Peldaños del Discipulado Capítulo 4 – Ganador de almas para Cristo Primera Parte
Peldaños del Discipulado
Capítulo 4 –
Ganador de almas para Cristo
Primera Parte
Lo normal será que todo discípulo, desde muy poco después
de su conversión, tenga un deseo grande de llevar a otros a los
pies del Señor.
A esa altura, muy probablemente tenga amistad con muchas
personas inconversas, y tendrá oportunidad de testificarles, y
de ganar algunas de ellas para Cristo.
También debe considerarse que, con el correr del tiempo, irá
teniendo cada vez menos amistad con incrédulos, de manera
que sus posibilidades en ese terreno se verán reducidas.
En muchas iglesias de todas partes del mundo, se ha
comprobado que el evangelismo personal es el que da
resultados mejores y más duraderos.
Desde luego que esto no supone dejar de reconocer, de
ninguna manera, el fruto que ha llevado con el correr de los
años – y sigue llevando hasta el día de hoy – la labor de muchos
buenos evangelistas, los cuales en cruzadas y campañas han
sido usados para la conversión de muchas almas.
Sin embargo, el evangelismo personal además de sus frutos
directos, tiene la virtud que no se encuentra de la misma
forma en el trabajo masivo de campañas: la de motivar,
movilizar y madurar al creyente normal.
El gozo de ganar almas para Cristo es maravilloso, y le da a
uno la ilusión de seguir trabajando para la iglesia en que se
congrega y sentirse útil y valorado por su labor, con los
incalculables beneficios que ello conlleva.
Además, como alguien ha comentado acertadamente, es el
más económico!
El discipulador habrá de tratar de comunicar a cada
discípulo, un sano deseo de testificar a otros y llevarlos a una
auténtica conversión. Además, deberá impartirle enseñanza
práctica sobre cómo hacer la labor evangelística, y también
cómo no hacerla!
Entre muchas otras cosas, se habrá de sentir amor hacia las
almas, y tratarlas con tacto y sabiduría.
También se habrá de inculcar la importancia de la oración
preparatoria, y el saber encontrar el momento oportuno, como
sí también la forma de abordar el tema; el no ser tajante en
contradecir al que le plantea reparos o posturas equivocadas,
sino con gracia y verdad, presentar la verdad bíblica en cuanto
al tema o temas a que se está refiriendo.
Esto último es muy importante. En efecto: en muchos casos,
con celo no conforme a ciencia ni al amor, cada vez que el
incrédulo afirma algo que es incorrecto, se le rebate citando
para ello versículos de las Escrituras, pensando tal vez que así
se triunfa en el debate, y el incrédulo tendrá que terminar por
darle la razón a uno y así convertirse!
Si en lugar de hacerlo de esa forma – que posiblemente no
haga más que exasperar al incrédulo – las respuestas se dan
con sabiduría y mansedumbre, esa forma evidentemente
podrá resultar de provecho en algunas oportunidades.
Pero en no pocas, se comprueba que la forma en que se lo
hace y el tono, no son los correctos, y el incrédulo, después de
hacer sido corregido y contradicho un par de veces, se siente
molesto y dolido pensando cosas cono éstas:
“Éste me trata como si yo fuese un tonto que no sabe nada; él
tiene todas las respuestas y piensa saberlo todo.”
Y aunque por su desconocimiento de la Biblia no podrá ni
sabrá rebatir, terminará con un malestar, que quizá no le haga
querer tener más nada que ver con la persona ni con el tema.
Por cierto que se han conocido casos de personas tocadas por
la palabra, que han respondido al mensaje de salvación, o bien
otras que asistían asiduamente a las reuniones y les
agradaban, que, al ser acosados por quienes no han tenido la
sabiduría ni el tacto necesarios, se han marchado tristemente,
y por lo que se sabe, para no volver.
Como bien se nos dice en Proverbios 11:30 “El que gana
almas es sabio.”
Y una parte muy importante de la labor del discipulador, es
la de inculcarle al discípulo esa sabiduría que viene de lo alto,
que sabe amar y adaptar sus palabras a cada caso particular, y
que sabe también escuchar y dejar que el otro hable y exprese
su inquietud, dudas e incluso su dolor.
Así, a su debido tiempo, podrá pasar al consejo o la palabra
en sazón que corresponda.
El interesarse por las almas, también deberá encontrar una
expresión correcta antes, y sobre todo después de las reuniones
a las que asistan inconversos.
Antes, buscando traerlos a las reuniones de evangelización;
durante, orando a favor de ellos, y después, procurando
apersonarse a ellos para darles amistad y simpatía, y no
dejarlos de lado para hablar en vez con los hermanos más
cercanos o íntimos, como hacen algunos.
Asimismo, al hacerse el llamado o desafío para recibir al
Señor, es conveniente que uno o dos hermanos estén detrás de
todo, para identificar bien a los que levantan la mano o se
ponen de pie.
Y es de suma importancia, que cada uno sea posteriormente
bien atendido por alguien con tacto y don para guiarlo, y
asegurarse que la decisión tomada y el mensaje sean bien
entendidos.
En otro orden más avanzado, pero sobre el mismo tema,
cuando se lleve a alguien a recibir al Señor Jesús como
Salvador y Señor, se deberá cerciorar de que lo hace sobre la
base de saberse y sentirse un pecador arrepentido, y
necesitado del perdón de Dios.
Esto es de capital importancia, porque en un buen número de
casos hemos visto que el evangelio se presenta sobre bases
incorrectas.
Éstas pueden ser entre otras la paz y bienestar que Cristo
puede dar, a cambio de la tristeza y soledad que se padecen, o
bien como un medio de obtener prosperidad para el que está
en la indigencia, la sanidad para el enfermo, la restauración de
un matrimonio en crisis, o causas afines.
Naturalmente que todas estas cosas, en un plano natural,
quien las necesite habrá de lograrlas al entrar en la vida
cristiana y seguir con pie firme.
Sin embargo, debemos puntualizar que serán los productos
derivados, resultantes de una vida nueva que Cristo imparte al
entrar de veras en el corazón de uno.
Este venir de veras, necesita imprescindiblemente el
reconocimiento de la culpa y el pecado de cada uno que acude
a Él.
Sin entrar en demasía sobre esto, nos limitamos a citar el
mensaje que traía Jesús en Marcos 1:14-15 y Pablo en Los
Hechos 20:21.
“Jesús vino a Galilea predicando el reino de Dios, diciendo: El
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos y creed en el evangelio.”
“…testificando a judíos y gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo.”
Igualmente en su discurso en el Areópago en Atenas Pablo
afirmó:
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta
ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo
lugar que se arrepientan.” Los Hechos 17:30.
Lo normal y correcto es que este arrepentimiento tenga lugar
antes, o bien en el momento de hacerlo.
No obstante, se ha de tener la flexibilidad de comprender que
no en todos los casos la persona abrumada por su tristeza,
enfermedad, necesidad material o crisis matrimonial, podrá
comprenderlo debidamente en un principio.
En tales casos, habrá que orar y buscar que el Espíritu los
redarguya de su pecado, y les dé la gracia del arrepentimiento.
Ésta es una parte muy importante de la obra que ha venido a
hacer, (ver Juan 16:8) y debemos tener presente que no
debemos tratar de hacerla nosotros, en lugar Suyo – pues lo
haremos muy mal – sino orar y esperar que Él la haga.
Sin embargo, en su momento, debemos colaborar con Él,
señalando con cortesía y tacto que esa base del
arrepentimiento es imprescindible, y aplicable a todos por
igual y sin excepción alguna.
De otro modo, si no se llega a ello, tal vez podrá seguir
pensando que es una víctima inocente, por lo mal que le ha
ido, o lo que fuere, y no un pecador necesitado del perdón
divino.
Debemos tener bien presente lo que nos enseña la parábola
del hijo pródigo en cuanto a todo esto.
Al volver, si bien se encontraba triste, maltrecho y
hambriento, no le dijo al padre nada sobre ello.
Eran los síntomas, pero la raíz de todos sus problemas era su
pecado, y su rebeldía al abandonar a su hogar para irse al
mundo.
Por lo tanto, lo que dijo fue:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno
de ser llamado tu hijo.” Lucas 15:21.
Nos tememos que en muchos casos, esta base indispensable
no se pone debidamente, y a la postre, y como consecuencia
inevitable, vienen muchos desengaños.
Conversiones aparentes o irreales .
Quizá más que nunca en estos últimos tiempos se están
viendo supuestas conversiones, que, pasado un tiempo,
demuestran no haber sido genuinas. Será necesario alentar y
adiestrar al discípulo, a fin de encaminarlo sobre bases sanas y
correctas en su labor evangelística.
Las supuestas conversiones, que después de un tiempo se
comprueba que no eran auténticas, pueden deberse a una gran
variedad de razones.
En la misma parábola del sembrador, el Señor nos hace saber
que hay los que en seguida reciben la palabra con gozo, y
tienen toda la apariencia de ser sinceros y auténticos, pero una
vez que surgen la persecución y las dificultades se secan, y se
apartan, presumiblemente para no volver.
Esto lo podemos considerar como algo normal, y que habrá
de esperarse en un cierto porcentaje.
Sin embargo, aquí se hace necesario hacer una distinción
importante. En efecto: en la parábola del sembrador, todas las
cuatro clases de tierra recibieron la misma semilla. Y Jesús nos
señala claramente que esa semilla es la palabra de Dios.
(Lucas 8:11)
Ahora bien, en muchas partes, teniendo en cuenta que el
mensaje del arrepentimiento y salvación en este mundo
materialista, resulta muy inatractivo para la mayoría, para
atraer a las almas se recurre a otros medios, pensando que
posteriormente, al darles el verdadero evangelio, lo habrán de
comprender y abrazar de lleno.
De estos medios, entre otros, dar ropa, alimento y a veces
medicamentos también, a los necesitados, y la promesa de
sanidad física y milagros. A continuación pasamos a
considerarlos por separado.
Ayuda material; ropa, comida y medicamentos a los
necesitados.
Actuando en países o zonas donde imperan la pobreza y el
hambre, los siervos de Dios se encuentran con un problema
difícil y delicado. Al hablar a la gente de la necesidad del
arrepentimiento y de creer en el evangelio – su necesidad
material – a veces la de un trozo de pan para llevarse a la boca
– les hace difícil pensar en la necesidad de su alma y espíritu,
cuando la de su cuerpo es tan grande y urgente.
El problema no es nuevo, sino que data de mucho tiempo,
casi diríamos desde siempre.
Misioneros que han ido por ejemplo a la China o al África en
siglos idos, ya se han encontrado con esto.
Movidos por un amor natural y normal, han procurado
ayudar a gente tan pobre y desnutrida, pues les ha parecido
fuera de lugar, y hasta casi cruel, hablarles del evangelio y no
hace nada práctico para paliar su hambre y falta de ropa y
medicamentos.
Como consecuencia directa lograron atraer a sí a muchos que
podríamos llamar adherentes, con una aparente aceptación del
evangelio, pero sin que, en la mayoría de los casos, se viesen
los frutos del arrepentimiento que son propios de la verdadera
conversión.
Así, en la China surgieron los que más tarde fueron llamados
“rice Christians” (cristianos del arroz) mientras que en otros
países con características parecidas, se los conoce como los
cristianos de los panes y los peces.
Con el correr del tiempo, siempre se ha visto que los
resultados en cuanto a la transformación de la vida y abrazar
la fe de verdad, han sido francamente decepcionantes.
Es verdad que el Señor alimentó a las multitudes con la
multiplicación de los panes y de los peces.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que eran dos
ocasiones especiales: en la de los cuatro mil, hacían tres días
que estaban con Él y no tenían qué comer, y no quería
enviarlos ayunos, no fuera que desmayasen en el camino,
(Mateo 15:32)
En la de los cinco mil, estaban en un lugar desierto y
empezaba a anochecer. (Mateo 14:15-16)
No obstante, en Juan 6:26-27, cuando estos últimos buscaban
más tarde a Jesús, vemos que el Maestro les dijo:
“De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis
visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.”
“Trabajad no por la comida que perece, sino por la que a vida
eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará.”
Y a continuación, pasó a hablarles de esa comida espiritual y
del Pan de Vida, y de Su sangre, la verdadera bebida.
Siguiendo en la lectura, vemos que al final muchos, aun de
Sus discípulos, se volvieron atrás y ya no andaban con Él, y se
quedó prácticamente solo con los doce.
Creemos que esto es algo que debe tenerse muy en cuenta al
sopesar el tema.
Además, debe agregarse que en el ministerio de Pablo en Los
Hechos, si bien vemos su preocupación por los pobres en
Judea, éstos ya eran convertidos.
En realidad, nunca lo vemos usar la ayuda material como
medio para atraer a los inconversos, sino que siempre les daba
el mensaje de arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor
Jesucristo.
Con todo, hemos de reconocer que como hijos de Dios, no
podemos ni debemos dejar de ser misericordiosos para con los
que padecen verdadera necesidad, y por las condiciones
imperantes donde se encuentran no pueden ganarse el pan
trabajando.
Quizá lo más sabio sea separar bien las dos cosas, no usando
el edificio de reuniones para el reparto de víveres y ropa, o el
comedor familiar, sino haciéndolo en otro lugar.
Atraerlos al evangelio por la ayuda material, en realidad es
hacerles un daño espiritual, al ponerlos sobre una base falsa,
que, a la postre, les hará muy difícil llegar a vivir una
auténtica vida cristiana.
Interrumpimos aquí para continuar en la segunda parte.
F I N