplorable y lamentable en extremo. En efecto: siendo el único en realidad que nos puede procurar el más alto bien, tanto en la vida presente como en la del siglo venidero, y no poder confiar en Él ni fiarse de Su palabra, los colocó a ellos, y también a todo el que se encuentra en ese estado, en una penumbra total y falta de toda esperanza.
En Su gran sabiduría el Señor ha decretado que la salvación sea por fe, y por el evangelio ahora nos llama a creer Su palabra, no en cuanto a un árbol prohibido, sino a la muerte y resurrección de Su Hijo Jesucristo, crucificado en el madero del Calvario.
Ahora bien: sabemos que la comunión previa a la caída era como una preciosa cadena – no de esclavitud, sino de un vínculo hermoso y maravilloso con el Ser Supremo.
Esa cadena se rompió, pero ¿en cuál eslabón?
El de creer Su palabra; y ahora, al darle la espalda a toda la mentira diabólica y creer de todo corazón en la palabra de verdad del evangelio, esa cadena de comunión queda restablecida al restaurarse el eslabón que se había roto-el de creer en Su palabra.
Asimilemos debidamente esta verdad tan importante, reflexionando sobre ella y la sabiduría y gracia del Señor que en ella se ponen tan de relieve.
Asimismo, hagámonos eco de la exhortación de Pablo a los fieles filipenses, a combatir unánimes por la fe del evangelio, sabiendo que es una gracia y un honor, que se nos hace extensivo a cada uno de nosotros.
7.-El progreso del evangelio.
Aquí el progreso del evangelio no ha de entenderse como lograr que la opinión pública, las autoridades, los medios de comunicación, etc. lleguen a aprobarlo y decir que es bueno y aconsejable.
Sabemos que el Señor dijo con todo énfasis “Mi reino no es de este mundo” y quienes esperan una franca aprobación del mundo, o bien que prácticamente el mundo entero se convierta, sólo alientan una vana esperanza, la cual no tiene ningún asidero firme en las Escrituras.
Lo que sí hemos de entender por el progreso del evangelio, es que la proclamación del mismo se extienda, y esto se desprende claramente del contexto, en el que Pablo se goza en que eso estaba aconteciendo en el entorno del pretorio, y demás lugares de las inmediaciones en que se encontraba.
Aun cuando algunos lo hacían por pretexto y contención, y no por amor y sinceramente, como lo hacían los demás, los verdaderamente fieles, Pablo igualmente se gozaba de que por lo menos se proclamaba.
Esto también concuerda con lo dicho por el Señor en Mateo

24: 14 en el sentido de que es necesario que el evangelio del reino sea predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, antes que venga el fin de este siglo terrenal.
Además, está el claro mandato de Marcos 16:15 – “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” que corrobora plenamente lo que estamos diciendo.
En conclusión, debemos acotar que Dios es un Dios de progreso, como queda evidenciado de tantas formas.
Para tomar solamente una de ellas, señalamos que en los albores de la creación, según se consigna en el primer capítulo del Génesis, primero creó los árboles y las plantas con semilla para reproducir según su especie y género. Este mismo principio lo trasladó luego al reino animal, luego al género humano, e igualmente al reino espiritual, a fin de que, concluida Su obra de redención en cada uno de los Suyos, seamos a imagen y semejanza Suya, según Su propósito creativo original enunciado en un principio en Génesis 1: 26.
Es importante que en la vida de cada uno el evangelio se
arraigue y se profundice, tanto en nuestra vivencia personal

como en su proclamación verbal, y asimismo, por lo que somos y la forma en que vivimos y nos comportamos.
Que en ninguno de nosotros haya un estancamiento, ni quedemos rezagados, sino que se advierta un progreso, tal vez gradual, pero sano y firme.
FIN