Juan Marcos y Demas
Un contraste a tenerse muy en cuenta
Segunda parte

Estábamos en el tema de personas desmoralizadas y debilitadas a causa
de contratiempos y desengaños sufridos por diversas causas.
¿Cómo tratar con siervos y siervas que se encuentran en ese estado?
En primer lugar, es necesario ganarse su confianza. Para lograr esto es
preciso que adviertan en uno una auténtica capacidad y madurez para
ayudarlos, a la par que un verdadero amor y comprensión. Además, por
supuesto que necesitan confiar que se ha de guardar en absoluta
confidencialidad cuanto compartan de índole personal e íntima.
Y como algo muy importante, saber escucharlos, a fin de que se
desahoguen ellos, y al mismo tiempo como forma de captar mejor su
problema.
Alentarlos de una manera meramente humana y bondadosa puede muy
bien resultar contraproducente. El hacerlo así podría ir contra el trato de
Dios para con ellos, destinado quizá a llevarlos a un quebrantamiento total
– a una bancarrota absoluta en cuanto a sus propios recursos – a un “tocar
fondo” de verdad, al cual no han llegado todavía.
De manera que la percepción del rumbo por el cual va el Espíritu en sus
vidas es de suma importancia, para poder así acompasarse con el mismo en
la consejería que se ha de dar.
El aliento superficial – “Ánimo, ya irán mejor las cosas” o los halagos
psicológicos – “Tú tienes que convencerte a ti mismo de que en realidad
vales y olvidar los fracasos del pasado” – desde luego que no corresponden
y de poco o nada pueden servir.
En cambio, en una línea netamente espiritual, se habrá de brindar el
estímulo necesario, pero equilibrándolo con la debida firmeza para que se
plasmen las virtudes del amor al Señor como motivación de todo servicio,
de la fe no fingida, un carácter sufrido en las dificultades, y de manera muy
especial una humildad genuina. Esta última se debe o responde a que en
muchas ocasiones, jóvenes que prometen mucho para el futuro pueden
muy bien llegar a sobrevalorarse y envanecerse, lo cual a la postre los
habrá de convertir en una fácil presa para el enemigo.
Así, parte del proceso recuperativo y de maduración, será llevado a
deponer las grandes ideas que han tenido de sí mismos, y medirse con
cordura, según los muy escasos logros alcanzados hasta el presente.
Y esto también habrá de templarse con animarlos al trabajo abnegado y
que no busca figurar ni descollar ante los demás, en la seguridad de que a
su debido tiempo, el Señor los habrá de premiar con el aliciente de
progresos sólidos, y los primeros indicios de buenos resultados en sus
labores para Él.
Aun cuando desconocemos detalles concretos de la forma y dirección que
llevarían las exhortaciones, advertencias y consejos de Bernabé a Juan
Marcos, no nos cabe duda de que se los debe haber brindado en
abundancia, valiéndose de su rico caudal, acumulado en sus años de
experiencia ministerial.
Paralelamente a esto, indudablemente su vida ejemplar e intachable debe
hacer servido a Juan Marcos para modelar la suya, y la consecuencia
natural de todo esto fue que, pasado un tiempo, que estimamos de
aproximadamente unos diez años – y tal vez menos – su inmadurez y
demás problemas ya estaban superados.
De esto, felizmente tenemos fehacientes constancias en las Escrituras.
Veamos los versículos en que hallamos alusiones posteriores a él.
“La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y
Marcos mi hijo os saludan.” (1a. Pedro 5:13)
Aquí lo encontramos unos buenos años más tarde, no más con Bernabé su
tío, sino con Pedro, el primer apóstol, con quien ya dijimos, en la etapa
inicial o temprana de su vida cristiana había tenido una relación cercana.
Al llamarlo “mi hijo” Pedro está implicando o infiriendo que esa estrecha
relación continuaba latente. Se estima por otra parte que al estar juntos en
este punto de tiempo, fue muy probablemente cuando Pedro le proporcionó
los detalles y la información sobre la vida y el ministerio del Señor Jesús,
que le sirvieron más tarde para escribir el evangelio que lleva su nombre.
“Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio.” (2a.
Timoteo 4:11)
Bien podemos imaginarlo a Timoteo, tras recibir este encargo de Pablo, ir
prestamente adonde se alojaba Marcos – donde quiera que haya sido – y
golpear a la puerta.
“¿Quién es?” preguntaría Marcos.
“Soy Timoteo querido hermano; abre pronto que tengo una hermosa
noticia para ti.”
Y después de abrir y que se diesen el consabido abrazo fraternal, la
pronta y ávida pregunta:
“¿Y cuál es la hermosa noticia?”
“Pues acabo de recibir una preciosa misiva de Pablo con un recado
especial para ti.”
“¿Para mí? ¿Y qué podrá ser?” con voz y respiración propias de quien
está muy en suspenso.
“Pues tienes que preparar tu maleta y venir conmigo adonde está él.”
“¿Estás seguro? ¿No habrás leído mal?” costándole creer lo que acababa
de oír.
“Segurísimo – mira aquí está, clarísimo y de su mismo puño y letra. Y
además, debe ser que siente que te necesita, porque agrega que le eres útil
para el ministerio.”
Tal vez con lágrimas en los ojos Marcos lo lee, y lleno de gratitud, nueva
visión y ganas de vivir, amar y servir, concreta los detalles para partir con
Timoteo cuanto antes.
“El hombre que me veía inepto e indigno de ir a la primera línea de
combate, ahora me ve distinto – útil, apto y digno de estar a su lado en el
maravilloso servicio del Maestro.”
“Qué dicha! Puedo decir con toda verdad, querido Timoteo que hoy es el
día más feliz de mi vida.”
Y así, valiéndose del ministerio sabio y maduro de Bernabé, quizá
también el de Pedro, y en respuesta seguramente a las oraciones fervientes
elevadas por muchos otros, el Dios y gran restaurador de todas las cosas,
nos brinda esta singular perla de un Juan Marcos plenamente recuperado,
en la brecha y al pie del cañón, para servir y luchar noblemente por la
gloriosa causa del evangelio y el Reino de Dios.
Cuántos Juan Marcos hay en la actualidad que necesitan salir de su
desánimo y apocamiento espiritual, y ponerse en pie plenamente, para
seguir en su marcha y servicio con fervor y firmeza!
¿Eres tú uno de ellos, querido lector u oyente?
Oro con fe y fervor que de serlo, el Espíritu Santo se digne usar estas
páginas para tocarte en lo más hondo y renovar y revolucionar tu vida de
verdad. Amén.
Aún no hemos terminado. Todavía nos faltan unos párrafos para
redondear esta segunda parte.
En Filemón 24 lo encontramos entre los colaboradores y consiervos de
Pablo que mandan saludos fraternales. El ahora anciano apóstol está otra
vez preso, y entre los que le acompañan, apoyan y ministran está Juan
Marcos, no como un gigante sobresaliente como tal vez pensó cuando era
joven que llegaría a ser, pero sí como un siervo aprobado, fiel y útil, en la
tarea más noble que puede haber en la vida: servir junto a muchos otros, al
Rey de reyes y Señor de señores.
A todo esto, el Espíritu Santo ha querido agregar Su propio sello
aprobatorio, implícito pero muy elocuente. En la inspiración y redacción
del sagrado libro del cual es el Autor, ha visto bien darle cabida a la pluma
de Juan Marcos, para dejarnos a través de él una de las cuatro biografías
de nuestro amado Maestro y Señor.
Cada vez que leas el segundo evangelio, pìensa en la gracia que maduró y
restauró con tanta pericia y sabiduría la vida de su autor y por fe apropia
esa misma gracia para ti.
Demas – la otra cara de la moneda.
Aunque podá parecer un anti-clímax, será oportuno que ahora hablemos
de Demas.
Tres son las citas en que figura su nombre en el Nuevo Testamento.
En Colosenses 4:14 Pablo lo menciona entre los que mandan saludos y en
Filemón 24 lo incluye de la misma manera entre varios más. Llama la
atención ver que, mientras para muchos otros como Lucas, Epafras,
Timoteo, Tito, Marcos y Tíquico aquí y allá van palabras de elogio sobre
sus virtudes, nada de eso hallamos en cuanto a Demas – sólo aparece
listado, eso sí, como uno de sus colaboradores en la lista de Filemón 24.
Esto nos hace pensar que Pablo tenía sus reservas en cuanto a él, pero
naturalmente no las compartía en sus epístolas.
Finalmente en 2a. Timoteo 4: 10 nos encontramos con la cruda realidad
“Demas me ha desamparado, amando este mundo.”
El que ha estado junto al gran apóstol, visto su vida irreprochable,
saturada de nobleza y pasión santa, y que destilaba la presencia de Dios en
todo momento, y sin embargo…triste decirlo, su corazón estaba muy lejos
de todo eso, en las luces y placeres engañosos de este pobre mundo.
Esto desde luego no es para traerle condenación a ninguno, ni hacerle
pensar a nadie que tiene “un espíritu de Demas” ni nada de eso. Pero sí
para dar una solemne advertencia que nos cuidemos todos de llevar bien
adentro la realidad latente de la vida cristiana, y de una relación auténtica
y viva con el Dios Padre, Quien busca verdaderos adoradores que le adoren
en espíritu y verdad.
Es muy posible tener la mecánica, la doctrina y el estilo – tal vez en vida
comunitaria, de iglesia, vivir de la fe y la comunión de los demás, sin
tenerlas como algo propio, muy de uno mismo.
Cerciórate bien, con la iluminación del Espíritu Santo y de la palabra de
verdad, que tú, querido lector u oyente, eres de los verdaderos, de los
legítimos que el Padre está buscando.
Que toda nota falsa, ya sea de apariencia o imitación de los demás,
desaparezca de tu vida, y el Padre también encuentre en ti un hijo de
verdad, que le honre, sirve y adore como Él lo desea y se lo merece. Amén.
F I N