Capítulo 19 – 1a. Parte
El agraciado anfitrión de huéspedes celestiales

Aunque no tan extenso como el anterior, igualmente desdoblamos este capítulo en dos partes, comenzando ahora por la primera.
Lo sucedido en el capítulo 18 del Génesis, que a continuación pasamos a considerar, fue muy poco después de lo que acabamos de ver en el diecisiete, en el cual el Señor le dio la circuncisión como señal del pacto.
Lo que se nos narra en los primeros quince versículos es un hermoso relato, lleno de cosas del mayor interés, y muy importantes e inspiradoras también.
Estando sentado a la puerta de su tienda, a la sombra, y buscando el alivio de una brisa para mitigar el calor del día, que seguramente sería de verano, de repente tuvo una hermosa sorpresa: tres varones se presentaron ante sus ojos.
Evidentemente no tuvo ningún temor y fue a recibirlos corriendo, y se postró a sus pies. (18:2)
El mismo verbo correr aparece en el versículo 13, y nos llama poderosamente la atención, por ya tener Abraham entonces nada menos que cien años de edad!
El intenso calor le movía a buscar alivio y reposo, sentándose plácidamente a la sombra. Pero hora, tratándose de estos tres huéspedes que se le aparecen, con todo el vigor de un hombre, robusto y lleno de vigor y energía, va corriendo a postrarse sobre su rostro delante de ellos.
Y como si fuera poco, casi en seguida va corriendo a las vacas a tomar un becerro tierno y bueno, y se lo da a uno de los criados para que lo prepare para ponerlo delante de ellos. (18:7)
Esa disposición tan preciosa que encontramos en Abraham, de correr al encuentro del Señor y de correr para servirle y ofrecerle lo mejor, la debiéramos tener también nosotros y conservarla mientras estemos en vida, y nos duren las fuerzas para hacerlo.
Que nunca nos volvamos comodones, perezosos o apáticos, sino que siempre conservemos un corazón dispuesto a correr hacia el Señor, y correr también para ofrecerle lo mejor de nuestra vida y de nuestro amor!
En el pasaje bajo revista también llama la atención el cambio del plural al singular y vice-versa, que ocurre varias veces. Ver versículo 2, plural; 3, singular, 4,5,8,9 plural, y 10, 13, 14, 15 singular.
No deseamos tomar una interpretación rígida, sino sugerir dos posibilidades. Una de ellas, de que se trataba de una manifestación de la Trinidad, y otra que era el Señor Jehová y dos ángeles.
La que probablemente sea la correcta es esta última, sobre todo por el primer versículo del capítulo 19, en que habla de los dos ángeles que habían seguido a Sodoma, mientras Jehová se detenía a intimar con Abraham.
Sin embargo, la unidad que se evidencia entre los tres, y sobretodo el versículo 9 en que le hablan a Abraham los tres (plural) y el siguiente en que de inmediato se pasa al singular, muy bien podría prestarse para apoyar la primera posibilidad.
De todos modos, es algo sobre lo cual, como hemos dicho, no queremos ser rígidos ni polemizar de ninguna manera. Dejamos pues al lector que elija la opción que a su criterio sea la más probable o acertada.
También nos llama la atención la forma en que Abraham les ofrece su hospitalidad. Primero les invita a recostarse debajo de un árbol, mientras hace que les traigan agua para lavarse los pies, con el agregado que les traería un bocado de pan para sustentarlos, antes de que continuasen su viaje. (18:4-5)
Sin embargo, después de haber hecho esto, se da prisa para pedirle a Sara que con toda prontitud amase y cueza panes debajo del rescoldo.
E inmediatamente él corre a las vacas, toma un becerro bueno y tierno, y se lo da a uno de los criados, quien se da prisa para prepararlo. Además, toma también mantequilla y leche, y junto con el becerro, una vez bien cocido se los pone delante, quedándose él junto a ellos debajo de un árbol mientras comen. (18: 6-8)
De esto sacamos varios puntos importantes, a saber:
1) Les trajo mucho más de lo que en un principio había ofrecido (agua para lavarse los pies y un bocado de pan)
Es decir, que su hospitalidad fue abundante y generosa, muy por encima de lo que había pensado inicialmente.
Nos sucede a menudo que, dispuestos a darle algo al Señor, nos damos cuenta de que es muy poco – que Él merece mucho más, y así pasamos a darle en una medida mayor.
2) La prisa y urgencia que él tenía se las comunicó a Sara y también a los criados.
Hemos de servir al Señor con anhelo, urgencia y prontitud que desborden, y además se comuniquen a otros.
3) Los preparativos, sobre todo el del becerro – a pesar de la prisa que se dieron él, Sara y el criado, deben necesariamente haber llevado un buen tiempo.
Nos conmueve de verdad la magnanimidad de los tres huéspedes celestiales, que se detienen, y con gran bondad y condescendencia esperan, en tanto Abraham, Sara y el criado hace los preparativos.
4) Igualmente nos impresiona el hermoso y tocante cuadro de los tres varones comiendo, recostados debajo de un árbol, mientras nuestro Padre Abraham permanece junto a ellos durante todo ese largo rato.
Aquí es donde encaja tan bien el título que le hemos dado al capítulo: “El agraciado anfitrión de huéspedes espirituales.”
5) No podemos menos que relacionar todo esto con Hebreos 13:2:- “No os olvidéis de la hospitalidad, que por ella, algunos sin saberlo hospedaron ángeles.”
El pasaje a que más probablemente se refiere esto es el de Jueces 13:1-21, en el que vemos con toda claridad en el versículo 16 que Manoa – el que iba a ser padre de Sansón – en un principio no sabía que se trataba de un ángel del Señor.
Interrumpimos aquí para continuar en la segunda parte.

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