SAMUEL EL GRAN RESTAURADOR

 

Décimo tercera parte

 

Recuperando las ciudades perdidas (6)

 

La ciudad de la fe

 

La ciudad de la fe, por supuesto que es de capital importancia.

Por empezar, “Sin fe es imposible agradar a Dios” según se nos dice en Hebreos 11: 6.

En primer lugar identificamos la fe necesaria para ser salvos, y que, entre muchas otras partes de las Escrituras, la hallamos expresamente declarada en Efesios 2: 8-9 – “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios.”

Por otra parte, en 1a. Corintios 12: 9 se menciona la fe como uno de los dones del Espíritu, y en ese contexto se relaciona con la función, el ministerio o llamamiento de cada uno en el Cuerpo de Cristo, para el cual recibe la correspondiente fe para desarrollarlo eficazmente . (Ver también Romanos 12:6)

De lo cual podemos sacar una conclusión muy práctica: si uno se propone – digamos por su cuenta – desempeñar un ministerio determinado – por ejemplo, el de liberar a jóvenes de la drogadicción – pero no ha recibido un genuino llamamiento del Señor para hacerlo, no tendrá la fe imprescindible para el mismo y se encontrará frustrado y fracasado.                                                                                                                                                       

Pero también, y en ercer lugar,  tenemos la fe que nos es dada para nuestra vida cotidiana, en todo lo que nos toque afrontar y alcanzar tanto en nuestra relación vertical con el Señor, como en los aspectos espirituales, físicos, materiales y económicos. Esto lo encontramos en Efesios 5:22 como parte del fruto del Espíritu. Algunos la llaman la gracia de la fe, a diferencia del don, pero sobre el nombre que le demos no hace falta hacer hincapié, basta con que entendamos la diferencia.  

Ahora bien, esto que vamos a decir ahora difícilmente lo encontrará el lector u oyente en una teología o comentario bíblico, pero se percatará sin embargo, cuando lo terminemos de explicar,  que es algo cierto y acorde con las Escrituras.

En el tercer caso – el de la fe para nuestra vivencia diaria – que como hemos señalado es parte del fruto del Espíritu, la medida que se nos ha dado a  cada uno es bien concreta – 41 – cuarenta y uno.  

¿De dónde sacamos semejante cosa? Prescindiendo del original griego, en la versión Casiodoro de Reina, revisada por Cipriano de Valera, Revisión  de 1960, nos encontramos con que el libro en que más veces aparece en toda la Biblia la palabra fe usada como sustantivo  es Romanos.

Si contamos con cuidado la hallaremos 41 veces.

Por otra parte:

 ¿Cuántos días y cuántas noches llovió en tiempos de Noé, al venir el diluvio?

¿Cuantos años estuvo Moisés en tierra de Madián antes de recibir el llamamiento para la gran misión de su vida? 

¿Cuántos años estuvieron los hijos de Israel peregrinando en el desierto?

¿Cuantos días y noches estuvo Moisés ayunando en el Monte Sinaí la primera vez? ¿Y la segunda? 

¿Cuantos días estuvieron los espías enviados por Moisés recorriendo la tierra prometida para traer el informe?

¿Cuántos días y noches de marcha tuvo Elías desde debajo del enebro en el desierto hasta llegar a Horeb, el Monte de Dios?

¿Cuantos días estuvo el Señor Jesús en el desierto cuando fue llevado por el Espíritu para ser tentado por el diablo? 

Es claro que en todos los casos la repuesta es 40. Con la única excepción de los 40 días que transcurrieron desde la resurrección hasta la ascensión de Jesucristo, en que estuvo dando mandamientos por el Espíritu a Sus discípulos y hablándoles sobre el reino de Dios – Los Hechos 1: 2-3 –  generalizando podemos decir que el número 40 en las Escrituras se vincula con la prueba, la espera paciente, la tentación, el desierto y la lucha.

Desde luego, eso no es ninguna novedad, y es, o debiera ser por lo menos, bien sabido por todo hijo de Dios que lee y estudia la Biblia.

Pero lo bueno es lo de las veces  que tenemos la palabra fe en el libro de Romanos . Para buen entendedor ese número tan poco habitual nos dice que a pesar de las CUARENTA porque tendremos que pasar todos de una forma u otra en materia de pruebas, luchas y dificultades, el buen Señor nos ha dado una fe que mide 41!

Es decir que será suficiente para afrontarlas y superarlas todas, y aún nos sobrará una para ayudar al que flaquea!

Al estudiante de griego que intente refutarnos, diciendo que en el original en ese idioma no aparecen las 41, cortésmente le respondemos que se trata de una gracia especial para los creyentes de habla hispana (!) pero seguramente extensiva a cuantos la deseen recibir, aun cuando desconozcan nuestra lengua castellana.

 Redondeamos puntualizando que aun prescindiendo de nuestra conclusión numérica, quizá muy poco ortodoxa para el gusto de algunos, tenemos aquí una verdad incontrovertible: nuestro Dios a nosotros Sus hijos nos ha dado una fe que correctamente empleada, es suficiente para que podamos salir airosos en todo lo que Él permite que nos toque enfrentar.

Con que, a ponerla en funcionamiento y dejando de lado toda duda, incredulidad o escepticismo, firmemente asidos de Su palabra y Sus promesas, a vencer, que a eso somos llamados!  

Hay bastantes más ciudades que se pueden haber perdido y se hace necesario recuperar. No obstante, como sería demasiado largo extendernos sobre todas ellas en particular, nos limitamos a dos más de ellas, pero de forma escueta.

(7) La ciudad de la palabra de nuestro testimonio.-  

Cuando la vida espiritual de uno sufre un deterioro, generalmente su boca pasa a enmudecerse en cuanto a las cosas de Dios, aun cuando se pueda ser muy locuaz en otros temas. Es triste cuando esto acontece, pero cuando la restauración tiene efecto, siempre ha de esperarse que los labios silenciosos en cuanto al precioso Cordero de Dios vuelvan a la grata y privilegiada tarea de proclamar Su amor y grandeza sin par.

 

(8) La ciudad del gozo y la satisfacción íntima de saber que se está en una sana y correcta relación con el Dios Supremo.

 

No la alegría que se expresa en risas y continuas muestras de buen humor y comicidad, como lo entienden equivocadamente algunos. En cambio, algo mucho más profundo que brota de un corazón agradecido y muy satisfecho de tener un Dios y Señor tan maravilloso, y de estar reconciliados y otra vez en plena comunión con Él.

 

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Antes de salir al combate contra sirios y amonitas, Joab, el general del ejército de Israel en tiempos del rey David, dio la siguiente consigna a su hermano Abisai, que estaba a cargo de una parte del ejército: ·Esfuérzate y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios, y haga Jehová lo que bien le pareciere.” (2a. Samuel 10:12)

En aquella ocasión le pareció muy bien al Eterno Dios ayudar a Israel, visto el debido empeño en no perder en manos de sus enemigos la herencia que les pertenecía, y la batalla terminó con un rotundo triunfo de Israel.

Que tu Dios te vea, caro lector u oyente, noble y totalmente entregado a esforzarte y luchar por todas las ciudades de tu herencia en Cristo Jesús. Así, seguramente vendrá en tu ayuda por el Espíritu Santo, y tú también, por Su gracia, podrás ser un auténtico vencedor. Amén.

 

F I N