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Mientras se disipaba la oscuridad de la noche, iba caminando a las afueras del pequeño pueblo que me vio nacer en la meseta castellana. La intención en esa alborada de un caluroso verano era ver el amanecer del nuevo día, mientras buscaba la intimidad con Jesús. Andando entre los rastrojos a la orilla del río, veía los árboles que en mi infancia fueron plantados, crecidos, robustos y llenos de follaje, donde se alojaban decenas de pajarillos que saludaban los primeros rayos del día. El Señor traía a mi memoria este versículo: “La senda del justo es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.”

¡Qué importante descubrir ese destino en Cristo que gobierna la creación terrenal desde su inicio: creced, multiplicaos y llenad la tierra! Quiénes somos de Cristo, hemos sido llamados a experimentar al completo su promesa: “Yo he venido para que tengáis vida y vida en abundancia.”

Desde el invierno del año 1992 el autor nos ha visitado con una regularidad anual, hospedándose en nuestro hogar y ministrando la bendita Palabra en las reuniones. Sus visitas siempre han sido de refrigerio, alimento y renovación para la congregación, a la vez que han confirmado nuestras vidas en los principios eternos del Evangelio y de la persona de Cristo. Hemos sido enriquecidos por su sabiduría y pericia acumuladas a través de los años, y respaldadas por una trayectoria sin tacha, ampliamente reconocida, que a los más jóvenes nos amplía la perspectiva. Su ejemplo intachable de servicio abnegado y sacrificado a la iglesia local, reforzado por la disposición a viajar de manera incansable mientras sigue produciendo obras de manera prolija, nos admira y motiva a servir a Cristo.

Con mucha satisfacción y gratitud prologamos este octavo libro, en el que nuestro hermano Ricardo nos espolea a mantener una actitud espiritual de búsqueda intensa de las profundidades de la nueva vida en Cristo. Nos incita a que cada día estemos ávidos de perseguir la continua llenura del Espíritu. Y lo hace exprimiendo pasajes de las Escrituras conocidos por todos y comparando la vida de Juan el Bautista, como representante de lo antiguo, con la de Jesús, modelo supremo de la nueva dispensación de la gracia. Nos impulsa a redescubrir a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pero a no quedarnos ahí, sino a proseguir hacia su misión completa: bautizarnos en Espíritu Santo y fuego. Nos ayuda a entender de manera original el bautismo séptuplo.

En unos días cuando la superficialidad se ha introducido en las filas de la iglesia, la pasividad en el diario caminar con Cristo y la mentalidad de espectáculo en las reuniones, el autor nos reta a vivir con una actitud de avance, progreso y superación. A cultivar los hábitos de madurez espiritual de manera sólida y vital.

Con la minuciosidad y sencillez que le caracterizan, desentraña las diferencias entre la muerte de Juan y la de Cristo, la gracia del arrepentimiento y la profundidad de la afirmación enigmática sobre Juan el Bautista: el mayor de todos sus predecesores, y el menor en el Reino de los Cielos. Compara de manera plástica y certera el nacimiento natural con el espiritual, y, con ocurrencia original y única, las siete caras del bautismo del Espíritu Santo.

Nos persuade a esforzarnos por crecer en la plenitud de la gracia, muriendo al yo y dejando que El crezca en nosotros y nuestro yo mengüe. Además nos infunde una sagrada persuasión a vivir enfocados en la gloriosa herencia de los santos en la luz, en medio de una generación sin esperanza que sólo habla del “carpe diem” y el goce egocéntrico de lo inmediato.

También incluye una exhortación a que, como Juan el Bautista, respondamos al llamado de servir en lugares que no son notorios ni concurridos, pero que están en el centro de la voluntad de Dios para nosotros. En definitiva, nos levanta a la superación espiritual en el ejercicio de una fe perfecta e inconmovible, como la de nuestro Maestro.

Oro para que mientras tú lo lees y lo meditas tranquilamente, oigas la voz poderosa de Jesús invitándote con ternura a una intimidad más profunda, mientras aguardamos con expectación inefable el glorioso día de estar siempre con El en sus moradas eternas.

Jesús Giraldo Prieto nació en un pequeño pueblo de la meseta castellana, Mazuecos de Valdeginate (Palencia) el 11 de Julio de 1959.

Sus padres le llevan al Seminario Menor Católico de Palencia, de donde pasa al Mayor y la Universidad Pontificia de Salamanca, con el deseo de prepararse para ser sacerdote misionero y hacer los votos religiosos. Sin embargo, su alma tenía muchas preguntas y una gran sed de experimentar al Cristo vivo de los evangelios. Le invitaron a asistir a las reuniones del Grupo Carismático Católico en Salamanca, donde un hermano sencillo le presentó el verdadero evangelio. Tuvo una experiencia de conversión radical, que le llevó a bautizarse en agua y salir de la Iglesia Católica. Cursó la carrera de Profesor de Primaria, especializado en Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca. En 1981 conoció en Londres a la que ha sido su esposa por 26 años y su ayuda idónea en el ministerio. Regresó a España y se integró en la Iglesia Salem bajo el ministerio de Manuel Vidal. Mientras trabajaba como profesor de Primaria y de Inglés, se formó en el ministerio pastoral y de la enseñanza de la Palabra, dando atención pastoral a una pequeña congregación en un barrio de la capital de España durante ocho años. Contrajo matrimonio en Madrid el 8 de Enero de 1983, del que nacieron dos hijas, Ruth y Elizabeth. Además de su formación autodidacta en las Escrituras, el Señor le dio la oportunidad de prepararse en Eastern Pentecostal Bible College, en Peterborough, Canadá. Al regreso en Octubre 1990, con la colaboración sabia y eficaz de su esposa Ester, asumió el pastorado de la Iglesia Salem en Santurce y Bilbao, donde cuidan la congregación hasta hoy. Han servido en diferentes posiciones a nivel nacional dentro de su propia familia denominacional, a nivel del País Vasco y de España. Ahora están involucrados en las misiones, la plantación de iglesias y el entrenamiento de obreros, mientras siguen como pastores.

Jesús Giraldo Prieto