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Hace aproximadamente un año entregamos a la imprenta nuestra última obra titulada “Cristo,
Sabiduría de Dios.”
Con ella completamos la docena redonda, y por un tiempo se nos fue el deseo de escribir, pensando que ése ya era, o debía ser, nuestro último libro.
No obstante, en las últimas semanas ha estado latiendo y vibrando en nuestro ser el tema señalado por el título que figura arriba de una manera tal, que nos sentimos movidos a acometer la tarea de intentar dar forma a un nuevo libro que abarque, por lo menos en alguna medida, un tema tan vasto y maravilloso.
En realidad, hace algo más de diecisiete años – concretamente en Julio de 1997 – la verdad gloriosa de la morada de Cristo en nuestro corazón, nos impactó significativamente, con derivaciones y repercusiones a las cuales nos referiremos con cierto detalle en algún capítulo del libro que aquí iniciamos.
Posteriormente a esa fecha, en tal vez una o dos ocasiones, el tema, que había yacido sumergido por un 11 tiempo, volvió a aflorar en nuestro ánimo, aunque con menor intensidad.
Empero, de forma reciente el Señor se valió de la biografía de un siervo de antaño llamado Evan Henry Hopkins, para encender en nuestro espíritu un anhelo y una visión sobre el particular que sobrepasa en grado sumo cuanto hayamos vivido y experimentado en el pasado.
Para quienes el nombre de este insigne siervo de Dios resulte desconocido, acotamos que trabajando junto a muchos más, fue sin duda el hombre clave que diera forma al movimiento llamado Keswick, que responde al nombre de la población homónima situada en la muy pintoresca y hermosa región de los lagos, al Noroeste de Inglaterra.
Eso fue en el año 1874, hace ciento cuarenta y un años.
Cierto es que ese movimiento, que continúa con convenciones anuales en el mes de Julio, ha perdido mucho de su vigor y frescura iniciales, pero en sus albores alcanzó relieves maravillosos. Millares y millares de creyentes, no sólo en las convenciones de Keswick, sino también en otras partes del Reino Unido, y también en cierta medida en el extranjero, fueron revitalizados, transformados e  inmensamente enriquecidos en su vida espiritual. ´
Quizá haya que puntualizar también que lo que constituyó el eje central, valga la expresión, de la vida y el ministerio del hermano Hopkins fue la verdad de descubrir de manera viva y real la bendita morada de Cristo en el corazón.
La lectura de esa biografía nos resultó de mucha inspiración y provecho, y sirvió, como ya dijimos, para 12 encender más poderosamente en nuestra vida la gran visión de CRISTO EN NOSOTROS, la esperanza de gloria.
Con todo, debemos señalar que buena parte de las bendiciones de las cuales esos millares y millares se gozaban, personalmente ya las habíamos apropiado y experimentado unos buenos años ha.
Lo que sucedió fue que al darnos de lleno a buscar al Señor, con miras a adentrarnos profundamente – como nunca antes – en la gran verdad de la morada real de Cristo en el corazón, comenzamos a experimentar un trato de Dios de variados y diversos matices.