Zorobabel y Josué y el retorno después de 70 años

Cuarta parte

Espíritus despertados.-

“Y despertó Jehová el espíritu de Zorobabel…de Josué y de todo el resto del pueblo, y vinieron y trabajaron en la casa de su Dios.” (1:14)

De nuevo nos encontramos con algo que merece una consideración detenida, aunque no sea muy extensa. Para ello, en primer lugar debemos hilvanar con Esdras 1: 5:-

“Entonces se levantaron los jefes de las casas paternas de Judá y Benjamín, y los sacerdotes y levitas, todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios para subir a edificar la casa de Jehová, la cual está en Jerusalén.”

Se estima que esto ocurrió unos 20 años antes. En su destierro en Babilonia se encontraban sumidos en un profundo letargo en cuanto a las cosas de Dios, pero llegada la hora, en Su gran misericordia el Señor despertó sus espíritus para  encenderlos de un vivo deseo de volver a la ciudad santa a edificar el templo, según hemos visto anteriormente.

No obstante, el desgaste por el tiempo transcurrido y las dificultades causadas por la fuerte oposición de los enemigos, y además la inquietud personal por la vivienda propia, otra vez los han adormecido en su fuero interno, y la visión y el deseo no están latentes como antes.

Pero el incansable Dios, fiel, perseverante y misericordioso como ninguno, no desmaya ni se inmuta, sino que con inmensa bondad vuelve a tocar sus espíritus adormecidos e insensibles, para que despierten de nuevo y pongan manos a la obra, que la batalla, lejos de estar perdida, habrá de tener un vuelco total para terminar en resonante victoria.

Cuántas veces en las vicisitudes del ministerio, en las pruebas y luchas que se presentan, nos encontramos con situaciones como ésta! Las dificultades y los errores, propios y de los que nos acompañan, más la malicia del enemigo que a veces nos acosa, nos llevan a estar a punto de claudicar. La visión, si no se pierde queda seriamente empañada, y parece que todo terminará en decepción y fracaso.

Pero otra vez el Eterno Dios – lo repetimos, el incansable – despliega Su inagotable gracia y poder, viniendo a nuestras vidas con benditos renuevos de amor, fe y esperanza. De pronto, nos sentimos rejuvenecidos, tremendamente oxigenados por el soplo celestial, y otra vez nos ponemos de pie y marchamos a la primera línea de combate, convencidísimos de que ahora, por Su gracia, la victoria es segura.

Aleluya! Si, hermano lector querido. Arriba ese corazón! Nuestro formidable Dios que ha fijado Su mirada en nuestras pequeñas vidas, llamándonos a Su servicio santo y glorioso, no se ha equivocado al hacerlo. Podremos haber cometido muchas torpezas y errores; el enemigo podrá rugir con odio y saña, pero si el amor de nuestro corazón sigue centrado en Él, de seguro que se cumplirá la bendita promesa:

  “La caña cascada no quebrará,

y el pábilo que humea no apagará,

hasta que saque a victoria el juicio.” (Mateo 12: 20)

El resultado de ese despertar de sus espíritus fue que vinieron y trabajaron en la casa de su Dios. . Antes estaban esparcidos, cada cual en lo suyo y la casa desierta; ahora, todos están unidos y en el mismo lugar – el templo del Señor – para trabajar con ahínco, codo a codo y corazón a corazón. Ése es el verdadero efecto de la genuina palabra de lo alto.  A diferencia de palabras traídas por quienes no son enviados de veras por el Señor, y que a menudo confunden y separan, la misma siempre promueve la unidad de los hermanos y pone el deseo de trabajar con nobleza juntos para Dios.

Sería demasiado extenso comentar el resto del libro de Hageo. La primera parte del segundo capítulo contiene una exhortación a esforzarse y trabajar, en la seguridad de que el Señor está con ellos, después de lo cual pasa a dar promesas de bendición que van más allá incluso del futuro inmediato de aquel entonces, adquiriendo en algunas partes caracteres mesiánicos.

Redondeamos esta parte con una referencia y breve consideración sobre las muy conocidas palabras del versículo 9:

“La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera…y daré paz en este lugar.”

Sin intentar explicar cómo puede haber sido el cumplimiento de esto en aquella coyuntura concreta, nos limitamos a aplicar la promesa al terreno específico de la restauración, que al fin y al cabo es nuestro tema central.

Después de haberse apartado uno y sufrido el escarmiento, representado aquí por el cautiverio, si se responde al llamado divino y se emprende con propósito el retorno, el volver a amar y servir a Jesús, en Su inmensa bondad no sólo nos restaurará por completo, sino que en la medida en que lo busquemos con hambre y con sed, nos dará mucho más de lo que tuvimos en un principio. Esto ya lo hemos visto en casos anteriores y lo seguiremos viendo más adelante.

Desde luego que esto no ha de tomarse como pretexto para dejar al Señor, pensando que a su tiempo nos traerá de vuelta al redil, e incluso terminaremos mejor que antes. Eso podría ser suicida, y además debemos tener muy presente que, de los que marcharon al cautiverio, solamente regresó un remanente relativamente pequeño de dos de las doce tribus de Israel. Los demás, tristemente no volvieron. Que no seas tú, querido lector, uno de ellos  – de los que no volvieron.

 

La aportación de Zacarías.-

Aunque con un estilo y unos matices muy distintos, el papel de Zacarías fue igualmente valioso y eficaz. Su nombre significa “Jehová, o el Señor, recuerda” lo que de por sí ya nos dice mucho. Dios se había puesto bajo juramento con Abraham muchos siglos antes de todo esto, de bendecir su simiente o descendencia, tanto la natural como la de la fe, y de hacer que poseyese las puertas de sus enemigos. (Génesis 22:17)

En esta situación en que se encontraban, rodeados de dificultades y de la persistente y malvada oposición de sus enemigos, venía como estímulo muy especial que el Señor les mandase un siervo llamado Zacarías. Cada vez que se le veía o se le nombraba, quedaba repetida la fiel promesa: Jehová recuerda.

El libro que lleva su nombre es bastante más extenso que el de Hageo. Buena parte del mismo consta de visiones que tuvo, a no todas las cuales les podemos precisar su aplicación exacta. Generalizando, podemos decir que los primeros ocho capítulos en su mayor parte están relacionados con la situación que nos ocupa, es decir, la reedificación del templo. El resto del libro se proyecta más hacia el futuro, conteniendo profecías mesiánicas, y otras correspondientes al final de los tiempos.

La tónica general de la primera parte era la de alentar al remanente en la tarea de la reconstrucción, recordándoles en más de una oportunidad que el cautiverio se había debido a la obstinada y persistente rebeldía de sus padres. Junto con eso iba la promesa de que ahora las cosas cambiarían, y habría paz, bendición y prosperidad, y que aun los que estaban lejos vendrían a ayudar a edificar el templo.

Para que esto se concretase, les exhortaba a la obediencia, a la plena rectitud en su andar con el hermano y el prójimo, y que se esforzasen sus manos en la obra.

En el capítulo 8:9-15 vemos una importante coincidencia con lo ya visto en la ministración de Hageo en cuanto al vuelco que habría en la situación al echarse los cimientos. En efecto, antes de eso no había paz ni prosperidad, pero a partir de ese evento tan fundamental que ya hemos comentado, todo se iba a trocar en bendición. Lo cual subraya claramente la importancia y el lugar insustituible de los cimientos y el fundamento, tanto en el templo de aquella época, como en el actual de la iglesia, y en la vida cristiana a nivel individual.

Comparando las fechas que nos dan los dos libros, encontramos que Hageo profetizó entre el primer día del mes sexto del segundo año del rey Darío, identificado generalmente como Darío Hystapsis, hasta el 24 del noveno mes. Por su parte Zacarías comenzó un poco después, en el octavo mes del mismo año y la última fecha que se nos consigna es el cuarto día del mes noveno, pero del cuarto año de Darío. (7:1) aunque posteriormente siguió profetizando sin que haya constancia de las fechas.

Quizá lo que más resalta en Zacarías es su ministerio específico para los dos líderes, Josué el sumo sacerdote, contenida en el capítulo 3 y el 6, versículos 9 al 15, y para Zorobabel el gobernador, que se encuentra en el cuarto capítulo. Esto nos lleva a una verdad a veces ignorada u olvidada: los siervos de Dios que van en vanguardia, exhortando, animando y llevando adelante al pueblo, también necesitan ser estimulados, fortalecidos, y aun a veces sanados de heridas a las cuales están expuestos por estar en la primera línea de combate.

 

Ministración a Josué el Sumo Sacerdote.-

Como ya se ha dicho, la encontramos en el tercer capítulo y también en el texto del  9 al 15 del sexto capítulo, y como se podrá comprobar, mirándolos detenidamente, ambos pasajes, si bien dirigidos primariamente a Josué, tienen partes que toman una proyección decididamente mesiánica.

Josué, el sumo sacerdote, estaba delante del Ángel de Jehová, y  Satanás a su derecha para acusarle. Notemos el recato con el cual es reprendido: “Jehová te reprenda, oh Satanás…” (3: 2) que hilamos con Judas 9:

“…el arcángel Miguel…no se atrevió a proferir juicio de maldición…sino que dijo: el Señor te reprenda.”

Haremos bien en tener muy en cuenta estos dos pasajes, para cuidarnos mucho, como ya hemos dicho, de no ir más allá de los límites que nos ha fijado la palabra de Dios en este terreno.

En el versículo 3 del referido capítulo tercero, se nos dice que Josué estaba vestido con vestiduras viles  y estaba así delante del ángel.

El sumo sacerdote, que debía llevar las prendas sacerdotales para honra y hermosura (Éxodo 28:12) y aquí delante del mismo ángel del Señor, con vestiduras viles! Con razón que Satanás estaba a su derecha para  acusarle!

A renglón seguido se manifiesta la gracia del Señor, con la orden de que se las quiten y en vez se le vista de gala, y se le ponga una mitra limpia sobre su cabeza.

“Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala”(3:4)

Hasta donde podemos entender, el sumo sacerdote, el personaje principal en importancia junto con Zorobabel el gobernador, estaba contaminado, y para que la obra de reconstrucción pudiese continuar debidamente, se hacía necesario remediar la situación.

No podemos sino relacionar esto con la exhortación de Pablo en Efesios 4:22 y 24: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos…”

“y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad  de la verdad.”

Con lo mucho que es conocida esta verdad y el pronto asentimiento y aprobación con que generalmente se la recibe – exteriormente por lo menos –  a menudo nos preguntamos hasta qué punto se la comprende y se la toma de veras en serio.  Para poder glorificar a Dios genuinamente en nuestra vida y llevar fruto duradero y real, un requisito primordial es que la operación de la gracia en nosotros quite el pecado como una constante en nuestra vida, tal como lo expresó el SeñorJesús en Juan 8: 36, refiriéndose al contexto de la esclavitud del pecado.

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”

Desde luego que esto es parte integral de toda auténtica restauración espiritual.

Continuando, inmediatamente después del cambio de vestiduras, Josué es amonestado a obedecer y ser escrupulosamente fiel, con la promesa de que así tendría un lugar de responsabilidad y honra junto con sus compañeros, pero no por encima de ellos.  Esto último lo señalamos como un sano y correcto freno o limitación para nuestras aspiraciones espirituales: ser todo lo que Dios quiere que seamos, nada menos, pero tampoco nada más. Así nos libraremos del sutil lazo de querer estar por encima de nuestros consiervos, el cual ha atrapado y arruinado a muchos.

En la segunda parte del capítulo 6, del  9 al 15, encontramos otro pasaje dirigido a estimular a Josué, y que evidentemente tiene matices proféticos, relacionados con Cristo el Mesías, el cual brotaría de sus raíces y edificaría el templo de Jehová.

Nos abstenemos de comentar el aspecto mesiánico. En cambio, puntualizamos escuetamente que se trata de otra palabra de ánimo y promesa, confirmando y ampliando el papel que ha de desempeñar Josué,  secundado y apoyado por compañeros dignos que estarán a su lado –  “de los que regresaron del cautiverio.”

Asimismo se añade que los que están lejos vendrán y ayudarán a edificar el templo. Refuerzos importantes y necesarios serían éstos – un aliciente grande para los que ya estaban acometiendo la obra. Al mismo tiempo, una nueva expresión de la gracia  restauradora, que, por así decirlo, se ensancha aun más:- de los que todavíaestán lejos, también vendrán y ellos también tendrán su parte en esta gloriosa tarea de reedificar la casa de Dios.”

Las promesas siempre acarrean la responsabilidad de nuestra parte de prestarnos a la gracia que nos traen, correspondiendo a ella con nuestra máxima obediencia y fidelidad. Por otra parte, esto no significa que hemos de tratar de “ayudar” a Dios para que cumpla predicciones de bendición que hayamos podido recibir. Solamente se trata de andar de forma consecuente con Él para que pueda sin inconvenientes ni estorbos llevar adelante Sus propósitos.

  “Y esto sucederá si oyereis obedientes la voz de Jehová vuestro Dios.” (6: 15b)

Antes de interrumpir para continuar en la quinta parte, otra exhortación amorosa al lector u oyente que todavía se encuentra lejos y en el cautiverio: el llamado del Señor es claro y sigue en pie. Muchos ya han vuelto; comienza tú a emprender el retorno, que hay un lugar para ti entre todos los hermanos que ya están edificando. En vez de seguir malgastando tu vida en lo efímero y pasajero de lo terrenal, inviértela en el templo que ha de perdurar  por toda la eternidad.

 

F I N